Abuelos sin fronteras: de Zaragoza a Alemania para cuidar a sus nietos

Los problemas de conciliación de su hija Vanesa y su yerno Joachim, llevaron al matrimonio a hacer las maletas y a trasladarse a Münster.

Vanesa, Emiliano, Antonia, Joachim y los niños, Jimena y Joaquín.
Vanesa, Emiliano, Antonia, Joachim y los niños, Jimena y Joaquín.
Guillermo Mestre

Emiliano tiene 72 años y Antonia, su mujer, 70. Pero ni la edad, ni el idioma, ni el clima les impidieron emprender hace unos años la que, sin duda, está siendo la aventura de sus vidas: dejarlo todo para trasladarse a Alemania a cuidar a sus nietos.

Vanesa Iserte, hija de Emiliano y Antonia, se fue de Erasmus al país germano y lo que comenzó siendo una estancia de seis meses se ha convertido en una de 16 años, en parte, por culpa del amor. Fruto de su relación con Joachim Wiens nacieron Jimena, que ahora tiene 5 años y Joaquín, que tiene tres.

Los problemas de Vanesa y su marido para conciliar fueron los que llevaron a los abuelos a aterrizar en Münster para echarles una mano, hace aproximadamente cuatro años. "El tema de las guarderías en Alemania es mucho más complicado que en España. Nos quedamos sin plaza de guardería para Jimena, yo estaba embarazada de Joaquín y por aquel entonces trabajaba a una hora y media de donde vivo. Necesitábamos a alguien que cuidara de los niños", cuenta Vanesa. Y ahí estaban ellos, los 'abuelos sin fronteras' que no dudaron ni un momento en hacer las maletas para estar cerca de sus nietos.

Emilio y Antonia iban a trasladarse solo de manera puntual, hasta que la pareja encontrara una plaza de guardería para su hija Jimena. Cuando Joaquín estaba a punto de nacer, toda la familia se trasladó a Zaragoza para disfrutar de un año de baja maternal, pero cuando regresaron a Alemania, el problema volvió a repetirse: "Encontramos plaza de guardería para los dos, pero en lugares diferentes y como ambos trabajábamos no podíamos ir a buscarlos, así que les comentamos si les importaba quedarse con nosotros una temporadita más". Y aceptaron, porque ambos aseguran estar "tan a gusto en Alemania como en Zaragoza". Ni siquiera echan de menos la comida española: "O la llevamos de aquí o la compramos allá", cuenta Emiliano.

Una familia de anuncio

Su historia recuerda al anuncio de una conocida marca de café, en el que unos abuelos viajan hasta otro país solo para estar cerca de sus familiares y conocer a su nieto. "Mi doctora dice que cada vez que ve el anuncio se acuerda de nosotros", comenta Antonia, que lleva un tiempo acudiendo a clases de alemán para terminar de manejarse con el idioma. "No me ha costado nada adaptarme. Sabía que tenía que estar ahí", asegura la mujer.

Aunque cuando se está lejos de casa siempre hay momentos para la morriña. Antonia dice que añora al resto de su familia y a sus amigas y reconoce emocionarse cuando escucha una jota a más de 1.600 kilómetros de Zaragoza.

Familia Isarte

Antonia, Emiliano y los pequeños Joaquín y Jimena.

"Los niños son 'quitapenas'. Te hacen rabiar pero te compensan el estar aquí", apunta Emiliano, que también hizo sus pinitos con el alemán en la Universidad Popular, antes de marcharse a Münster. "Al principio salía con el diccionario de bolsillo en el pantalón, ahora no lo necesito", comenta orgulloso.

Entenderse con las profesoras de guardería, comprar en el mercado y acudir al taller o a la peluquería nunca ha sido un problema para ellos. "Desde el primer momento se las apañaron y yo lo admiro muchísimo", reconoce su hija.

Además de cuidar de sus nietos, ambos llevan un tiempo acudiendo a un centro español para mayores en el que comparten con otros compatriotas sus experiencias, aunque aseguran que nunca han tenido ninguna negativa. "Lo único que todavía me choca es que los perros puedan entrar en las cafeterías o en los restaurantes", apunta el zaragozano.

"Nos iremos cuando nos echen"

Cuando echan la vista atrás, los dos coinciden en que está siendo una experiencia "muy enriquecedora" y que recomiendan a todo el mundo. "Todos, jóvenes o viejos, deberían salir de España para ver cómo es la vida en otro lado. Entonces la gente no sería tan obtusa", asegura Antonia, que cuenta que durante estos años han aprovechado para conocer otros países como Italia, Holanda y otras ciudades de Alemania. "Ya le he perdido el miedo a viajar en avión", asegura.

Entre los planes a corto plazo de estos abuelos no se encuentra volver a España de forma definitiva, aunque sí lo está el seguir aprendiendo y disfrutando de esta vivencia: "Nos iremos cuando nos echen", bromea Emiliano. "Antes tengo que manejar del todo el alemán y aprender a ir en bicicleta, aunque sea en ruedines", concluye Antonia.

En este caso, la realidad se asemeja a la ficción del reclamo publicitario:


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