La romería hasta la ermita de San Roque colorea el cerro con una marea multicolor

Centenares de peñistas, cofrades y vecinos subieron hasta el pequeño templo y a la bajada disfrutaron del tradicional chocolate y pidieron las vaquillas.

Fiestas de Calatayud
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Con la noche todavía cerrada, cuando la música todavía resonaba en los locales de algunas peñas, el pequeño campano de la ermita de San Roque ya se dejaba oír a varios metros por debajo en las calle de Calatayud. Eran las 5.00 de la madrugada de este jueves y ya entonces peñistas, cofrades y vecinos estaban pasando por el cerro del santo, mientras abajo comenzaba la procesión con su figura para a las 5.30 iniciar la subida de la imagen, portada por miembros de la cofradía y acompañada de las peñas y sus charangas.

Algunos peñistas, como Lucía Lajusticia e Ismael Sánchez, de Peña Nogara a las 5.30 ya iban de bajada. "Hemos aguantado toda la noche, para subir y ya nos vamos a dormir", explicaba Lucía. "El tema es que subir con la charanga es muy lento y cuesta mucho", puntualizaba Ismael. "Como la ermita está abierta toda la noche, aprovechamos para subir antes, que está más tranquilo", reconocen ambos que llevan tres décadas como peñistas. "Antes sí que subíamos con la peña, y es bonito porque subes al ritmo de la música", indicaba Lucía, mientras que Ismael señalaba que "tienes que aguantar".

En su camino hacia casa, pasaron por la Puerta de Terrer, donde decenas de personas esperaban el paso de las charangas para unirse a la subida. "La subida con las charangas y el santo, la misa y el chocolate es lo más tradicional que hay", sostenía Araceli Ruiz mientras esperaba en un banco con su marido y una amiga. "He hecho la novena y hoy nos hemos ido a dormir, nos hemos levantado y a la bajada iremos otra vez a la cama", explica esta peñista de Rouna y cofrade.

"No soy de aquí, pero llevo subiendo 40 años. La primera vez me llamó la atención la cantidad de gente que había y tanto tiempo después me pasa igual", reconocía José Garrido, acompañado de Marimar Forcén. En su caso, bilbilitana de origen recordaba cómo "subía con mis padres, pero me adelantaba corriendo y les esperaba más adelante". Así, explica, cerca del Santuario de la Virgen de la Peña, que "nunca me pierdo este día, alguna vez nos quedamos a la misa, pero hoy no porque he trabajado por la mañana y estoy destrozada".

Pocos minutos antes de las 6.00, Laura Peñalosa, vicepresidenta de la Cofradía de San Roque, junto a una veintena de personas se afanaban en la era del santo en los preparativos del tradicional chocolate que se reparte a la bajada de la ermita. "Se reparten unas 6.000 raciones y lo que sobra va a centros benéficos", explica Peñalosa, quien apunta que de esta cita hay constancia desde al menos los años 20.

Ya con el sonido de las charangas inundando las calles más altas de Calatayud, Jesús Navarro, esperaba la figura del santo en uno de los descansillos. "Lo hemos subido muchos años al hombro, pero ahora cuesta y hay que ir descansando", explica quien fuera peñista del año y presidente de Los Que Faltaban.

Un minuto antes de las 6.00 llegaba el santo al altar de la explanada, mientras decenas de peñistas se repartían en los alrededores de la ermita o pasando a su interior para cantar los gozos y tocar el campano. "Normalmente trasnochábamos y subíamos con las charangas, esta vez nos hemos levantado de propio para subir, explica Javier Yagüe de Peña Solera, a quien acompañaba su hija Izarbe, que hacía la romería por primera vez.

Concluida la misa, las peñas pusieron rumbo a la era, donde ya se había empezado a repartir el chocolate. Pasadas las 7.30, peñistas y cofrades se congregaban en la plaza de España para el acto tradicional de pedir las vaquillas.

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