Los Reyes Magos llegan a Zaragoza en un viaje al centro de la magia y la ilusión

Sus Majestades recorrieron el corazón de Zaragoza en poco más de dos horas y con una comitiva de casi 300 personas. Alocados aventureros, pulpos gigantes y artilugios extraídos del imaginario de Julio Verne protagonizaron las carrozas.

Numeroso público esperaba a Sus Majestades en la plaza del Pilar. En la imagen, el rey Melchor saluda a un grupo de niños que llevaba dos horas esperando.
Numeroso público esperaba a Sus Majestades en la plaza del Pilar. En la imagen, el rey Melchor saluda a un grupo de niños que llevaba dos horas esperando.
Aránzazu Navarro

Una bici-submarino o un globo aerostático con barca incorporada son solo un par de los extraños y divertidos artilugios que pudieron verse ayer por las calles de Zaragoza. La cabalgata se consagró al imaginario de Julio Verne y los niños, boquiabiertos y ojipláticos, parecieron disfrutar con el ‘show’ futurista (aunque de un futuro del siglo XIX) que arropó a las carrozas de Sus Majestades de Oriente. Hasta dos horas antes de que comenzara el desfile había pequeños apostados en el recorrido, guardando todo lo pacientemente que podían su turno. Su turno de gritar, de recoger caramelos y de entregar sus ya tardanas cartas.

Apenas aparecía una esquinita de la estrella gigante que abría el desfile y el griterío era extraordinario. Acto seguido surgía Julio Verne en una especie de triciclo XXL, con un grifo en cada rueda, y los padres se las veían y se las deseaban para explicar a los pequeños quién era ese señor. "Los Reyes hacen viajes muy largos y este señor es uno de los viajeros más universales", salían airosos del envite.

Emoción de niños y mayores en la cabalgata de Zaragoza

Tras el autor francés, siempre rodeado de cables y cacharros, tomaron las calles batiscafos a pedales y criaturas del océano inspiradas en las ‘20.000 leguas de viaje submarino’. Una de las atracciones más celebradas fue un gran calamar, el Nautilus se conoce, que resultó ser bailongo y hacía la ola con sus patas cada vez que gritaba la chiquillería. A las profundidades marinas les siguieron las terrestres, pues del ‘Viaje al centro de la Tierra’ se escaparon algunos personajes, en lo que fue un ir y venir de vagones repletos de pepitas de oro (¡y lingotes!) así como de piedras preciosas. "A mí, si los Reyes me tienen que traer una roca, en lugar de carbón que sea de diamante", bromeaba una madre con su pequeño en brazos. Los mineros y alquimistas llegaban acompañados de las gentes de Almozandia, una de las 16 compañías locales de teatro y animación que llevaban diseñando el desfile desde el pasado verano.

Saltimbanquis y lunáticos

"Me van a traer un patín y el FIFA 2018 porque me lo merezco mucho", decía Nicolás, de 7 años, muy seguro de su buen comportamiento. Él hacía días que había enviado su carta a Melchor, que con sus luengas y níveas barbas fue el primer rey en pisar las calles zaragozanas. De su bloque, una de las carrozas más celebradas fue la de la luna, que iba acompañada de la onírica y evocadora música de un piano en directo. Sus melodías, no obstante, no calmaron esta vez a las fieras –véase a los niños exaltados– que deseaban ver los bailes de acróbatas y zancudos.

El siguiente en entrar en escena fue Gaspar, que –a juzgar por los vítores y aplausos– demostró que este año le ha arrebatado algo de hinchada a Baltasar, que sigue siendo de largo el rey preferido de los niños zaragozanos. Gaspar fascinó al personal gracias a la infalible plataforma del elefante, que ilustraba la aventura india de Philleas Fogg. En la carroza del rey, por cierto, disfrutaba de la cabalgata media docena de chavales, que pudieron vivirla desde dentro gracias al sorteo que viene haciendo el Ayuntamiento en los últimos años. Anoche, 27 niños distribuidos en diferentes tramos, pudieron acompañar a Sus Majestades, los pajes, los emisarios y los carteros llegado de la estepa rusa, que no eran otros sino los tataranietos de Miguel Strogoff.

Así, entre músicas en directo y la recreación de inventos visionarios, discurrió el espectáculo por Constitución, San Miguel, el Coso y la calle de Alfonso I hasta cubrir los 2,9 kilómetros de recorrido. Una ovación, por cierto, se merecen los equilibristas que durante dos horas no descansan ni dan muestras de desfallecimiento. Ni un alfiler cabía entre el vallado y los niños se encaramaban a cualquier macetero o estación Bizi para poder ver mejor, entre otros, a los bailarines de las tribus africanas que acompañaban al esperadísimo Baltasar.

Fogosas antorchas

Aunque el desfile contó con siete carrozas o plataformas nuevas, muchas otras fueron remozadas y en la parte del desierto africano fue donde más se notó. Allí se volvió a ver la sempiterna barca del Nilo, aunque también el más novedoso vehículo eléctrico de K de Calle, que es el grupo coordinador de todo el montaje. La cabalgata cuenta con el diseño de escenografía de Manolo Pellicer y con la dirección artística de Michel Mondrón y Alberto Castrillo-Ferrer, si bien destacable y loable es también la labor de maquillaje resuelta con maestría por Ana Bruned.

De vuelta a las calles, los más pequeños se quedaban embobados con los malabaristas del fuego, a quienes los progenitores miraban con cierto recelo no fuera a ser que se escapara alguna bocanada. Mientras provocaban al personal con fogosas acrobacias, los figurantes hablaban una lengua inteligible propia de las remotas aldeas africanas de ‘Cinco semanas en globo’. Los bailes con antorchas y la carroza del Capitán Nemo ocuparían el ranquin de éxitos de la cabalgata de 2018, que también situaría en el podio esa suerte de piedra Rosetta, que en realidad era el pergamino que conduce al interior del planeta. Mención aparte merece el vestuario de los casi 300 figurantes, que corrió a cargo de Ana Sanagustín, Sheila Lozano y Encarni Corrales.

La recepción municipal

Aunque mucho niños esperaban ver la mágica estampa de Sus tres Majestades juntas, esta solo se pudo obtener en la plaza del Pilar. Al final de la calle de Alfonso I –repleta de voluntarios, que con sus chalecos y gorras parecían una compañía más– esperaba el alcalde Pedro Santisteve. Este año, por primera vez, no hubo visita al belén y Melchor, Gaspar y Baltasar fueron dirigidos directamente al balcón del Consistorio. Ahí arriba tomaron el micrófono para preguntar a los niños si habían sido buenos y para pedirles que pensaran en quienes no tienen tanta suerte como ellos. "Esta es la noche de los deseos y tenéis que saber que los sueños pueden hacerse realidad", concluyó su alocución Gaspar.

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