"Si mi hijo torea en Zaragoza, vivo las fiestas de forma especial"

Digna Navarro, madre de Alberto Álvarez, siempre ha estado al lado de su torero para facilitarle el día a día.

Digna Navarro, posando en el patio de cuadrillas de La Misericordia.
Digna Navarro, posando en el patio de cuadrillas de La Misericordia.
Raquel Labodía

Digna Navarro, madre del torero ejeano Alberto Álvarez, lleva casi tres décadas entregada al mundo del toro. Concretamente, desde que un chaval de tan solo 13 años le confesó que, tras hacer sus pinitos por los pueblos de las Cinco Villas con una muleta que él mismo se había fabricado, quiso dar el paso de ingresar en la Escuela Taurina de Zaragoza. "Ahí comenzaron los sacrificios. Tanto para él como para nosotros", recuerda Navarro.

Alberto era un pelín rechoncho y, desde el primer día, supo que se habían acabado los bocatas de nocilla y el abuso de las chucherías. Iba a tocarle entrenar muy duro en busca de oportunidades. Y las primeras le llegaron de la mano de Julián Capdevila, antiguo empresario de la plaza de toros de Ejea de los Caballeros. "Siempre que podía, Julián le hacía hueco en los actos de las fiestas patronales para que matase un novillo. Me gustaría ensalzar su labor ahora que sé que anda delicado de salud. Se portó especialmente bien con nosotros", agradece la madre, antes de reconocer que, a excepción de su padre Antonio, gran aficionado, la familia andaba "más bien justita" de conocimientos taurinos.

"Cuando nos tocó llevar a Alberto a la finca del picador Luis Castaño (Salamanca), donde prosiguió con su formación, nos parecía que viajábamos al fin del mundo. Después recuerdo con cariño su paso por un bolsín en Ciudad Rodrigo (Salamaca), sus entrenamientos en la plaza de toros de las Ventas de Madrid y el debut con caballos, en el coso de Frómista (Palencia)", añade Navarro, que, más que de representante, como muchos la califican en el sector, ha ejercido "de madre".

Siempre ha estado al lado de su torero para arreglarle un descosido en capote o muleta, prepararle un tentadero, ayudarle a enfundarse el traje de luces o comprarle los billetes de avión hacia el otro lado del charco. También cuando, tras una tarde complicada, ha necesitado a alguien que lo escuchara y lo apoyara. "Me siento con él, se desahoga y lo sereno. Después es probable que yo tenga que llorar su pesar a solas y en silencio, pero delante suyo tengo que aparentar entereza. Debo hacerme fuerte", explica Digna, queriendo destacar el "realismo" que siempre la ha caracterizado.

A lo largo de su dilatada carrera, el diestro de Ejea de los Cabaleros ha compartido cartel con infinidad de figuras del toreo -un buen ejemplo es la tarde de su alternativa, en 2003, en su localidad y acompañado de Víctor Puerto y Morante de la Puebla- y, en opinión de Navarro, nunca ha pegado un petardo sonado. "No es solo amor de madre. Si lo hubiese visto verdaderamente mal alguna vez, se lo hubiese dicho con total franqueza. Él ya lo sabe", confiesa quien, en los días de corrida, trata de llevar una "rutina normal".

Pese a los nervios y la responsabilidad, la familia suele reunirse a comer y, cuando el principal protagonista marcha de casa, su madre aprovecha para recoger todo y salir apresuradamente hacia la plaza. Escena que, tras una temporada de vacío ha vuelto a repetirse durante estas Fiestas del Pilar. El pasado lunes, Alberto Álvarez lidió la denominada corrida aragonesa. Compartió cartal con el zaragozano Ricardo Torres, que se cortó la coleta por sorpresa, y el pedrolense Imanol Sánchez, que arrancó otra oreja.

"Si mi hijo torea en Zaragoza, vivo estos días de formaespecial. El cosquilleo en el estómago es inevitable y, cuando por fin tomo asiento en el tendido de La Misericordia, mis ojos van en infinitas direcciones; no solo hacia el toro", describe Navarro, que desde 1998, año en que se constituyó la Peña Taurina Alberto Álvarez no ha dejado de acudir a la ofrenda de flores del día grande de las fiestas junto a los socios y amigos.

"A la querida Virgen del Pilar le pido que proteja a Alberto y su cuadrilla tanto en la plaza como por carretera. La cantidad de kilómetros que recorren hace que el coche tenga tanto peligro como el toro", lamenta Navarro, y concluye asegurando que, a pesar de que el sector taurino tiene "un punto machista que habría que abolir", ella jamás ha sufrido problema alguno. "Indirectamente sí he vivido situaciones incómodas, pero a mí siempre me han tratado de maravilla. En ese sentido, no me puedo quejar", zanja.

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