Una apuesta a medias

El Juli cortó dos orejas pero la encerrona no estuvo a la altura de las expectativas generadas

El Juli, mientras Jesús Arruga le coloca un cachirulo.
Una apuesta a medias
Raquel Labodía

Lleno en los tendidos. Ambiente goyesco en el ruedo. Y una apuesta que se quedó a medias. La encerrona del Juli se torció desde que el primer toro de Garcigrande se partió el pitón y fue devuelto a corrales. El semblante del madrileño no admitía dudas: acababa de despedir su bala más fiable. Se corrió turno, y la oreja cortada al endeble segundo de Cuvillo quedó en espejismo. En los siguientes turnos, el de San Blas se obsesionó con encontrar una embestida específica.

No la tuvo Callejuelo, de Los Maños, y Julián nunca llegó a soltarse de verdad. Los cuatro pinchazos previos a la estocada, en lo alto, evitaron que se le pidiera la oreja que sí cobró después. El Pilar echó un sobrero de gran movilidad y se vieron los mejores muletazos por abajo. Una tanda de circulares rematados con el cambio de mano fue cumbre. Y la muerte del toro, en bravo y tras recibir una estocada trasera, terminó de levantar el entusiasmo. Por poco tiempo.

Con Cuba, ejemplar áspero del Puerto de San Lorenzo que dejó en mal lugar a su parentela, El Juli toreó siempre al hilo y con más oficio que inspiración. Quedaba la segunda bala de Garcigrande, un toro mal hecho pero pronto y alegre con el que repitió una versión ‘light’. La recepción de rodillas, al hilo de las tablas, quedó en apariencia. El protagonista aparentaba administrarse en busca de acometidas muy definidas. Y la devolución del sexto de Parladé significó otro revés a la tarde prediseñada.

El nuevo sobrero de El Pilar se quedó muy corto y, con el animal derrotado, Julián firmó un arrimón que dividió al respetable. Sobrepasadas las dos horas y media de festejo, es lógico que algunos tuvieran ansias por marchar. El resto se quedó a despedir el gesto, ya empequeñecido. Lo superficial había superado a lo sustancial.

Albero decorado

Miguel Ángel Arrudi se encargó de dar un toque singular al festejo. Al acabar el desafío de ganaderías de la mañana, el artista aragonés decoró el ruedo de la plaza de toros de La Misericordia con tintes goyescos y un mensaje (El Juli, 20 años de pasión) para el protagonista de la tarde, que celebraba sus dos décadas de alternativa y quiso conmemorarlo en uno de los escenarios que más han marcado su trayectoria. Además, como es habitual en espectáculos de estas características, tanto el matador como los subalternos lucieron vestisdos goyescos.

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