Ortiz Perea pudo medir los tiempos del protocolo de acceso a Zuera cuando salió a operarse

Fuentes penitenciarias estiman que el preso fugado, de 61 años, sabía que salir al hospital era una posibilidad real de huida.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad siguen buscando a Benito Ortiz Perea.
Las fuerzas y cuerpos de seguridad siguen buscando a Benito Ortiz Perea.
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La búsqueda del preso Benito Ortiz Perea, fugado de la cárcel de Zuera desde la medianoche del pasado miércoles, continuaba al cierre de esta edición sin dar resultado. La Guardia Civil, que dirige la investigación, mantiene secretas sus actuaciones y se limita a señalar que trabajan con varias hipótesis y están comprobando las decenas de llamadas ciudadanas que comunican haber visto al preso, de 61 años, dentro y fuera de Aragón. A Ortiz Perea se le vio por última vez a la carrera en el aparcamiento de visitas del centro penitenciario.

Según ha podido saber este diario a través de fuentes penitenciarias, el preso fue operado el viernes 24 de agosto no del estómago, como fuentes oficiales informaron inicialmente, si no de un forúnculo en el ano. Desde que recibió el alta hospitalaria, Ortiz Perea estuvo quejándose de la zona intervenida y tras pasar por el consultorio del centro penitenciario, el martes sobre las 20.10 se tomó la decisión médica de evacuarlo en ambulancia al Miguel Servet.

Siguiendo criterios sanitarios, el traslado se realizó en ambulancia y no en un vehículo oficial de la Guardia Civil para que el interno fuera tumbado en la camilla. Fue atendido en Urgencias (donde le vieron varios ciudadanos) y tras realizarle varias pruebas, antes de la medianoche se le envió de nuevo a Zuera en ambulancia.

Control de tiempos y protocolo

Ortiz Perea esperó para iniciar su huida hasta el preciso momento en el que iba a traspasar la segunda puerta de acceso a la cárcel. Es por ello que, fuentes conocedoras del caso consultadas por este diario, estiman que controlaba los tiempos y el protocolo de este tipo de salidas. Sin ir más lejos, abundan, pudo medir los tiempos el día que le operaron.

Los mismos testimonios señalan que no resulta descabellado pensar que el propio preso viera desde la ambulancia a los guardias civiles bajarse del vehículo oficial cuando llegaron a Zuera e, incluso, apuntan que Ortiz podría haber fingido sus molestias el martes y utilizar una de las diez llamadas mensuales que tiene autorizadas para avisar de su traslado.

Los presos que tienen un largo historial de entradas y salidas a la cárcel saben que un traslado al médico, ya sea de urgencia o para acudir al especialista, es una posibilidad de fuga. De hecho, en los últimos 18 años se han escapado cuatro presos en Zaragoza aprovechando este tipo de traslados y otros dos lo intentaron sin éxito.

Ejemplar de Heraldo de junio de 2000, cuando un preso de Zuera se escapó aprovechando una visita al médico.

Ejemplar de Heraldo de junio de 2000, cuando un preso de Zuera se escapó aprovechando una visita al médico.

El 22 junio de 2000, Ignacio J. P., un preso de 36 años que estaba cumpliendo condena en Torrero, llegó custodiado hasta el ambulatorio Ramón y Cajal para una revisión. Esposado, el preso accedió a la consulta, donde permaneció apenas unos segundos: los que le costó salir a la carrera por la ventana y huir por las terrazas del edificio hasta la calle. Ocho horas después volvió al penal: simplemente no quería ir al médico.

Huidas hasta con muletas

Más grave fue la huida de Óscar C. S., que consiguió escapar engrilletado del Hospital Provincial en septiembre de 2000. El interno, de entonces 29 años, acudió a una revisión médica y burló la vigilancia policial. De hecho, consiguió llegar a Madrid, donde estuvo en paradero desconocido 16 días, en los que violó y robó a seis mujeres. Por estos hechos la Audiencia de Zaragoza lo condenó a más de 100 años de cárcel.

Un tercer preso, Luis C. J., huyó el 14 de octubre de 2003 del área de rehabilitación del Servet, donde había acudido a tratar una lesión de rodilla. El recluso, de 23 años, incluso se ayudaba de unas muletas para caminar, una circunstancia que no le impidió escapar en un descuido de su escolta. En julio de 2008 se produjo otra nueva huida aprovechando un traslado sanitario.

En cualquier caso, la de Benito Ortiz Perea es la primera fuga como tal de la macrocárcel, porque hay que recordar que aunque el preso no había pasado aún por del área de ingresos del centro, sí que había accedido a su perímetro y consiguió escapar tras saltar la primera valla de acceso, de unos dos metros de altura.

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