Cómo y cuándo empezó el cambio de hora

Se planteó la supresión de los cambios de hora en toda Europa cuando se cumplió el centenario del primer cambio.

Reloj de la Basílica del Pilar de Zaragoza
Reloj de la Basílica del Pilar de Zaragoza
E. Casas

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, comunicó en agosto de 2018 al canal alemán ZDF que planteaba la supresión de los cambios de hora en toda Europa. Con esta reversión de la medida adoptada hace un siglo, nos quedaríamos de manera fija en el llamado horario de verano.

La cuestión surgió tras una resolución del Parlamento Europeo, por la cual se consideraba que ese cambio de hora cada seis meses podía tener efectos negativos para la salud. El pleno de Parlamento Europeo pidió en febrero de 2018 a la Comisión Europea que evaluara por este motivo el impacto del cambio de hora dos veces al año y se planteara su posible supresión, pero se acordó hacerlo de manera más pausada para valorar los efectos de la decisión.

¿Cuándo empezó el cambio de hora?

HERALDO DE ARAGÓN contó paso a paso hace 101 años como se estableció este cambio, acogido con alegría y recelo a partes más o menos iguales.

El 16 de abril de hace un siglo se anunció en portada cómo se organizó el cambio de hora en España conforme al decreto promulgado. Así, estaba anunciado que el 15 de abril de 1918 a las 23.00 horas los relojes se adelantarían una hora. Como en todo cambio, llegaron las dudas: muchos se preguntaban si los que almorzaban a la 13.00 ahora tendrían que hacerlo a las 14.00, y los que cenaban a las 21.00 tendrían que hacerlo a las 20.00. Evidentemente, había confusión; estas preguntas rondaban por las calles de las ciudades durante la semana previa. Como no hay peor sordo que el que no quiere oír, las explicaciones complicaron más el asunto en vez de aclararlo. La idea se sustentaba en el mejor aprovechamiento de la luz natural, ahorrando así carbón y energía eléctrica.

En La Coruña el público se congregó en la plaza del Ayuntamiento y provisto de calderos y varios artefactos para hacer ruido, recibió el momento del cambio con una cencerrada. En Valladolid, Valencia y otras capitales se dieron vivas y aplausos al adelanto de la hora.

Así se vivió el primer cambio de hora en Zaragoza con bronca incluida

En la plaza de la Constitución de Zaragoza se concentraron unas 500 personas a las 23.00 para esperar el súbito cambio de hora del reloj provincial. Debajo de los porches, resguardados del cierzo, esperaban los ciudadanos integrados en el grupo más compacto. Otros pequeños colectivos humanos se formaban en plena plaza, entre el monumento a los Mártires y el palacio de la Diputación.

Al sonar la primera campanada de las 23.00 se apiñaron los grupos, que esperaban ansiosos el momento: "Ahora, ahora" se escuchaba durante esos segundos; todos miraban hacia la esfera luminosa.

Cuando acabó de sonar la última campanada y el minutero empezó a dar saltos, los zaragozanos se fueron animando más.

Del primer salto el reloj se plantó a las 3, y el reloj dio el cuarto; otro brinco, y llegó a las 6. Dio la media. Un tercer acelerón lo movió a las 9; sonaron los tres cuartos. A las doce... ¡nada! Consecuente con sus tradiciones de informal y arbitrario, el reloj se negó a dar las doce cuando las saetas las marcaban. "La que se armó abajo", relataba HERALDO. Los presentes abroncaron al reloj, como si fuera un torero en tarde aciaga o un cantante al que se le hubiese escapado el ave consabida. Fue preciso correr el minutero hasta la una para que el reloj se dignara a dar las doce campanadas.

Por fin se rectificó el pequeño lapsus. El público animado, y con ganas de más, marchó hacía el Coso para repetir el momento ante el Banco de Aragón y El Pilar. Casi al mismo tiempo empezaron a sonar las campanas de todos los relojes, como si se propusieran dar un concierto.

Fue un momento musical en el que se confundieron las voces graves de los relojes bajos con las pastosas de los relojes barítonos y las agudas de los relojes tenorinos. Todo un orfeón, allá en las alturas...

Y no pasó más. El viento fresquísimo y la evidencia de que la mañana tenía desde ese día una hora menos para dormir empujó a los curiosos a sus domicilios.

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