Con la imaginación por bandera

En la cabalgata de Zaragoza brillaron grandes soñadores como Goya, Cervantes, Gargallo o María Moliner

Había que pellizcarse este sábado  en el centro de Zaragoza no tanto por el frío, sino porque la cabalgata estaba dedicada a los sueños y su desfile fue de lo más onírico. Melchor, Gaspar y Baltasar cumplieron con la tradición de fascinar a los niños zaragozanos, que se apostaron en algunas zonas del recorrido hasta dos horas antes del inicio con tal de coger buen sitio. Algunos llegaban aún con sus cartas en la mano y otros no dejaban de pedir a sus padres que hicieran fotos con el móvil a todo lo que se movía, que era mucho.

¿De qué querían guardar inmortal recuerdo? Pues de las musas, los equilibristas, los dragones y los bailarines, que este sábado desfilaron junto a Sus Majestades, en una cabalgata con 25 carrozas que tardaron dos horas en cubrir los tres kilómetros de recorrido.

La gran estrella de Oriente (12 metros de astro luminoso) abrió un desfile consagrado a la imaginación y los grandes soñadores, que animaron a los niños a sumergirse en un mundo de magia e ilusión. Zancudos intergalácticos protegían el gran astro-guía, así como un grupo de patinadores que hacía las veces de estrellas fugaces. A continuación aparecieron los buzones XXL de los tres magos y unos peculiares carteros que parecían tener nubes luminosas en sus sombreros y en los carritos en los que iban guardando el correo.

Un enorme dragón de cuerpo florido sirvió de escenario para que dos cantantes líricas -con unos pulmones que ni María Callas- ejercieran de musas y dieran voz a los duendes de la creatividad. Y, por fin, la comitiva del primer rey mago, desató la algarabía. Las carrozas que acompañaban a Melchor fueron además las más celebradas del desfile, pues estaban dedicadas a los artistas aragoneses y ‘jugaban en casa’. Junto al rey de luengas barbas se dejó ver un enorme busto de Francisco de Goya, al que acompañaban varios de los personajes de sus grabados. Ojipláticos y boquiabiertos, los niños veían cómo bailaban ‘Volaverunt’, cómo había un borrico-humano en la nómina de figurantes y, sobre todo, cómo todos los personajes llevaban una silla en la cabeza en homenaje al grabado de la serie Los Caprichos ‘Ya tienen asiento’. "Mamá, ¿cómo se han puesto esos sombreros?", se preguntaban los pequeños, cuyos progenitores no tenían más solución que decir: "Es que hoy está todo puesto patas arriba. La noche de Reyes hay que ponerlo todo del revés".

Si bien las plataformas de María Moliner pasaron algo más desapercibidas ("¡el bibliobús de Valdespartera!", grito algún crío), sí deleitó a los presentes cómo algunas de las obras de Pablo Gargallo tomaron vida por las calles del centro. La pequeña bailarina y, sobre todo, el Urano se llevaron grandes elogios. No es esta sino la escultura de un caballo en la que, como es marca de la casa, predominan los huecos y los vacíos. Así, el mismísmo Gargallo la escalaba, saludando a la gente e invitándoles a que conocieran el resto de sus obras en el museo de la plaza de San Felipe.

La mágica cabalgata de los Reyes Magos recorre Zaragoza

La luna y los cohetes

Le seguía en el desfile el séquito del rey Gaspar, que quiso hacer un guiño a los visionarios como uno de los precursores del cine, el director francés Georges Meliès. A los niños les sorprendía ver esa luna gigante "con una bala en el ojo", decían, pero los padres fueron diestros explicando que aquello era un cohete. Bailaban alredor algunos arlquines, antes de dar paso a la intrépida Amelia Earhart, la pionera de la aviación, que iba haciendo acrobacias sobre la cuerda floja al ritmo que marcaba la banda de dixie que la acompañaba en su plataforma porque no todos cabían en el avión. A la piloto le seguía el capitán Nemo de Julio Verne -al que ya se vio el año pasado por estos lares- y otra cabeza inmensa de esas que medio asustan a los niños: la de Cervantes, que solo tapaba un Don Quijote con los ojos un tanto desorbitados y viendo gigantes allí donde solo había... semáforos.

Era curioso ver los balcones del paseo de María Agustín a rebosar y cómo las oleadas de público echaban a correr cuando pasaban la última de las carrozas. Así, desde la puerta del Carmen muchos niños se echaron una carrera hasta la plaza del Pilar como lo hicieron también los que vieron el desfile en el paseo de la Constitución y luego repitieron en el Coso Bajo.

Aún faltaba por pisar la calle el rey más deseado: Baltasar y su elenco de inspiración africana. La grácil bailarina Isadora Duncan abría su cortejo, en el que lo más destacado fue el homenaje a la gran diva negra del canto: Aretha Franklin ‘resucitó’ en la mágica víspera de Reyes y lo hizo con un coro gospel al completo que no paró de cantar villancicos. Por cierto, que a quienes les supiera a poco este ‘All I want for Christmas’ y quieran revivir el espíritu de la reina del soul podrán hacerlo el 17 de febrero en el Teatro de las Esquinas.

La hinchada de Baltasar

Por la cantidad de gritos y por alguna que otra pancarta, se notaba que -de largo- Baltasar es el preferido de los niños zaragozanos y su carroza rebosaba de regalos. Aunque es difícil calcular cuánta gente se concentra en las calles a lo largo del recorrido de la cabalgata, el Ayuntamiento acostumbra a cifrar en unos 185.000 los espectadores del desfile. La gran mayoría se concentra en la plaza del Pilar, que fue hasta donde llegaron los Reyes tras algo más de dos horas de ensoñadora marcha. Al término de la calle de Alfonso I les estaba esperando el alcalde Santisteve, que les saludó, les mostró las bondades de la feria navideña y les acompañó hasta el balcón del Ayuntamiento justo en el momento en el que se levantó algo de cierzo. Desde esta tribuna, los Reyes pidieron a los niños que se porten bien todo el año, que aprendar a compartir y que se fueran pronto a dormir. Eso sí, Melchor también pidió que les dejaran sobre la mesa alguna croqueta de la abuela para hacer más llevadera la faena.

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