Helena Benito: "Vivir la Ofrenda en un hospital de campaña es una experiencia única"

Después de 16 años como médico voluntaria de Cruz Roja, Helena Benito se estrena este 2018 como responsable del operativo de las fiestas.

Helena Benito en una de las ambulancias que estas fiestas recorrerá las calles de Zaragoza.
Helena Benito en una de las ambulancias que estas fiestas recorrerá las calles de Zaragoza.
Oliver Duch.

Para Helena Benito Naverac, médico especialista en anestesia y reanimación del Clínico de Zaragoza, la mejor manera de vivir la Ofrenda de las Fiestas del Pilar es arremangada en un hospital de campaña o un puesto avanzado de la Cruz Roja instalado en la misma plaza. Allí y en otros escenarios de los festejos lleva 16 años acudiendo a auxiliar a ciudadanos que sufren cualquier percance, desde un infarto de miocardio o una arritmia a molestas ampollas, insolaciones e, incluso, alguna que otra alarma de parto. Este 2018 se estrena como responsable del operativo de preventivos terrestres de la entidad que en estos días suele llevar a cabo más de medio millar de servicios, lo que representa un 20% del total de los de todo el año,

«Para mí va a ser un reto profesional y personal porque no es lo mismo hacer mi trabajo de médico que dirigir un dispositivo, pero tengo la experiencia de haber estado en la base y lo mejor para poder coordinar un equipo es saber de primera mano cómo funciona», explica esta profesional de 41 años, que lleva desde los 25 comprometida con esta organización. Lo afronta «con cierta tranquilidad» porque tiene el respaldo «de gente con experiencia de otros años, tanto voluntarios como asalariados». El mérito es compartido: «Sin todos ellos esta labor no saldría adelante». «También cuento con Andrea Carreira, enfermera del Miguel Servet, con la que voy a colaborar estrechamente».

Las cifras de medios que se activan imponen respeto: más de 200 voluntarios, la mayoría de Zaragoza, aunque hay más de medio centenar que viene desde una veintena de provincias, También se dispone de cerca de 30 vehículos, la mitad ambulancias.

Su centro de operaciones principal será la base de los voluntarios en el Actur. En la jerga de Cruz Roja se llama Bravo 99 y allí se centralizan la mayoría de los vehículos disponibles. «Aunque me moveré y estaré donde haga falta», cuenta. La estancia de los voluntarios a la que se accede desde el garaje se asemeja a un comedor familiar con sus cojines de colores dispersos sobre los sofás. Aquí también se reúnen algunos a despedir las fiestas cuando los fuegos han puesto el punto final.

Helena, que como muchos de sus compañeros dedica parte de sus vacaciones a esta tarea, volverá a estar al pie del cañón en el pregón y en la Ofrenda del 12 de octubre, si, como suele decirse, causas de fuerza mayor no lo impiden. Cuando era pequeña salía vestida de jotera «con la empresa en la que trabajaba mi padre o con amigos», pero ahora asegura que vivir la Ofrenda desde un hospital de campaña «es una experiencia única que, además, me da la oportunidad de ayudar a los demás, que es algo que personalmente me llena». En esta jornada no hay horarios que valgan. Su labor suele empezar a las 7 de la mañana, «pero hay compañeros que llevan desde las 5 con el montaje de los puestos y el material». El final lo marcan los últimos oferentes.

Ella debe su vocación a un pediatra que marcó su infancia y que la reconoció cuando fue su profesor en la Universidad. El poder salvar una vida es la mayor recompensa. Helena recuerda como si fuera ayer el caso de una menor a la que en un concierto en la plaza del Pilar la recogieron con una intoxicación etílica grave y cuando ya estaban con ella en el puesto «se quedó en parada respiratoria». «Se puede decir que está viva gracias a la Cruz Roja, no sabemos lo que le podría haber pasado si hubiera estado en otro sitio sin poder contar con una rápida asistencia», explica.

Otro momento especial llegará con el adiós bajo los fuegos artificiales. No dura ni un segundo, pero cuando se oye el último estallido y se produce la oscuridad total «sientes una gran tristeza, un vacío inmenso». Enseguida se encienden las sirenas de las ambulancias y vuelven a la faena.

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