Dos crímenes en el mismo edificio de la calle Pradilla

En abril de 2001, Rosa Clotet, una mujer de 53 años, viuda y con tres hijos que vivía sola en uno de sus apartamentos, fue asesinada por un ladrón de 23 años.

Calle Pradilla en Zaragoza.
Calle Pradilla en Zaragoza.
Oliver Duch

No es la primera vez que la Policía Nacional tiene que investigar un crimen en el edificio situado en el número 21 de la calle de Pradilla de Zaragoza. En abril de 2001, Rosa Clotet, una mujer de 53 años, viuda y con tres hijos que vivía sola en uno de sus apartamentos, fue asesinada por un joven de 23 años. El homicida, como también hizo este viernes José Javier Salvador tras matar a Rebeca Santamalia, se fue a Teruel y se suicidó.

La Policía encontró el cadáver de Rosa Clotet tres días después del crimen. Su cuerpo estaba en medio de un gran charco de sangre en el salón del apartamento con numerosas cuchilladas y el agresor, antes de huir, le puso una vela en la boca.

La mujer, de origen catalán, viuda y con tres hijos, vivía sola en el apartamento del número 21 de la calle de Pradilla desde hacía unos tres años, según explicaron los vecinos. Rosa Clotet vivía de su pensión y salía poco de casa. Los vecinos solo la veían cuando bajaba a pasear a su perro. No tenía mucha relación con ninguno de ellos porque es una casa con muchos apartamentos –de hecho en la zona la conocen como la colmena– y frecuentemente cambian los inquilinos. Alguno de los pisos han sido utilizados para mantener relaciones por contactos.

La puerta no había sido forzada, aunque la casa estaba revuelta y faltaban joyas. Dos días más tarde, el autor del homicidio se suicidó de un disparo en la cabeza. Había sido un joven de 23 años que, agobiado por las deudas producto de su adicción al juego, decidió robar a la víctima, a la que había conocido a través de un contacto por teléfono móvil. Precisamente fue la investigación del teléfono la que permitió identificar al sospechoso y localizar su domicilio, en el que se encontraron las ropas manchadas de sangre que llevaba el día del crimen.

No obstante, no pudieron dar con él, ya que el homicida, tras cometer el crimen, se marchó de Zaragoza, fue al pueblo de sus abuelos, en Teruel, cogió una escopeta y se quitó la vida. Junto a él se encontró una nota manuscrita en la que confesaba el crimen y explicaba que el móvil había sido el robo. Antes de matarse, el criminal protagonizó otro episodio violento: encerró en el maletero de un coche a una conductora con la que había tenido un leve accidente de tráfico en el casco urbano de la capital aragonesa. La joven le pidió los papeles del seguro y él la amenazó con una escopeta. Afortunadamente, la conductora llevaba un teléfono móvil con el que llamó a su madre quien, con una copia de las llaves del vehículo, liberó a su hija.

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