"No queremos ser okupas, queremos pagar un alquiler social"

Doce familias viven de okupas desde hace cinco años en un edificio del barrio Oliver. Piden un alquiler social.

"No queremos ser okupas, queremos pagar un alquiler social"

Naiara Giménez Fernández, de 9 años, le ha pedido a los Reyes Magos una habitación para ella sola. Comparte dormitorio con sus padres y sus tres hermanos en un piso en la calle Eva Duarte, 5, en el barrio Oliver. Llegaron a este piso hace cinco años y lo ocuparon, porque no tenían otro sitio donde ir y no podían pagar un alquiler. Lo han amueblado, pintado, decorado y lo cuidan como si fuera su casa, pero no lo es.

Como ellos, un total de 12 familias gitanas con niños viven en este edificio del barrio Oliver. Lo ocuparon hace cinco años e inicialmente trataron de llegar a un acuerdo con la propiedad (Bantierra) para un alquiler social. Ahora, el Ayuntamiento estudia la compra del edificio para aumentar el parque de viviendas sociales y dar una solución a estas familias.

"No nos gusta ser okupas, vivir con esta incertidumbre. El piso está bien, aunque sea pequeño: un dormitorio para seis y un salón-cocina. Hay que tener todo muy ordenado. Nos gustaría pagar un alquiler social y vivir tranquilos. Cuando vinimos, no teníamos ingresos. Ahora trabajo de camarera en un comedor privado. Estoy muy contenta, me han hecho indefinida, pero son pocas horas. El sueldo de 400 euros no nos llega para alquilar un piso para seis. Y estamos en lista de espera para una vivienda social", cuenta Casandra Fernández, de 25 años, madre de Naiara.

Su pareja, Noé Giménez, de 27, está ahora en el paro. Su último trabajo fue de repartidor de Telepizza. Su historia se parece a las de otros vecinos del inmueble: personas con trabajos temporales o en el paro que no pueden pagar un alquiler libre y que están en lista de espera para una vivienda social.

Como Juan José Cortes y Natalia Giménez, de 35 años, con cinco hijos. Su piso es un poco más grande y también está muy bien cuidado. Tienen dos dormitorios: uno para los padres y el niño pequeño, y otro para los otros cuatro hijos. Antes vivían en un piso de alquiler en el Actur por el que pagaban 350 euros. "Con la crisis me quedé sin trabajo, no podíamos pagar el alquiler y nos tuvimos que ir. Fuimos un tiempo todos a una habitación en casa de mis suegros, pero no cabíamos. Hasta que surgió esta oportunidad. Nos dijeron que había un bloque nuevo vacío, que estaba entrando gente a vivir. Un responsable del banco nos enseñó los pisos y nos dijo que podríamos pagar 200 euros de alquiler. Pero luego se echaron atrás. Y decidimos quedarnos porque no teníamos otro sitio", recuerda Juan José, que lleva cuatro meses en el paro. Su último trabajo fue de carretillero en la Opel.

El primer año vivieron sin agua ni luz. "Fue muy duro". Cocinaban con butano y calentaban agua en una palangana para bañar a los niños. Usaban velas y lavaban la ropa en una lavandería del barrio. Compraban cada día los alimentos justos porque no tenían nevera. Después, Zaragoza Vivienda les ayudó a regularizar su situación. Ahora todos tienen contratos de luz y agua.

"Hay gente que piensa que vivir de okupa está muy bien. Pero lo estamos pasando muy mal. Yo duermo mal, tengo ansiedad y problemas de corazón desde que vivimos aquí. Es la incertidumbre de no tener un hogar propio, de no saber cuánto tiempo estaremos aquí. No queremos ser okupas, queremos pagar un alquiler social", asegura este padre.

"Ojalá las negociaciones del Ayuntamiento y el banco salgan bien. Estamos empezando a ver la luz al final del túnel. Nos adaptamos a lo que nos digan: quedarnos aquí o ir a otra vivienda. Lo que queremos es un techo y seguridad para nuestros hijos", afirma.