Lanza afirma que habló con Laínez para "impresionar" a las chicas que le acompañaban

El acusado de asesinato contó al psiquiatra que le examinó que ahora no lo volvería a hacer.

Rodrigo Lanza en una imagen de archivo.
Rodrigo Lanza, acusado del asesinato de Víctor Laínez.

Rodrigo Lanza se acercó a hablar con Víctor Laínez para “impresionar” a las dos chicas que le acompañaban. Lo hizo segundos después de que su amigo Pablo M. le hubiese dicho que era un “nazi conocido” en el barrio. Asegura que iba “bebido” y “medio en broma”, pero que cuando Laínez le contestó “mirándole” a los ojos y “muy en serio”, volvió con sus amigos. Quería hacerse el “importante” y demostrar su “valentía”. Ahora no lo volvería a hacer y cree fue una “estupidez”.

Así se lo dijo al psiquiatra que ha elaborado el informe pericial aportado en la causa judicial que se instruye por asesinato. Un informe que se presume será fundamental en la vista oral, puesto que el abogado defensor tratará de convencer al jurado de que su cliente actuó influenciado por el alcohol y movido por el “pánico”, circunstancia que alega tanto para justificar que tuvo que defenderse de la víctima como para explicar porqué no optó por huir.

Sobre todo, porque, tras dirigirles unas palabras cuando se encaminaban a la salida todos, salvo Lanza, alcanzaron la calle sin problemas y Laínez -según el dueño del bar y los clientes que había en él- ya había entrado de nuevo en el local, había recorrido parte del mismo y se dirigía a su sitio en la barra.

Las explicaciones que refiere el acusado a los peritos distan mucho de la actitud distante y fría que mostró cuando Lanza declaró en el juzgado de guardia. No obstante, el fondo es similar, es decir, argumenta que el fallecido empuñaba una navaja que nunca se ha encontrado y que los testigos, salvo su amigo Pablo M., no vieron ni en el momento de la agresión ni cuando el herido se quedó inconsciente, sangrando por los oídos y convulsionando en el suelo.

También trata de alejarse del componente ideológico que las acusaciones ven en la agresión, puesto que le atribuyen la agravante de odio en un homicidio cometido por la ideología antagónica de ambos protagonistas de esta triste historia, como mantienen en sus escritos de acusación.

El abogado del acusado trata de armar su estrategia en la legítima defensa y en el estado mental del acusado, que actuó influenciado por el alcohol y por un “profundo temor” a que Laínez le agrediera con la supuesta arma blanca.

Ese miedo es el que le hace entrar en “pánico” y defenderse “activamente” primero, dice, “alejándolo” de él con los pies y luego con golpes en el suelo para dejarle “atontado” y que le diera tiempo de irse del bar. “Solo sé que cuando le golpeé en el suelo lo único que quería era que no me volviera a atacar, que se levantara”, indica en el informe. Es más, añade que en ningún momento se le ocurrió pensar que su víctima estaba inconsciente.

Pero esto es contradictorio con lo que vieron los testigos y corroboró después la autopsia. Los presentes indicaron que Laínez caminaba hacia su lugar en la barra cuando recibió un primer golpe seco en la parte inferior trasera de la cabeza que, tras andar unos pasos y dar un pequeño giro, le hizo caer al suelo desplomado y ya no se movió. Después, como mantienen las acusaciones, el agresor aprovechó para “colocarse encima y seguir propinando a este puñetazos en la cabeza y múltiples golpes”. Por último, Lanza le lanzó una patada "muy fuerte en la cara con la punta del pie", mientras la víctima sangraba por los oídos, la boca y la cabeza.

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