La teoría de las ventanas rotas ayuda a reducir las pintadas en el Rollo

La Asociación de Vecinos La Huerva continúa inmersa en la campaña de limpieza de fachadas y persianas comerciales, una iniciativa que comenzó en mayo y que, poco a poco va calando entre las comunidades de residentes.

Una de las fachadas en las que se intervino para eliminar pintadas.
Una de las fachadas en las que se intervino para eliminar pintadas.
AVV La Huerva

La teoría de las ventanas rotas sostiene que, si en un edificio aparece una ventana rota y esta no se arregla pronto, el resto de ventanas serán inmediatamente destrozadas por los gamberros. Es decir, que mantener los entornos urbanos en buenas condiciones puede contribuir a disminuir las tasas de vandalismo. Esta es la lógica que, desde hace unos meses, aplica la Asociación de Vecinos La Huerva para mejorar el estado de las fachadas y persianas de la zona del Rollo, afectadas por la suciedad y las pintadas.

Todo comenzó el pasado 27 de mayo con una jornada llamada ‘Domingo de Pintada’, en la que el colectivo vecinal adecentó el aspecto de tres fachadas. “Había que concienciar al barrio de que tras más de treinta años en los que miles de personas han pasado por aquí  para salir de fiesta, las fachadas se habían quedado en un estado lamentable”, explica Carlos Monge, presidente de la asociación. Desde entonces, la presión vecinal ha conseguido que muchos establecimientos y comunidades luzcan una mejor cara, una labor con la que continúan a día de hoy. “Estamos haciendo una labor de captación comunidad por comunidad, porque es obligación nuestra tener las fachadas en un estado decente”, asegura Monge, que reconoce que, en alguna ocasión, se ha topado con vecinos escépticos y reticentes a la iniciativa. “El deporte nacional es mirar para otro lado, pero el coste de tener las paredes limpias es ridículo”, señala.

La campaña impulsada por la asociación de vecinos se lleva a cabo a través de Mapiser, una empresa de inserción que no solo se encarga de la limpieza de fachadas, sino también de su mantenimiento posterior y cuyos servicios ya tenían contratados algunas comunidades de vecinos. Según Monge, aunque poco a poco, la iniciativa va calando entre los residentes de la zona. Prueba de ello es que la empresa tiene que preparar hasta una decena de presupuestos para nuevas actuaciones en los próximos días.

“La mugre llama a la mugre. Lo que queremos es que las muestras de vandalismo de estos individuos sean efímeras”, apunta Monge, aludiendo a la teoría de las ventanas rotas. “Una fachada limpia puede llamar la atención de un grafitero, pero sí la semana siguiente ve que su pintada ya no está, no la hará de nuevo”, explica.

Algunas zonas en las que se ha intervenido son la intersección de Maestro Marquina con la calle Vasconia, en el cruce con Ricardo Lozano Monzón y en José Moncassi.

“Me encantaría que, en lugar de bares, se abrieran librerías”

Pese a la acogida que está teniendo la campaña de lavado de cara del barrio, el gran triunfo de este año para la asociación de vecinos ha sido el cierre de un local que fomentaba el consumo en la vía pública y la clausura y cese de actividad de un problemático ‘after’ de la calle Vasconia.

“Son muy buenas noticias”, afirma Monge. Además, considera que lo que se ha conseguido mediante la presión vecinal y trabajando “codo con codo con Urbanismo y la Policía Local” es una sentencia pionera: el cierre de un bar por fomentar el consumo de bebida alcohólicas en la calle. Y es que el borrador de la nueva ordenanza del ruido, sometido a consulta pública hasta el pasado jueves, permitirá al Ayuntamiento multar a los dueños de los bares por el ruido que los clientes generen en el exterior de sus locales.

De cara a 2019, cuando la Asociación de Vecinos La Huerva cumplirá 27 años, el trabajo del colectivo se centrará en acabar con los hosteleros “piratas”, es decir, aquellos que no hacen un buen uso de la declaración responsable de apertura y clasificación de restaurantes y cafeterías y exceden los horarios de apertura. “Tenemos una veintena de locales que siguen siendo bares”, apunta Monge, que reclama “un control más exhaustivo” para terminar con este tipo de artimañas.

“El problema de esto es que desde que se recaba la información, acude la Policía y se pone en conocimiento de Urbanismo hasta que cierran el local, pueden pasar meses. ¿Qué mecanismos tenemos para paralizar esto desde el minuto uno?”, se preguntan desde la asociación. “Me encantaría que, en lugar de bares, se abriera una pescadería o una librería”, concluye el presidente.

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