Nuestra Señora del Pilar, una residencia inusual

Al contrario que la mayoría, tiene lista de espera, ya que en 6 meses no ha habido fallecimientos.

Tomasa, Rosa María, la Hermana Lourdes, María del Carmen y José Luis, el geriatra del centro.
Tomasa, Rosa María, la Hermana Lourdes, María del Carmen y José Luis, el geriatra del centro.
M. S.

Con una edad media que supera los 85 años y más de 200 usuarias, la residencia Nuestra Señora del Pilar lleva más de 6 meses sin registrar ningún fallecimiento. Todo un hito si se tiene en cuenta que algunas de sus señoras -así es como las llaman, ya que solo hay mujeres- superan el centenar de años, e incluso, pasan el día subidas en sus tacones. “Tenemos una señora que tiene 102 años y se le han roto las dos caderas y el hombro, sin embargo, ella no renuncia a sus tacones, que la han acompañado toda la vida”, explica la madre Irene. De hecho, cuando se rompió la cadera e intentaron que cambiara los tacones por otro calzado más cómodo, ella lo tuvo claro: “Si no me ponéis tacones, no volveré a andar”.


Como ella, muchas son las residentes que han visto pasar unos cuantos años en el calendario. De hecho, según aseguran desde la residencia, llevan desde primeros de octubre sin que se produzca ningún fallecimiento. Pero, ¿cuál es el secreto de la eterna juventud? La socialización, la libertad para poder salir y entrar, el ejercicio, las actividades que realizan, la espiritualidad, e incluso, comer todos los días sopa pueden ser las claves del éxito. “Lo instauró Santa Genoveva Torres, fundadora de la congregación, así que siempre antes del primer y del segundo plato tomamos sopa”, recalca entre risas María del Carmen (85 años) cuando se le pregunta si esta alimentación puede ser la razón de su longevidad.


Además de todo ello, el geriatra de esta institución, José Luis Bonafonte, subraya la prevención, una buena alimentación y la genética. “Tenemos gimnasia de mantenimiento, fisioterapia y terapia ocupacional para intentar que tanto a nivel físico como cognitivo el deterioro sea lo más lento posible”, sostiene. Del mismo modo, también realizan multitud de actividades como cine, conferencias, rastrillos, excursiones y hasta festivales de Navidad, con la correspondiente visita de los Reyes Magos. “De este modo, estamos siempre haciendo cosas y nos viene muy bien para nuestra salud”, detalla Rosa María, una de las residentes.


Un ejemplo de ello es Consuelo, que tiene más de 80 años, pero todos los días se levanta a las 7.00 y se baja durante una hora al gimnasio, para hacer algo de ejercicio. También estudia inglés, informática y es capaz de manejar el teléfono móvil con la misma soltura que lo hace un adolescente de quince años. “Mira cómo es mi cuarto”, dice mientras muestra las imágenes que tiene capturadas en su moderno móvil.


Y es que la habitación se convierte en una parte muy personal de las reisdentes. “Cada una podemos traernos lo que queramos de nuestra anterior vivienda, por lo que nos sentimos como en casa”, puntualiza Rosa María, que con 77 años, lleva casi medio siglo viviendo en la residencia. La Congregación que la regenta llegó a Zaragoza a principios del siglo XX, pero no fue hasta 1942 cuando se inauguró la hospedería. “Al principio recibíamos peregrinos y gente que venía de retiro. Con el tiempo algunas señoras empezaron a quedarse y hacia los años 70 se convirtió en una residencia”, detallan la Madre Irene y la Hermana Lourdes.


De hecho, por aquella época fue cuando Rosa María llegó a aquí (al principio acogía tanto a jóvenes como mayores), ya que había obtenido una plaza como maestra en Zaragoza y no tenía ningún conocido en la ciudad. El hecho de que otras compañeras hubieran elegido este lugar es lo que le hizo decantarse por este lugar, y desde entonces hasta hoy. “Estoy muy contenta, nos tratan muy bien, tenemos una excelente relación entre todas y libertad para hacer lo que nos apetezca”, explica.


Esta libertad es una de las características que todas las usuarias comentan. “Cuando vine, lo primero que pregunté fue por los horarios, ya que tenía el abono de los Conciertos de Primavera y no me los quería perder”, recuerda Consuelo. Sin embargo, no tuvo ningún impedimento, puesto que no hay horarios ni para las huéspedes ni para sus familiares. “El otro día tuve una reunión y llegué a las 23.30, cuando estaba en la puerta, llamé con el teléfono y me abrieron sin ningún problema”, puntualiza Consuelo. Una opinión que comparte Tomasa: “Los familiares pueden venir a cualquier hora e incluso estar hasta las 21.00 o 22.00”.


Esta señora, más conocida como Masi, tiene 93 años. No obstante, esto no impide que cada día se levante con una sonrisa y que siga cosiendo de manera casi constante (tanto para el rastrillo anual como para realizar arreglos habituales para el resto de residentes). No tiene una gran altura y ya no puede realizar los mismos ejercicios que antes, pero todas sus compañeras destacan su alegría y su humor. “Antes subía todos los días a la terraza para andar durante media hora, pero ahora ya no puedo. Me he empezado a hacer mayor”, dice entre risas.

¿Cómo se puede entrar?

Conseguir una plaza en esta residencia no es una tarea sencilla. La primera premisa que hay que cumplir es ser mujer. Además, es necesario ser válida -ya que de las tres plantas de la que está compuesta, solo una de ellas está destinada para señoras con algún tipo de dependencia-. A todo esto hay que unirle la lista de espera que tienen debido a la longevidad de sus usuarias (lleva más de seis meses sin moverse). “Cuando me jubilé, decidí acercarme para informarme y enseguida me apunté, sin embargo, todavía tardé un tiempo en conseguir plaza”, sostiene María del Carmen, que lleva más de 15 años en la residencia.


El precio ronda los 1.300 euros al mes, dependiendo de la situación de las señoras (válidas o no válidas). Cada una tiene una habitación individual y recibe el desayuno en su habitación (el resto de las comidas se realizan en el comedor común). Cuando hay hermanas pueden elegir entre dormir juntas o por separado. “En el caso de que quieran dormir juntas porque están acostumbradas a ello, la otra habitación la suelen utilizar como comedor o sala de estar”, puntualiza la Madre Irene.

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