La mano izquierda de Paúl Abadía ‘Serranito’ -reflectada en una tanda de naturales muy hondos al tercer toro- sirvió para justificar su presencia en el cartel de este jueves. El diestro aragonés fue llamado a última hora para coger la sustitución de Saúl Jiménez Fortes, aquejado de una fractura de peroné, y anduvo más que digno con la afable corrida de Adolfo Martín.

Dos meses después de que un animal de esa misma ganadería le propinase una grave cornada en la región perianal y sin ningún otro compromiso de por medio, Serranito volvió a su plaza con las formas de antaño, queriendo hacer las cosas con sentido y bien.

De entrada, topó con un buen toro que mereció mejor lidia y, aunque de uno en uno, trazó muletazos lentos y holgados. El pitón bueno era el izquierdo, y malgastó demasiados esfuerzos en acoplarse por el derecho. Eso, sumado a la manifiesta falta de ligazón, privó a Paúl del triunfo. Me hubiese gustado ver a ese tercero con los dos extraordinarios puyazos que le administró el picador Antonio García al sexto, que empujó en el caballo y se diluyó en la muleta.

Serranito cerró su actuación teniendo que perder muchos pasos y sin acabar de entenderse con su oponente. Aun con todo, firmó un par de naturales que la mitad de los que han ido pasando esta semana por la feria querrían para sí. Prefiero dos pases toreros que otras tantas orejas de pueblo. El diestro zaragozano puede volver cuando quiera. O cuando lo pongan.

No diría lo mismo de Miguel Ángel Perera. El extremeño, que esta volverá a La Misericordia para lidiar la corrida del Puerto de San Lorenzo junto a Ponce y Urdiales, pasó de puntillas por su primer compromiso en este Pilar. Con su primero, un humillador sin motor, se puso pesado sin opción. Después recetó un bajonazo en las costillas a un toro insípido que jamás descolgó. Hoy será otro día…

Ezquerra recoge el relevo

José Antonio Ezquerra se unió este jueves a la moda de no conceder la oreja del público. El presidente del festejo cogió el relevo de Antonio Placer para negar un apéndice a Ferrera cuando la petición era, manifiestamente, mayoritaria. La faena del extremeño había sido muy similar a la anterior, aferrada al temple aunque despegada. La diferencia pudo estar en la estocada pero los pañuelos blancos asomaron por igual. Al público no le gustó que le privasen de su derecho a decidir. A mí, la escasa emoción de los manejables toros de Adolfo Martín.