Un año de cárcel por envolver con celofán a un zaragozano que murió durmiendo en un cajero

El hombre falleció esa noche de un infarto, pero un juez de Las Palmas, donde sucedieron los hechos, no ve relación directa entre la muerte y la acción de tres jóvenes canarios.

El cajero de Las Palmas en el que murió Carlos de Felipe.
El cajero de Las Palmas en el que murió Carlos de Felipe.
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Hacia las 4.00 del 11 de junio de 2015, los jóvenes Pedro Airán Bolaños, Óscar Montesdeoca y Aarón Domínguez volvían caminando a sus viviendas del barrio de El Risco de San Nicolás, en Las Palmas de Gran Canaria, entre risas: habían estado varias horas bebiendo alcohol e incluso habían tomado estupefacientes.En su camino se cruzaron con Carlos de Felipe, un zaragozano que llevaba unos seis años durmiendo en las calles y cajeros de la populosa zona de la ciudad canaria.

Airán, Montesdeoca y Domínguez se acercaron hasta el umbral de la entidad bancaria en la que descansaba Carlos de Felipe porque, según relataron días después ante la Policía Nacional, sus ronquidos les hicieron mucha gracia. Este hecho fue suficiente para que estos jóvenes, que entonces tenían 31, 24 y 21 años, decidieran humillar a Carlos: cogieron un rollo de cinta adhesiva transparente de entre sus pertenencias y con él le envolvieron parte de la cabeza y lo amarraron a la colchoneta sobre la que dormía. También utilizaron la cinta para adherir a una de las manos de Carlos de Felipe la botella de ron de la que había estado bebiendo esa noche, como más tarde determinaría la autopsia. Porque el zaragozano murió esa noche de la guisa en la que Pedro Airán Bolaños, Óscar Montesdeoca y Aarón Domínguez le dejaron en aquel cajero. El cuerpo sin vida lo encontraron minutos antes de las 7.00 unos vecinos del barrio que acudían a trabajar. La tropelía de estos jóvenes tuvo una rápida respuesta policial: sus acciones habían quedado grabadas por las cámaras de vigilancia y fueron detenidos.

Los hechos tuvieron una gran repercusión social en Las Palmas porque De Felipe era muy conocido en el barrio: solía pasar el día en la calle de Franchy y Roca pintando cuadros y jugando al ajedrez. No era un indigente al uso: fue él quien decidió vivir en la calle, guiado por el espíritu bohemio que había cultivado desde que era un niño. Vivía del dinero que conseguía vendiendo sus obras, hablaba a menudo por teléfono con su única hija y nunca protagonizó ningún incidente grave.

Poco después de la detención de los jóvenes, la Fiscalía de Delitos de Odio y Discriminación se puso a investigar los hechos y acabó acusando a Airán, Montesdeoca y Domínguez de un delito contra la integridad moral y de una falta de maltrato.Solicitó para ellos dos años de cárcel y 3.000 euros de responsabilidad civil. La acusación particular, ejecutada por el abogado José Luis Álvarez en nombre de la hija de Carlos de Felipe, pidió idéntica pena de prisión, una multa de 450 euros y 24.000 de indemnización.

Pero el juez que dictó sentencia en febrero no tuvo en cuenta ninguna de estas peticiones: condenó a los tres jóvenes a un año de cárcel por un delito contra la integridad moral, fijó la responsabilidad civil en 12.000 euros (a abonar entre los tres) y les absolvió de la falta de maltrato.

Recurso en la Audiencia

La acusación particular achaca la condena a una instrucción «muy floja» que ha hecho "imposible" perseguir cualquier delito, según explicó el abogado José Luis Álvarez. "Las penas son ridículas: no van a cumplir la prisión ni van a pagar", agregó el letrado, que apuntó que uno de los jóvenes ha recurrido la sentencia del Juzgado de lo Penal y que él ha hecho lo propio en nombre de su representada. "Insistiremos en los mismos términos de la acusación inicial", refirió el abogado.

"El hombre no dijo nada, simplemente roncaba, estaba KO"

El relato de los hechos que hicieron los condenados ante el juez de lo Penal número 3 de Las Palmas es estremecedor. De las palabras de los jóvenes se desprende que Carlos de Felipe no se despertó mientras le envolvían la cabeza y lo amarraban a la colchoneta sobre la que dormía. "No nos dijo nada. Simplemente roncaba. Estaba KO, ‘trancao", dijo Aarón Domínguez, el joven que cometió la totalidad de las acciones sobre el zaragozano mientras sus compañeros de juerga le reían las gracias porque esa noche había, abundó uno de ellos, "armonía en el ambiente".

Los tres negaron que realizaran estos hechos porque sintieran animadversión o desprecio por las personas sin hogar, una antipatía que los sociólogos describen con el neologismo aporofobia, elegido por la Fundación del Español Urgente (Fundeu) palabra del año 2017. De hecho, los jóvenes afirmaron que tenían familiares toxicómanos que vivían en la calle y uno de ellos, incluso, señaló que era ‘okupa’. Lo que hicieron, señalaron, simplemente fue "una broma" que se les fue de las manos.

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