Un empresario de Zaragoza que ganaba 15.000 € al mes, detenido por robar unos muslos de pollo para comer

La crisis y los trabajos sin cobrar acabaron con su empresa. Una deuda de 7.895€ a la Seguridad Social le ha dejado sin jubilación y ayer lo juzgaron por un 'hurto famélico'.

Manuel muestra la tarjeta que le han dado para poder gastar 150 euros al mes en comida en un supermercado.
Manuel muestra la tarjeta que le han dado para poder gastar 150 euros al mes en comida en un supermercado.
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El Juzgado de Instrucción número 6 sentó ayer en el banquillo de los acusados a Manuel M. P., un empresario zaragozano de 65 años para el que la Fiscalía propuso una multa de 45 euros por intentar llevarse varios muslos de pollo de un supermercado del Actur ocultos en una bandolera. El Código Penal tipifica su acción como 'hurto famélico', que viene a ser algo tan sencillo como robar para comer. Pero es que a este hombre, como a tantos otros, la crisis le ha partido la vida. Y de ganar 15.000 euros mensuales con su próspero negocio de movimiento de tierras ha pasado a no tener nada y malvivir en un cobertizo de Juslibol.

"No lo había hecho nunca, pero me pudo el hambre", explicó ayer el encausado a la jueza. Durante su declaración, le contó también que los muslos de pollo y las bandejas de ternera que trató de llevarse costaban 26 euros. "Sé que no era mucho dinero, pero no los tenía", reconoció este antiguo empresario de la construcción para el que la letrada Marimar Martínez, de Ariza Abogados, solicitó la eximente completa de "estado de necesidad".

La defensa acudió al juicio con los papeles que demuestran que Manuel –que ayer estaba dispuesto a dar la cara con nombre y apellidos, pero terminó cambiando de opinión pensando en la "vergüenza" que podría pasar su familia– no tiene ningún ingreso. Ni pensión de jubilación, ni contributiva.

"Y no es porque no haya cotizado, porque me he estado pagando el recibo de autónomos durante muchos años. Pero llegó un momento en que tampoco me daba para hacerlo y eso me ha hecho arrastrar una deuda de 7.895 euros con la Seguridad Social", relata. El zaragozano ha peregrinado por distintas sucursales bancarias en busca de un préstamo, pero su condición de moroso le ha cerrado todas las puertas.

A finales de 2008, el negocio de la construcción sufrió un frenazo en seco y fueron muchas las pequeñas empresas que se vieron abocadas al cierre. La de Manuel no fue una excepción. "Nunca fuimos una gran compañía, pero teníamos mucho trabajo y llegamos a contar con ocho empleados en nómina. Parte de los beneficios los dedicamos a comprar maquinaria, lo que nos llevó también a pedir varios créditos. Y cuando disminuyeron los encargos y dejaron de pagarnos las facturas, todo se fue al garete", cuenta la persona que ahora dice no tener ni para comer.

Como los problemas nunca vienen solos, Manuel se ha dejado en el camino no solo su patrimonio sino también a toda su familia. "Con mi mujer, que era socia de la empresa, la relación se acabó hace tiempo. Pero al menos me ha dejado instalarme en el cobertizo donde vivo. Mi familia me dejó 40.000 euros para pagar las deudas. Y como no se los he podido devolver, tampoco hay contacto", se lamenta.

Le dan 150 euros para comer

Según explica Manuel, la venta de los vehículos y la maquinaria de la empresa le dio para sobrevivir durante unos años, pero ese dinero se fue agotando. Al negarle la pensión, incluso la no contributiva, el zaragozano se vio forzado a pedir ayuda a los amigos: "Unos me dan de comer, otros me dejan ir a su casa a ducharme... Si no fuera por ellos estaría completamente solo", apunta.

Sin saber qué hacer con su vida, este hombre llamó a la puerta de los servicios sociales municipales, que, dada su preocupante situación, hace tan solo unos días le han concedido una ayuda de emergencia. "Se trata de una subvención de 150 euros mensuales para comprar comida", explicaba ayer después del juicio su abogada, con la que Manuel llevó siempre los negocios de su empresa y quien ahora tiene que pagarle hasta el café. "No es dinero en efectivo –indica Marimar Martínez–, se trata de una tarjeta con la que tiene que acudir a un supermercado del Actur, donde le van descontando el importe de los productos que se lleva".

Para este empresario venido a menos, si no tener qué llevarte a la boca es triste, "más lo es aún que intenten humillarte por ello". Y lo dice porque, según explica, los agentes que acudieron al supermercado lo trataron "con absoluto desprecio y chulería". Habla de insultos y provocaciones. "Creo yo que llevarse unos trozos de carne no era para aquello", señala, anunciando su intención de denunciarlos.

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