Manolo García, músico: "La satisfacción personal puede llegar en calma o en ebullición"

El barcelonés presenta hoy en el pabellón Príncipe Felipe (22.00) su nuevo disco, ‘Geometría del rayo’, amén de éxitos de siempre.

Manolo García vuelve hoy al pabellón Príncipe Felipe.
Manolo García vuelve hoy al pabellón Príncipe Felipe.
Oliver Duch

Pasan los años, y el público de Manolo García sigue enamorado de Manolo García. ¿Cómo mantiene la chispa viva?

Siento asombro; no entiendo mi suerte, esa durabilidad en el tiempo. Calar en el público siempre es difícil para un artista, pero mantener vivo el amor es mucho más complicado. Uno piensa a veces que ya, que ahora es cuando ya voy a quedarme atrás, y no.

Da la impresión que se las sabe usted todas y, sin embargo, su aproximación al oficio de músico es casi naíf.

No manufacturo discos como tornillos, para mí es algo vital. Sería un tipo triste sin esto. Cuando trabajo me dejo ir, son muchas horas de echar la caña de pescar a ver si pica algún pez, con toda la ilusión. Era muy joven cuando elegí esta forma de vida, ¿sabe? Nunca pensé en ser famoso y rico, solo quería ser músico. Cuanto más tiempo pasa, más me gusta componer, cantar, tocar la guitarra. Es una suerte inmensa la que tengo. Sonará a populista, pero me gusta mucho lo que hago, quiero que dure y soy capaz de dar lo que haga falta para ello. La idea es que cada espectador salga sintiendo que ha disfrutado, en vez de comentar «este ya no es lo de antes». Los ojos de afecto nutren.

Usted es muy aficionado a la lectura, pero la calle parece inspirarle aún más.

Soy observador y curioso, que no cotilla. Voy y miro y pregunto y escucho cual perro callejero. Lo sorprendente de la vida me interesa mucho, las anécdotas son tesoros. La manera en que nos movemos los humanos también es llamativa: a veces somos termitas que devoran todo; a veces, seres magníficos y fascinantes, cada uno desde su atalaya o su patio. Me gusta mucho leer a los antiguos, a los que supieron desentrañar el entramado de la vida y nos dejaron un legado, pero también es una gozada sentarse en ese bar donde nadie te conoce y ponerte a charlar con alguien. Las vivencias son un punto de partida para las canciones, no necesariamente la base de una letra. Lo mismo ocurre con los libros o las películas. Se despiertan cosas, las agarras, las vuelcas y les das forma.

Lo suyo es la voltereta. Viene a Zaragoza con doble banda...

Me toca liderar un equipo, y uno de los fundamentos de este equipo es la sorpresa, hacer lo que dicen que no se puede hacer, porque sé que quiero y puedo hacerlo. Cuando llego a algún sitio ya voy buscando otro, una nueva dirección, vientos que me ayuden o me reten a la hora de acometer el siguiente viaje. El aburrimiento en la vida es nefasto, pero tampoco te creas que mi meta es la vorágine, porque la satisfacción personal puede llegar en calma o en ebullición. Tengo una banda americana y no quiero soltar a la mía, algunos me acompañan desde hace décadas, así que voy con las dos este mes. ¿Que no se puede? Pues sí, y lo hacemos. Pienso en el público, en no guardar nada porque la gente que te da cariño y hace kilómetros y se quita de otras cosas para pagar la entrada lo merece cuando te toca corresponder, así que ideo majaradas pensando en ellos. Los americanos me ayudaron a grabar ‘Geometría del rayo’ y solo pueden darme estos días porque se les acumulan los compromisos en su tierra. Nuestro tren de gira es apacible y se respira alegría desde la carretera a la prueba de sonido. Luego, todos a remar para que la gente cante y se olvide un rato de las amarguras de la vida.

¿Cómo ve el panorama musical español? ¿Hay crisis, o no se busca lo suficiente?

Siempre habrá cantera; otra cosa es que difundan su trabajo mejor o peor. Respeto a todo el mundo que no insulta o excluye, pero no me gusta ver a domadores de artistas, prefiero los maestros. Me quedo con la música que me dice cosas y me hace estremecer, lo que me volvía loco de chaval: Janis Joplin, Rory Gallagher, Zappa. Ahora hay gente que me gusta, y bien cerquita, como Love of Lesbian, Ivette Nadal o Adriá Puntí. El arte debe ser salvaje, silvestre.

¿Le queda tiempo para pintar?

Es el sitio de mi recreo, que decía Antonio Vega. Ahí descanso y aflora mi parte introvertida. Con la pintura cambio de tema, me acuno y me alejo de la vanidad.

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