Icíar Fuentes: "Mi madre y mi abuela lucharon para ser feriantas, y gracias a su lucha yo estoy aquí"

Nacer en una feria imprime carácter y te engancha para siempre. Al menos eso le pasó a Icíar Fuentes, cuarta generación de una familia de feriantes

Icíar posa en la feria delante de su puesto de comida mexicana, subida a una escalera y agarrada a dos peluches, una cabra y un unicornio.
Icíar posa en la feria delante de su puesto de comida mexicana, subida a una escalera y agarrada a dos peluches, una cabra y un unicornio.
Guillermo Mestre

Icíar Fuentes nació hace 30 años en la feria, al igual que su madre, y que la madre de su madre. Forma parte orgullosa de una cuarta generación de feriantes y el aire que siempre ha respirado lleva el aroma de los churros y el algodón de azúcar; también de la grasa que lubrica las atracciones y el gasoil de las grandes autocaravanas, que son su hogar. Entre las brillantes luces de colores y el incesante ruido ambiental se siente en casa, y la banda sonora de su vida está repleta de risas infantiles y gritos de emoción. Icíar es ferianta por los cuatro costados. Y le encanta. "No podría dedicarme a otra cosa, esta es mi vida", admite.

Vida que consiste, básicamente, en viajar, montar, desmontar, y vuelta a empezar. "Me gusta vivir cada poco en un sitio diferente. Estar mucho tiempo en el mismo lugar me agobia", explica. Es muy duro, aunque parezca una existencia nómada sin ataduras y con la melena al viento. "Requiere mucho sacrificio, vivimos en la calle, siempre pendientes de todo. Pero es donde me he criado y donde quiero estar", asegura. Aunque ya no se gane, dice, tanto como antes, y en algún sitio todavía les traten "diferente" por ser feriantes. "¿Que si me gustaría que mi hija (Haití, de ocho años) viviera algún día así? No". Para ella aspira a una vida alejada de los recintos feriales, con unos estudios, una seguridad laboral y económica, y la niña parece conforme con la idea. Quién sabe si se dejará atrapar por los cantos de sirena (a todo volumen) de la megafonía, pero, de momento, que haya una nueva generación de la saga está por ver.

A todo esto, ¿cómo empezó todo? Con un tatarabuelo que se sacaba los cuartos vendiendo turrones por las ferias de los pueblos. Aquello debió de gustarle, porque la cosa fue a más. ¿Saben la noria, esa atracción omnipresente cuya silueta se recorta en todas las ferias que se precien de serlo? Pues la primera que hubo en España fue de la familia Buendía, de la que procede Icíar. También tuvieron la primera Olla, un Pulpo, un Martillo, un Paratrooper... Parte de la saga se dedica a las atracciones mecánicas, pero la madre de la protagonista de este reportaje se decantó hace años por una crepería en la que ella también trabajó, hasta que se independizó y montó su propio puesto de crepes. Más tarde hizo la prueba con uno de comida china, y esta temporada se ha estrenado con otro donde se dispensan tacos, burritos, guacamole y mojitos. Exacto, un mexicano. La casita mexicana, se llama.

No le va mal, y en estos años detrás de una barra se ha granjeado amistades en Zaragoza que para ella son entrañables. Y dentro de la gran familia que forma este entramado de puestos de luces de colores también siente que tiene su lugar. "¿Discriminada por ser mujer? En absoluto, por ser mujer no tengo menos derechos", suelta con desparpajo. Cuenta que ahora, en su mundo, hay "compañerismo", más que "machismo", y a la compra va quien puede y al ayuntamiento, quien tiene un rato. "Puedes pensar que el montaje de una atracción es más cosa de hombres, pero aquí estoy yo, levantando mi negocio", explica, desafiante.

Su madre y su abuela sí tuvieron que batirse el cobre, eran otros tiempos y la desigualdad de sexos era más notoria: "A mi madre sí se le intentaron subir a la chepa, pero el truco está en no dejarse. Mi madre y mi abuela lucharon mucho para ser feriantas, pero me abrieron el camino, gracias a ellas estoy aquí".

Por cierto, a Icíar le encantan las Fiestas del Pilar. "Todos los años voy dos veces a ver a la Virgen. Para mí, eso es sagrado".

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