La fiebre por los huertos urbanos se enfría tras multiplicar por cinco su oferta los últimos años

Las más de mil parcelas que creó el Consistorio tienen una demanda muy desigual. El reclamo "sin compromiso de permanencia" es fundamental para los principiantes.

Los huertos en el Jardín de la Memoria de San José se estrenaron en 1992 y siguen danto frutos.
Los huertos en el Jardín de la Memoria de San José se estrenaron en 1992 y siguen danto frutos.
R. Labodía

Hasta hace poco casi había que pedir la vez para poner una tomatera. Hoy muchas pequeñas parcelas están en barbecho. La fiebre por los huertos urbanos dio tan fuerte allá por 2012 que en pocos meses la oferta de la superficie cultivable se multiplicó por cinco: a la iniciativa privada con microhuertos en La Almozara, La Cartuja o Monzalbarba se sumó la apuesta municipal que, en poco meses, creó y sacó a concurso la gestión de hasta 1.200 pequeños huertos en unas nueve hectáreas repartidas entre Parque Goya, Casablanca, San José y el Parque del Agua.

Pero la moda del hortelano de asfalto ha comenzado a decaer. No pocos labriegos ‘amateurs’ han probado la experiencia –alquilando huertos tres o cuatro meses– pero desisten después de ver que cuesta más dedicación de la que pensaban. El propio Consistorio ha preferido reorientar sus esfuerzos y reforzar la Escuela Agrícola de la Torre de Santa Engracia (Movera), donde ya han formado profesionalmente a cerca de un centenar de jóvenes.

Terrenos poco propicios

Los microhuertos de alquiler atraviesan horas bajas y tienen una demanda muy desigual. Luis Villalba, que tiene parcelas en Monzalbarba con una ocupación que ronda el 30%, confirma que ha habido una "bajada de interés" y cree que hay una "oferta excesiva en la ciudad", azuzada por la competencia que supuso que el Ayuntamiento (en época de Jerónimo Blasco) se subiera al carro de los microhuertos, argumentando –incluso– que podrían crearse "miles de puestos de trabajo". Emilio Comín, con parcelas en La Cartuja y la trasera del Parque Deportivo Ebro, también cree que el Consistorio entró como elefante en cacharrería "sin siquiera hacer un estudio de la competencia" como se exige legalmente. "Hay muchos huertos vacíos. Creo que los que siguen adelante son los están sobre tierras agrícolas y tienen agua suficiente", opina Comín, al tiempo que explica que, con la moda de la agroecología, se improvisaron huertos en solares poco fértiles e inapropiados, echando tierra encima y "pasados unos años, vuelve a surgir el pedregal".

Donde antes había listas de espera abundan ahora las malas hierbas y los gestores lanzan ofertas en las que subrayan que no hay "compromiso de permanencia", que "se puede cesar en el contrato con un preaviso de diez días" y que existen ‘extras’ gratis como el préstamo de herramientas o los cursos de iniciación en agricultura ecológica.

Más barato más lejos

Los precios de alquiler también han caído ligeramente. El coste oscila entre los 20 y los 30 euros al mes en función de la extensión (se paga a unos 0,5 euros el m2), aunque también hay espacios reservados para personas con pocos recursos e, incluso, algunos de los gestores privados dejan de girar los recibos a los clientes que se han quedado en paro. Además, conforme se aleja uno del ‘epicentro urbano’ se obtienen mejores ofertas (hasta un 40% más baratos), con la ventaja de estar en medio del campo sin torres eléctricas ni ruidos de autopistas. Algunos imponderables que crean reticencias son (además de tener que agachar bien el riñón) los días de viento que se hacen impracticables y las recurrentes y molestas plagas de topillos.

De entre los huertos municipales, los que mejor funcionan son los que están junto a Rosales del Canal, donde los 440 ofertados están al 95% de ocupación. Cifras semejantes ofrecen los 210 del parque del Agua, si bien los de Parque Goya están a apenas el 65%. Tampoco hay uniformidad en lo que al perfil del hortelano aficionado se refiere porque entre parras y cepas hay jóvenes de 20 años, parejas con niños y, también, jubilados de más de 75 que se pasan las tardes ‘a la fresca’, adecentando los caminos de sus pequeños terrenos y esperando a que comiencen asomar las zanahorias.

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