La patrulla canina contra la diabetes

La Fundación Canem de Zaragoza adiestra a perros que detectan las alteraciones en los niveles de glucosa de los diabéticos. Hoy se celebra el Día Mundial contra la Diabetes, enfermedad que afecta a cinco millones de personas en España y a más de 425 millones en todo el mundo.

Lidia Nicuesa posa con Cini, su perra de alerta médica.
Lidia Nicuesa posa con Cini, su perra de alerta médica.
Toni Galán

Varios ladridos cortos y secos y la mirada sostenida y penetrante. Esa es la manera que tiene Cini de avisar a Lidia Nicuesa de que sus niveles de azúcar en sangre no son los adecuados y debe hacer algo para compensarlos. Lidia, obediente, comprueba su glucosa y evalúa su estado. Si empieza a bajar, toma algo dulce. Si por el contrario tiende a subir, repone líquidos para corregir la deshidratación y se administra insulina. Todo ello ha ocurrido antes de que los niveles sean tan elevados, o por el contrario insuficientes, que le lleven a sufrir un desvanecimiento o una descompensación. Ha ganado tiempo, y con ello, tranquilidad. Gracias a Cini.

¿Quién es Cini? Una perrita vivaracha y 'despeluchada' que uno siente ganas de abrazar a cada momento. Tiene cinco años, es de raza Jack Russell Terrier y lleva toda su vida con Lidia. Ha sido adiestrada específicamente para avisarle de sus altibajos glucémicos y fue el primer animal preparado por la Fundación Canem de Zaragoza. El primero, pero no el único. En cinco años han sido más de cien los animales de alerta médica que han salido de sus instalaciones y ya viven con sus dueños diabéticos, y no solo en España, para ayudarles a mejorar su calidad de vida.

Pero empecemos por el principio.

La diabetes, enfermedad de la que este miércoles se celebra el día mundial, es un mal crónico que afecta a más de cinco millones de personas en España y a unos 425 millones en todo el mundo, y hace que quienes lo sufren sean incapaces de generar la cantidad de insulina que necesita el cuerpo. La insulina es una hormona que se produce en el páncreas y se encarga de conseguir que la glucosa entre en el torrente sanguíneo, se mantenga en un nivel constante y llegue a las células para obtener energía. La diabetes tipo 1, la que sufre Lidia, es de carácter autoinmune y causa una deficiencia absoluta de insulina, de ahí que tenga que estar constantemente pendiente de su nivel de azúcar en sangre.

Los perros, con su olfato tan agudizado, son capaces de detectar una molécula llamada isopreno, que se encuentra de manera natural en el aliento. Pero la cantidad de isopreno varía drásticamente cuando un diabético tiene una crisis de hipo o hiperglucemia. Es un olor tan sutil que al ser humano le pasa completamente desapercibido. Pero no a un animal adiestrado específicamente para detectarlo.

De eso se encargan en Canem, donde Lidia trabaja como asesora. Paco Martín es el presidente de la fundación y lleva toda su vida adiestrando perros, desde especialistas en detectar explosivos en sus tiempos como militar, hasta ahora, que los convierte en expertos en olfatear isopreno, y también en anticiparse a crisis de desconexión sensorial causadas por la epilepsia. “Al fin y al cabo, se trata de acostumbrarles a un olor”, razona.

Adiestrados y educados

A Canem llegan con apenas un par de meses y se entregan a sus dueños con seis, todavía cachorros pero ya perfectamente adiestrados, y también educados. La idea, cuenta Paco, es que animal y humano se adapten el uno al otro cuanto antes y el peludo crezca y se desarrolle en un entorno estable y adecuado mientras vela por la salud de su amo, que al fin y al cabo es para lo que ha sido entrenado.

Todos los animales son de raza Jack Russell Terrier, la que se ha revelado más idónea para esta tarea “después de hacer mil y una pruebas con animales de casi todas las demás”, explica. ¿Qué los convierte en idóneos frente al resto? “Son hiperactivos, ágiles de mente, listos, muy sociables y longevos, y también de tamaño pequeño, algo importante ya que van a ir con sus dueños a todas partes”, enumera Paco Martín.

El adiestramiento consiste en educarles el olfato para que detecten la molécula en cuestión, el isopreno. Para ello hacen 'prácticas' en un entorno controlado, donde se mueven a través de una hilera de bandejas en la que se ha colocado, solo en una de ellas, una muestra de sudor, saliva o aliento del usuario. El perro huele todas las bandejas y debe detectar la que contiene un algodón impregnado en la sustancia. Y como es recompensado cada vez que lo hace correctamente, el animal aprende fácilmente que eso es lo que debe hacer. Detectar el olor y avisar.

Pasadas unas semanas, el animal sigue su adiestramiento en un entorno real, una habitación que recrea un salón, un dormitorio, un bar o cualquier espacio repleto de olores entre los que ha de ser capaz de olfatear el isopreno. Cuando llega a hacerlo con naturalidad y precisión, el perro está listo para ser entregado a un usuario. Pero no a uno cualquiera. En Canem también estudian las características del animal y el estilo de vida del diabético con el que va a convivir, para que esta suerte de 'agencia matrimonial' humano-perruna funcione lo más certeramente posible. “Y pocas veces nos hemos equivocado”, presume Paco Martín.

