El camino de la Química se regenera mirando a la ribera del Ebro

La avenida de La Almozara es el principal acceso al barrio que da nombre, que siempre ha estado marcado por un pasado industrial pero que en la actualidad se ha beneficiado por un entorno natural envidiable.

La avenida, a la altura de su bifurcación con Pablo Gargallo.
La avenida, a la altura de su bifurcación con Pablo Gargallo.
Toni Galán

Dicen que la sombra de La Almozara no es alargada, sino rojiza. Basta con escavar levemente, apenas apartar con las manos un puñado de tierra en alguno de sus parques, para que aflore un pasado teñido de bermellón por la antigua industria química que durante tantos años le dio nombre al barrio. Hoy, su principal –en realidad, el único– camino de entrada que existía se ha convertido en avenida gracias a las nuevas urbanizaciones de viviendas y el desalojo de las factorías. Mientras, los vecinos celebran la victoria de vivir en un distrito "tan céntrico como recogido".

Eso sí, el camino ha sido largo, y a él se accedía durante siglos a través de la puerta Sancho, una de las doce que disponía la ciudad en su perímetro para el control del acceso a intramuros. Algunas se perdieron por los destrozos de las guerras (como puerta Cinegia) o se derribaron para permitir el desarrollo urbanístico. Sin embargo, la mayoría fueron víctimas de la revolución de 1868, cuando se tiraron por ser símbolo del cobro de impuestos al pueblo.

Zaragoza, calle a calle: Avenida de La Almozara

Así ocurrió con la de Sancho, que no obstante fue reconstruida como un sencillo portón de madera. Finalmente fue suprimida del mapa en 1904, pero un mural en Santa Lucía y un monumento al inicio de la avenida de La Almozara le rinden memoria.

Con el tiempo, otra barrera apareció en el camino. "El puente del ferrocarril ­–el de La Almozara, en la actualidad– llegaba hasta la Química. Había un paso a nivel que tardaba una eternidad, y como se pusieran a hacer maniobras, no pasabas en toda la mañana", recuerda Daniel García, vicepresidente e histórico fundador de la asociación de vecinos del barrio.

"Antes de ser avenida era camino, y llegaba hasta Monzalbarba. A la derecha estaban los bloques antiguos de viviendas y un almacén de madera, y a la izquierda algún local de albañiles. Al fondo, más allá de la iglesia no había más que tres torres agrícolas y campos". Es su visión de esta calle en los años sesenta, pero la avenida, y el barrio en general, pisó el acelerador en los setenta, gracias a las reivindicaciones vecinales y la expansión urbanística de la Transición, que se fijó en este recodo de la ciudad al abrigo del río Ebro todavía sin explotar.

La Pirita

De ahí que prácticamente todo el barrio sea nuevo. Uno de los últimos edificios en llegar fue el Balboa, un lugar que los vecinos con más canas recuerdan con nostalgia como la Pirita. "No era más que una explanada de tierra roja, materiales y escombros de la Química, donde improvisamos un circuito de motocros aprovechando los desniveles que tenía", explica Francisco Javier el ‘Fiti’, como era conocido en el barrio por su pasión por el motor. "Tenía un muro perimetral, así que los guardias no nos molestaban", comenta con cierta sorna.

"Los chavales iban allí con una tapa de váter y se tiraban como un tobogan por las cuestas", añade Daniel García. Sus progenitores les prohibían acudir a este rincón del barrio, pero pronto descubrían la ‘traición’ de sus hijos cuando aparecían por casa con el calzado o los pantalones teñidos de ese rojo inconfundible.

Aquellos jóvenes luego frecuentaron lugares como el Codef (Centro Obrero de Formación), en la bifurcación con Pablo Gargallo, donde se organizaban charlas, proyecciones de cine, excursiones... pero sobre todo, guateques los domingos.

En cualquier caso, el camino de La Almozara ha sido –y gracias a la recuperación de las riberas, sigue siéndolo– un lugar de ocio y esparcimiento al aire libre, gracias a un entorno recogido y acotado por las vías del tren (ahora por la avenida Ciudad de Soria) y el río Ebro. Los bañadores de la popular playa de Los Ángeles han dado paso ahora a las zapatillas y los pantalones cortos de los cientos de corredores que cada día entrenan por esta zona verde de la ciudad.

Además, la avenida cuenta con un buen puñado de infraestructuras deportivas, aunque lamentablemente para los vecinos, el barrio sigue sin contar con unas piscinas municipales. Sí que disfrutan de este servicio en las instalaciones militares del Soto, entre el colegio Jerónimo Zurita y el entorno del pabellón Puente, donde antes de la Expo era habitual desplazarse a merendar a la conocida como ‘la arboleda’. También se pueden pegar un chapuzón los socios del club Tiro de Pichón, que ha cambiado las escopetas por pistas de pádel y eventos sociales.

En cuanto al futuro más próximo, la avenida de la Almozara espera que el juez se pronuncie sobre la viabilidad o no de la torre de pisos proyectada junto a la plaza de Europa y recur­­­rida por los vecinos. Si da luz verde al promotor, se elevará un edificio de 20 plantas y 216 viviendas.

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