Los forenses no ven correcta la actuación del ginecólogo acusado de la muerte de la madre y su bebé en un parto

Creen que el ginecólogo cumplió los protocolos médicos pero pudo adoptar "mejores opciones" pasa salvar al menos a la madre.

La familia de los fallecidos, junto a abogados, testigos y peritos, antes de comenzar el juicio en la Ciudad de la Justicia de Zaragoza.
La familia de los fallecidos, junto a abogados, testigos y peritos, antes de comenzar el juicio en la Ciudad de la Justicia de Zaragoza.
Guillermo Mestre

La trágica muerte de una mujer de 31 años y su bebé durante un complicado parto que tuvo lugar el 23 de abril de 2013 en el hospital de Calatayud sentó ayer en el banquillo al ginecólogo Máximo González Marqueta. Aunque será este jueves cuando la Fiscalía y la acusación particular presenten sus calificaciones definitivas, inicialmente ambas atribuyen al médico dos homicidios por imprudencia profesional grave, por los que piden hasta seis años de cárcel y otros cuatro de inhabilitación. Y lo hacen porque entienden que el galeno no hizo un uso adecuado del fórceps y la ventosa a la hora de extraer al niño, provocando la rotura del útero y el posterior desangrado de la madre. No comparte esa opinión la defensa, que insiste en que el proceder del especialista fue siempre conforme a la lex artis y nada tuvo que ver con en el fatal desenlace.

La complejidad del caso y la larga lista de testigos y peritos hicieron que el juicio se prolongara ayer durante nueve horas. Y aunque la titular del Juzgado de lo Penal número 4 habrá de valorar toda la prueba, se antoja fundamental el testimonio de los forenses. Basándose en los informes del parto proporcionados por el hospital bilbilitano y en las autopsias practicadas a los fallecidos, José Manuel Arredondo y Susana Cosculluela concluyen que la actuación del acusado se desarrolló conforme a los protocolos médicos.

Pero los forenses no se atrevieron a declarar ayer en el juicio que la forma de actuar del ginecólogo fuera "correcta", calificándola solo de "aceptable". "De un 1 al 10, hablaríamos de un 4 o un 5", dijeron. Al pedirles la Fiscalía que explicaran el porqué, los especialistas manifestaron que el acusado tuvo "mejores opciones en el quirófano" para salvar al menos a la madre. Se referían al hecho de que, una vez desgarrado el útero y practicada la cesárea de urgencia para extraer muerto al bebé, decidiera suturar las graves lesiones en lugar de extirpar directamente el órgano reproductor del madre.

"La histerectomía es una intervención complicada y no hubiera garantizado que la madre siguiera viva, pero entendemos que era una opción más razonable. Sobre todo, teniendo en cuenta la gran cantidad de sangre que había perdido la paciente (más de 5 litros)", señalaron los funcionarios del Instituto de Medicina Legal. También lo cree así la acusación particular, a cargo de Carmen Cifuentes, convencida de que el médico rompió el útero con el instrumental.

La paciente, que iba a ser madre por primera vez, se encontraba en el periodo máximo de gestación: 41 semanas y cinco días. De ahí que se le pidiera que se presentara en el Ernest Lluch a primera hora del 22 de abril de 2013 para inducirle el parto. La mujer rompió aguas sobre las 15.20, pero no fue hasta las 2.45 del día siguiente cuando entró en el paritorio.

"Empujó con fuerza en la tripa"

El marido de la paciente recordó que estuvo con ella hasta que el acusado decidió recurrir al fórceps, momento en que le pidieron que saliera de la sala de partos. "Recuerdo que el ginecólogo se subió en una banqueta y empujó al menos dos veces con fuerza en la tripa de mi mujer", declaró. El propio acusado reconoció que ejerció presión sobre la base del útero para ayudar a colocar al niño, pero negó que practicara la llamada maniobra de Kristeller, desaconsejada por la Sociedad Española de Ginecología por el elevado riesgo de rotura del útero.

Preguntado por qué no salió el niño con el fórceps, el ginecólogo no pudo dar una respuesta. "Logré rotar la cabeza, pero no salía", dijo, recordando que había usado el instrumental con éxito muchas otras veces. El acusado explicó que tomó después la ventosa "a la desesperada, pero pensando ya en un cesárea de urgencia". Sin embargo, se produjo la rotura del útero y todo se precipitó. El jefe de servicio de Ginecología, que acudió a echar una mano, declaró ayer que la opción de suturar el útero le pareció "razonable, dado que la mujer no tenía más hijos". Para este y para la defensa, a cargo de Guillermina Aguirre, el problema pudo ser de coagulación.

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