Zaragoza

Algunas tiendas de la calle Alfonso piden el relevo

Emblemáticos locales de la arteria principal del Casco Histórico echan el cierre. El sector hostelero en el entorno de El Pilar tampoco atraviesa su mejor momento tras la mudanza de los Juzgados a la Ciudad de la Justicia.

Longevas tiendas de la calle Alfonso de Zaragoza cuelgan los carteles de “liquidación total” y “traspaso” a lo largo y ancho de esta vía que cada día observa el ir y venir de cientos de zaragozanos y turistas.


Las vitrinas de La Campana de Oro alojan los rótulos de “liquidación” desde principios de año. Según apunta una de sus dependientas, seguirán ahí hasta que se agoten las existencias o se extinga el contrato del alquiler. Esta peletería ha sido testigo de los cambios en la moda y la vida de la calle Alfonso desde 1885. Pero parece que sus días ahí ya están contados.


Unos metros un poco más arriba, en la acera de enfrente, la tienda de ropa para el hogar Florida, también anuncia en su escaparate la “liquidación total” y ofrece el “traspaso” del local. El dueño de la firma, quien según sus dependientes cierra por jubilación, no quiere hacer ningún tipo de declaración. Al igual que en La Campana de oro, sus puertas seguirán abiertas hasta que se acabe el stock.


La Casita Blanca, una tienda de ropa exclusiva de bebé cerró sus puertas a principios de verano. Lo mismo ocurrirá con la tienda de caballero Higinio. Tras casi 60 años ofreciendo grandes marcas textiles, también ha colgado el cartel de “liquidación”. Su dueño, quien no quiere revelar su identidad ni hacer declaraciones porque “no es muy amigo de contar historias”, apunta de manera tajante que cierra “porque las cosas van muy mal”.


En el escaparate de Derby también cuelgan los mismos carteles. Sin embargo, en su caso aseguran que no echan el cierre. Los dos socios que la regentan actualmente apuntan que el único cambio que se va a producir en su interior de esta firma de ropa masculina es que antes eran cuatro socios y ahora solo serán dos.


En una conocida tienda de bisutería y complementos muy cercana al Pilar, Virginia y su hermana, dos jóvenes dependientas con años de experiencia en esta vía, explican que la calle Alfonso está experimentando un proceso de cambio. “Se ven muchos carteles de liquidación, pero queremos pensar que solo se trata de un relevo generacional o de una renovación”, apuntan.


El traslado de los Juzgados “ha hecho polvo” a la hostelería


Si en la calle Alfonso algunas tiendas están echando el cierre, para el sector de la hostelería del entorno de El Pilar las cosas no van mejor desde que en mayo los Juzgados se empezasen a trasladar a la nueva Ciudad de la Justicia en Ranillas. La mudanza ha afectado a casi un millar de funcionarios y, a su marcha se ha sumado la pérdida de una gran cantidad de personas que cada día se desplazaban hasta el centro de la ciudad para solucionar temas jurídicos. Estos factores han hecho gran mella en los bares y restaurantes de la zona.


Una de las más afectadas es la cafetería de Las Catedrales, situada justo al lado de los antiguos Juzgados. “Aquí hemos perdido casi un 90% de la clientela y cuando más lo notamos es a la hora del almuerzo”, apunta el encargado del local. “Con la mudanza han hecho polvo a toda la hostelería de la zona del centro”, añade.


En el café Santiago también, solo unos metros más arriba también coinciden en afirmar que la hora donde más se nota la pérdida de clientela es a la hora de los almuerzos. “Nosotros hemos perdido una media de 50 clientes todas las mañanas”, explica Rubén Sánchez, uno de sus camareros.


En La Tabernita del Pilar, otro de los bares que eran muy frecuentados por los funcionarios y todas las personas que la justicia movía cada día, han tenido que prescindir recientemente de una camarera.


En la Bocatería Espejo, al otro de la plaza de El Pilar, también ha ocurrido lo mismo. “Desde agosto tenemos una camarera menos porque la clientela ha bajado entre un 30 y un 35% en los últimos meses, especialmente a la hora de los desayunos y los almuerzos”, explica Jesús Laorden, quien desde hace más de tres años regenta la Bocatería Espejo. “Aquí ya solo quedan las palomas y el Arzobispado, se lo están llevando todo”.