Misión cumplida: Jenny ya tiene nuevo hogar

Tras la última gran crecida del Ebro, varios terrenos y hogares de la capital aragonesa tuvieron que ser desalojados. Hasta Heraldo llegó el caso de la burrita que se quedó sin techo.

Misión cumplida: Jenny ya tiene nuevo hogar
Misión cumplida: Jenny ya tiene nuevo hogar
Heraldo.es

Hace unas semanas os contábamos que una vecina zaragozana, Susana Moliner, andaba en busca de un nuevo hogar para establecerse con sus animales tras haber sufrido las terribles consecuencias de la última crecida del Ebro que tuvo lugar el pasado mes de abril. En el reportaje ‘En busca de un hogar para Jenny’, Moliner relataba como durante la evacuación de su solar, uno de sus animales se puso de parto dando a luz a una pollina a la que decidió llamar Jenny.

Durante casi dos meses permaneció junto a sus animales - entre los que se encontraban varios burros, cabras, perros, patos y gallinas-, en el terreno de una vecina de Utebo, Lorena, voluntaria de la protectora Sonrisa Animal. Tras pasar varios días y no encontrar un nuevo lugar que cumpliera unos requisitos mínimos de habitabilidad, Moliner se encontraba desesperada, motivo que le llevó a iniciar una campaña en redes sociales.

“Transcurrieron varios días hasta que bajó el agua y pudimos acceder al terreno en el que se encontraba todo absolutamente destrozado”, recuerda. Moliner decidió evacuar a todos sus animales tras haber vivido una experiencia semejante en la riada de 2015. Esta vez no le pilló por sorpresa.

“Por aquel entonces fue bastante peor ya que estuve en la nave de un vecino durante más de dos meses hasta que logré volver a reconstruirlo todo”, rememora. Lo único que tenía claro en aquel momento es que, en esta ocasión, no pensaba volver: “Necesitaba un nuevo espacio, no inundable, y donde pudiera establecerse en condiciones”.

Las necesidades a cubrir eran: un terreno de unos 2.500 metros de extensión en un entorno no más lejano de 40 kilómetros de Zaragoza –para mantener su puesto de trabajo-, con un hogar en el que establecerse con sus animales, los cuales ocupan bastante parte de su tiempo, y por un presupuesto no superior a 500 euros al mes.

“A raíz de la publicación del artículo en Heraldo recibí numerosas llamadas y mensajes con diferentes propuestas pero ninguna cuadraba del todo con lo que necesitaba, hasta que me pasaron el teléfono de Cristina Alfonso”, recuerda la zaragozana. Alonso, vecina de Montañana “de toda la vida”, disponía de un terreno que cumplía curiosamente cada una de las características solicitadas por Moliner. “Era la casa de mis padres, pero al fallecer él mi madre se mudó a un piso hace tres años y la teníamos deshabitada”, explica.

Se trata de un terreno de más de 2.000 metros, con una casa que cuenta con todas las condiciones necesidades para habitar en ella. “Mi madre no quería venderla pero mis 4 hermanos y yo nunca nos poníamos de acuerdo para ir a acondicionarla así que pensamos que era una buena idea de darle vida al lugar y de paso ayudar a otra persona”, explica Alfonso.

Tan solo transcurrieron unas horas desde la visita de Moliner cuando Alfonso recibió la llamada: “me dijo que si nos parecía bien que ya no iba a visitar más casas, que se quedaba en esta”. Y, dicho y hecho, tras más de un mes de trabajos de acondicionamiento, el pasado 1 de junio Moliner se mudó con sus animales a Montañana.

Empezar de cero

Tras todo lo ocurrido desde el pasado 12 de abril, cuando la riada llegó a su punto máximo a su paso por la capital aragonesa, Moliner reconoce que ha pasado una de las etapas más complicadas de su vida. “Han sido muchas cosas, la verdad. Pero ahora estoy muy agradecida. Creo que ha sido un buen cambio y ahora estamos mucho mejor todos”, indica.

Además, Moliner reconoce que el día que viajó a conocer este terreno iba completamente desmotivada: “Había ido a ver tantos sitios que no servían, y estaba siendo todo tan duro, que recuerdo que iba muy negativa. Al entrar por la puerta me di cuenta que era mi nuevo hogar”.

Sin embargo, reconoce que no ha sido fácil dejarlo todo atrás y empezar de cero. “He pasado toda mi vida en Utebo, en ese terreno. Ahora veo todo como si hubiera salido de una pesadilla pero reconozco que estoy feliz y muy agradecida”, concluye Moliner.

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