Desde ese momento, el perro se incorpora a la rutina diaria de su amo, aunque desde Canem se les ofrece asesoramiento continuado, incluso a través de videoconferencia. “El día a día de un diabético es complicado -cuenta Lidia Nicuesa-, siempre pendiente de la glucosa. Tener un animal de alerta médica te permite liberarte un poco, tomar distancia de tu enfermedad, porque sabes que él te va a avisar a tiempo”. Eso quita muchísima presión al enfermo y da una tranquilidad infinita a sus familiares, sobre todo cuando el usuario se queda solo o está durmiendo. “Antes de tener a Cini ponía dos o tres veces el despertador por las noches para comprobar que todo estaba en orden. Ahora duermo de un tirón porque sé que ella me va a avisar antes de que me pase algo”, explica.

Falta de legislación en Aragón

Y así, Cini y Lidia van juntas a todas partes. Al trabajo, al supermercado, al cine, de viaje... Una normativa municipal en Zaragoza dice que estos perros “podrán circular libremente en los transportes públicos siempre que vayan acompañados por su dueño y cumplan las condiciones higiénico-sanitarias y de seguridad. Asimismo, tendrán acceso a locales, lugares y espectáculos públicos”. Eso sí, el dueño debe llevar encima el documento que certifica que se trata de un animal específicamente adiestrado y tiene todos los papeles veterinarios y sanitarios en regla.

La legislación protege desde hace muchos años a los perros guía de los invidentes, pero cuando se fueron incorporando a la realidad social los perros de asistencia y de alerta médica, las leyes debían aprobarse con carácter autonómico, y por ello hay comunidades más avanzadas que otras en este sentido. Actualmente, solo cinco comunidades tienen desarrollada la norma de los animales de asistencia, pero Aragón no es una de ellas. “Hay un vacío legal, y lo único que nos ampara es la normativa municipal, que está muy bien pero es insuficiente. Estamos peleando para que la Comunidad legisle en condiciones”, explica Lidia. A su juicio, la mejor es la normativa de la Comunidad de Madrid, donde los animales están debidamente acreditados.

En vista de las diferencias entre autonomías, muchas empresas, a título privado, han decidido dar un paso al frente y normalizar la labor de estos perros. Compañías como Renfe, Alsa y muchas aerolíneas no ponen reparos a que viajen en sus medios de transporte, y determinadas grandes superficies y comercios también cuelgan el cartel de 'bienvenidos'. Otros son más reacios, y la solución por la que optan los dueños de estos animales es no entrar en esos lugares para evitarse situaciones incómodas. “Lo ideal es que su libre circulación la recoja la ley, y sería tan sencillo como sustituir la palabra 'perro guía' por 'de asistencia'”, añade Lidia.

Cuenta que ella no suele tener problemas en su día a día, aunque haya gente que sí se extrañe al ver a una chica, sin una discapacidad manifiesta, acompañada por un perro al que lleva a todas partes, y en ocasiones se organiza a su alrededor algo de jaleo, “sobre todo por desconocimiento”. Pero imagine a una señora mayor, que se muestra quizá algo torpe al subir a un autobús, con un perro pequeño que perfectamente cabe en un bolso de tamaño mediano. Lo que inmediatamente puede pensar la gente es que se trata de una excéntrica que no se quiere separar de su mascota, no de una mujer diabética con un animal de alerta médica que puede salvarle la vida.

Pese a todo, la visibilidad de perros de asistencia cada vez es mayor, como también crece la aceptación y sensibilización ciudadana hacia estos animales y su labor social. “Aunque queda mucho camino por recorrer”, admite Paco Martín. Así como los perros guía forman ya parte del paisaje de pueblos y ciudades, todavía queda por acostumbrar el ojo a los arneses de los animales de alerta médica.?

?Ponga un perrete en su vida

De dar a conocer a la Fundación Canem también se están ocupando estos meses cuatro alumnas de cuarto curso de Administración y Dirección de Empresas de la Universidad de Zaragoza. Mónica Blanco, Sara Serrano, Silvia Barrera y Laura Boix escogieron Canem entre una miríada de organizaciones sin ánimo de lucro y, en el marco de la asignatura Economía Social, se dedicaron en cuerpo y alma a dar difusión a un proyecto “diferente” y “desconocido”.

Un proyecto en el que cualquier zaragozano interesado puede involucrarse, sea o no diabético. ¿Cómo? Ayudando a socializar a esta peculiar patrulla canina durante sus meses de formación. Si usted es amante de los animales y tiene ánimo solidario, puede pasar a formar parte de las familias de tutela de estos perretes, cubriendo así la necesidad de darles un entorno positivo donde crecer y desarrollarse de forma equilibrada y contribuyendo a moldear su carácter.

De lunes a viernes, los cachorros 'entran a clase' entre las 8.30 y las 10.00 y 'salen' hacia las seis de la tarde. El resto del día, así como los fines de semana y los festivos, son responsabilidad de la familia de tutela, mientras que Canem cubre todos los gastos de alimentación, veterinario o material necesario. ¿El único problema? Despedirse de ellos cuando, a los seis meses, son entregados a los usuarios a los que van a acompañar el resto de su vida. “Hay muchas lágrimas esos días”, admite Paco Martín. Lágrimas que se tornan un poco menos amargas cuando se cae en la cuenta de que el animal que ha convivido durante unas semanas con la familia va a velar por el bienestar de su dueño.

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