¿Qué diferencia a los Infanticos del resto de Escolanías de España?

En la actualidad 18 niños de entre 6 y 12 años forman parte de la Escolanía de Infantes del Pilar, más conocidos como los Infanticos.

Los Infanticos del Pilar.
Los Infanticos del Pilar.
C. Ivars

¿Cuántos zaragozanos conservan su fotografía del día del bautizo o la primera comunión bajo el manto de la Virgen del Pilar en compañía de un Infantico? ¿Sabía que es algo que diferencia a la de Zaragoza del resto de Escolanías de España? El Colegio Escolanía de Infantes del Pilar lleva desde el siglo XIII acompañando las actividades que se suceden no solo en la catedral de la Seo y en la Basílica del Pilar con su voz, sino que tienen otras funciones de vital importancia como pasar niños por el manto de la Virgen y acolitar, es decir, echar una mano durante el desarrollo de la Eucaristía.

“El resto de Escolanías se dedican tan solo a cantar mientras que nuestros Infanticos han de conocer cómo se desarrolla la liturgia y qué elementos entran en cada momento o algo tan importante como acompañar a otros niños para hacerse una foto bajo el manto”, explica José María Berdejo, director de música de las catedrales de Zaragoza y primer seglar de la historia que ocupa un cargo capitular desde el año 2012.

Dolores Jiménez es madre de Balbino (11 años) y Nicolás (8), dos de los 18 Infanticos que componen la Escolanía en la actualidad. “Nos enteramos por otra madre que llevó a sus hijos y estaba encantada con el trato cercano de los profesores y las hermanas y con las actividades que realizaban”, recuerda. Y aunque reconoce que lo que peor llevan es madrugar, en estos tres años han logrado adaptarse a la perfección: “Entraron revolucionados pero ahora se han vuelto más responsables y serenos. Por supuesto, hay que ser creyente”.

En su opinión, el sacrificio de supeditar cada fin de semana y festivo al calendario litúrgico merece la pena. “Están adquiriendo otro tipo de aprendizajes muy bonitos y tradicionales que poco a poco se van perdiendo en nuestra sociedad”, asegura Jiménez. En un primer momento, recuerda que conocía de su existencia pero como algo lejano. “Lo tenía como en una burbuja y es verdad que ahora se lo cuento a la gente y a todo el mundo le encanta pero poca gente da el paso”, considera.

Algo parecido le ocurre a Miguel Martín, padre de Miguel –que acabó sexto justo el pasado año- y ahora continúa con Eduardo, que está en 5º. “Nos pareció un sistema didáctico muy adecuado, sobre todo por las clases reducidas y la educación musical”, explica. Además, reconoce que la gente se sorprende cuando cuentan que sus hijos pertenecen a la Escolanía: “Son los tres símbolos de la ciudad, el Real Zaragoza, la Virgen y los Infanticos”.

El día a día de estos niños comienza temprano, ya que cada mañana han de estar en el colegio a las 8.30 para asistir a la misa de las 9.00 como coro. Quien transite a esas horas por la emblemática plaza puede cruzarse con una hilera de niños ataviados con su característica sotana roja, el cuellecillo –también de color rojo con unas tiras blancas que sirven para ocultar la camisa-, y el roquete de color blanco.

“Al día permanecen 12 horas en el centro, ubicado en la calle Jardiel, cuyas clases arrancan a las 10.00 y terminan a las 19.30”, añade Berdejo. Entre medio cuentan con varios recreos y espacios para la comida y la merienda. Finalmente, la jornada termina como empezó, con el canto de la Salve a la Virgen del Pilar. “Nos reunimos de lunes a sábado dos veces al día, y los domingos a las 10.00 para la misa capitular”, indica Berdejo.

Durante el tiempo que permanecen en el colegio, los 18 niños que actualmente forman parte de la Escolanía –un número muy bajo teniendo en cuenta que el año pasado terminaron 6º curso 8 infantes- alternan clases de lengua y matemáticas con lecciones de piano, lenguaje musical y canto. “Hasta la fecha, los coros catedralicios han estado tradicionalmente reservados a niños, algo que no quiere decir que en algún momento cambie”, afirma el director.

En el centro se imparte el ciclo de primaria completo, desde 1º a 6º curso, en tres clases con un máximo de ocho alumnos, algo que permite que reciban un trato totalmente personalizado. Además, los alumnos disfrutan de una beca otorgada por el Cabildo Metropolitano de Zaragoza y su estancia, manutención y educación es totalmente gratuita.

Para acceder al centro, estos niños han de superar una serie de pruebas musicales y pedagógicas que se realizan durante el periodo de pre inscripción. “Explicamos a las familias que es necesario un compromiso por parte de los padres ya que son niños muy pequeños y su actividad requiere un gran esfuerzo por su parte”, advierte.

Vocación los 365 días del año

A lo largo del año se van estableciendo distintas fechas en el calendario litúrgico como la Misa de infantes, que tiene lugar la madrugada del 12 de octubre, en torno a las 4.30 am, o el día de la Inmaculada Concepción. “El colegio se cierra pero el Pilar no descansa y para nosotros todos los días hay servicio. Aunque tan solo convocamos a todos los niños el día del Pilar, el resto intentamos dividirlos en grupos para que puedan descansar”, recuerda Berdejo.

La historia de los Infanticos del Pilar se remonta a mediados del siglo XIII, dato que se conoce gracias a la historia de Santo Dominguito de Val, recogida en los archivos catedralicios, y considerado hoy su patrón. “Sabemos que el niño de coro de la catedral del Salvador murió mártir el 31 de agosto de 1250”, explica el director. Hoy, sus reliquias reposan en La Seo, donde una vez al año, cada 31 de agosto, se celebra una misa en su nombre.

¿Qué supone para un niño ser un infantico? Es una pregunta a la que su director actual puede dar respuesta ya que fue infante del 82 al 89. “Para mí fue un privilegio, y creo que para la mayoría de los niños también lo es. No somos ni mejores ni peores, simplemente una opción educativa más pero con un alto grado de respeto, integridad y responsabilidad desde niño”, advierte Berdejo. “Es algo enriquecedor y que no puede hacer cualquiera”, destaca. Sin embargo, asegura que es una opción totalmente vocacional: “es una carga emotiva muy grande por lo que el compromiso también tiene que partir de los padres”, recuerda.

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