Diego Ventura es el hombre de los récords en el rejoneo. Nacido en Lisboa (1982) pero criado en Andalucía, ha sabido mezclar el clasicismo de la escuela portuguesa con la alta doma española. 14 salidas a hombros en Las Ventas -las mismas que el Viti- y 10 puertas del Príncipe avalan su concepto, cimentado en la conexión con el público. No teme al toro ni a decir lo que piensa. Osadía que traduce en triunfos y condenas. La última, quedar fuera de las primeras grandes ferias. El público aragonés le espera con ganas.

-Castellón y Valencia han pasado sin que le llamasen los empresarios. ¿Qué explicación hay?

En el toreo ocurren cosas que no tienen sentido y demuestran en qué situación está la fiesta. No hay que buscar justificación porque no la hay.

-En Sevilla, sorprendentemente, tampoco estará. ¿Cuáles son los mayores alicientes de su temporada?

Tengo un año bonito, pero sobresale la encerrona de Madrid, en la Feria de Otoño. Me convertiré en el primer rejoneador de la historia que hace algo así en Las Ventas.

-Hace tiempo que viene reivindicando un mano a mano con Pablo Hermoso.

He dicho muchas veces que sería un acontecimiento y varias empresas lo han intentado, pero Pablo no acepta. Veo complicado que se pueda dar.

-Aquí, en el norte de España, impera el estilo del navarro. ¿Qué le diría a los aficionados para convencerles de que usted es el número uno?

Eso se demuestra en la plaza; no con palabras. Y por eso no le vuelvo la cara a ningún compromiso: estoy dispuesto a medirme a quien sea y donde sea. Lo de ser el número uno no lo tengo que decir yo; el público es el que decide. Pero cada uno tiene que ser consciente de que el toreo va por etapas y siempre llega un joven que pisa fuerte. Yo sé que dentro de unos años habrá alguien que me quitará el sitio. Es ley de vida.

-¿Qué toreo persigue Diego Ventura?

El de riesgo, emoción y pureza. Trato de pisar los terrenos más comprometidos, pasándome al toro lo más cerca posible. No entiendo este espectáculo de otra forma.

-Después de tres años sin comparecer en Zaragoza, Ricla le brinda la oportunidad de acercarse a la afición aragonesa.

Siempre me he sentido muy querido en esta tierra, pero, por circunstancias, llevo desde 2014 sin estar en la Feria del Pilar. El año pasado sentí muy arropado en Ricla y hoy repito. Esta localidad se ha convertido en ese trocito de Aragón en el que puedo expresarme.

-¿Qué circunstancias han impedido que toree en La Misericordia?

Corté el último rabo de la plaza en 2013, estuve en un mano a mano con Juli en 2014 y desde entonces no me han llamado. Pamplona o Logroño son otras plazas que no cuentan conmigo. En estas, ni siquiera he debutado.

-¿Cambiará la situación con la nueva empresa?

Estoy convencido de que estos gerentes -por Zúñiga, Fontecha y Mena- serán justos y apostarán por los triunfadores de cada temporada.

-Usted rehuye ciertas ganaderías en busca de un mejor espectáculo. ¿Qué opinión tiene sobre los animales de Rocío de la Cámara?

Conozco esta ganadería -está ubicada en El Cuervo (Sevilla) y él vive a escasos 90 kilómetros- y embiste bien. Confío en que hoy se pueda ver un bello espectáculo.

-¿Con qué cuadra viene a Ricla?

Traigo dos caballos de salida (Lambrusco y Guadalquivir) y seis para banderillas (Lío, Nazarí, Vivalvi, Importante y Remate). He combinado caballos estrella con otros nuevos.

-¿Cuántos caballos tiene actualmente?

Preparados para torear, 25. Y otros 75 más entre yeguas y potros. Tengo alrededor de 100 animales en total.

-¿Qué le viene después de Ricla?

En marzo me queda una actuación en Calzadilla de los Barros (Mérida). En abril vendrán Arles (Francia), Córdoba y Espartinas, que me hace especial ilusión porque mataré en solitario una corrida de distintos encastes (Partido de Resina, Prieto de la Cal o Pallarés-Buendía, entre otros) a beneficio de una asociación con la que colaboro.