Torres: "Me marcho como se van los toreros"

El diestro zaragozano se cortó este lunes la coleta por sorpresa.

Ricardo Torres, despidiéndose de la afición de Zaragoza tras cortarse la coleta.
Ricardo Torres, despidiéndose de la afición de Zaragoza tras cortarse la coleta.
Raquel Labodía

"Me voy como se van los hombres, como se van los toreros. No he podido triunfar en Zaragoza pero creo que me he ganado el respeto de la gente". Ricardo Torres (Zaragoza, 1979) se despidió este lunes por sorpresa de los ruedos. No había comunicado a nadie su decisión porque ni siquiera él la conocía. El transcurso de la tarde, la frustración de una nueva decepción, lo condujo a dar tan difícil paso en la lidia del cuarto toro. Su cabeza ya no estudiaba las embestidas de enfrente. Los pensamientos iban dirigidos al inminente final. Su hijo Cristiano se encargó de cortarle la coleta cuando los tendidos, nutridos de familiares y amigos en la denominada corrida aragonesa, se vaciaban entre el asombro.

"Estoy muy triste por haberle jodido el día al pequeño, pero le servirá para conocer de cerca que el fracaso existe", relataba, ya en la soledad de una habitación del Gran Hotel y tras desenfundarse por última vez el traje de luces, el diestro de Valdefierro. En sus lágrimas se entremezclaba la tristeza de la marcha con la satisfacción de las formas, tan sinceras, de hacerlo. "Todo ha sido muy rápido, muy extraño, pero en el escenario soñado. Con todos mis respetos, no abandono en un pueblo. Aquí he vivido todas las vertientes de este complicado mundo. Zaragoza ha sido mi casa y me llevo la imagen de mi gente emocionada", agradecía Torres.

Los también aragoneses Imanol Sánchez y Alberto Álvarez, con quienes tantas sesiones de entrenamiento ha compartido, lo acompañaron en el adiós no premeditado. También la cuadrilla (Curro Sánchez, Rafael Sauco, Miguel Ángel Sánchez, Ángel Esteban, Alberto Carrero), su apoderado (Ricardo Aguín ‘El Molinero’) y el maestro Andrés Vázquez, una de las fuentes de las que más bebió en sus comienzos toreros, allá por los años 90.

"Le pedí con el corazón a Andrés que bajara al ruedo. Ha sido alguien importante en mi trayectoria. Le agradezco cómo se ha portado siempre conmigo y que haya tenido este detalle. Jamás olvidaré lo vivido", explicaba Torres, antes de terminar agradeciendo el apoyo de todas las personas que permanecieron a su lado en los momentos difíciles: "Siento muchísimo haberles defraudado"

La marcha de Ricardo es un alarde de vergüenza torera. Se va sin imaginar ni pretender otro desenlace. Atrás quedan 17 años de alternativa (la tomó en abril de 2001) con sus éxitos y reveses, iniciados en este mismo lugar. Su hijo, que quiere seguir sus pasos, ya no lo verá triunfar. Pero puede sentirse orgulloso de haberlo visto marchar con la cabeza alta y hecho un torero.

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