Albarracín aumenta los tesoros que visitar de su patrimonio histórico

Una nueva joya se ha añadido al tesoro monumental de Albarracín: la ermita del Carmen ha recuperado una desconocida decoración policromática, que puede verse ya tras finalizar su restauración esta semana.

Un grupo de visitantes, alumnos de un máster de patrimonio, en una reciente estancia en Albarracín.
Un grupo de visitantes, alumnos de un máster de patrimonio, en una reciente estancia en Albarracín.
Fundación Santa María de Albarracín

Esta semana se presentaba en Albarracín la rehabilitación de la ermita del Carmen. Se une así a la propuesta de todo el conjunto monumental de esta localidad turolense, que forma parte del selecto club de Los Pueblos Más Bonitos de España. Este templo del siglo XVIII, situado en la periferia de la población, ha sido tradicionalmente lugar de devoción, por lo que nunca ha estado abandonado, pero un mantenimiento erróneo le había hurtado los brillantes colores de su decoración originaria. Tras un año de trabajos a cargo de la Fundación Santa María de Albarracín, la ermita ha recuperado los colores. «Hemos encontrado en el techo una greca azul, que bordea un óculo sobre la puerta de acceso, que se cerró», explica el gerente de la fundación, Antonio Jiménez. Contrasta este añil, que aparece también en las bóvedas y molduras, con el intenso tono rojizo de las losas de rodeno del suelo. La rehabilitación ha recuperado otros motivos pintados originariamente en los muros, como una reproducción de celosías apaisadas, en tonos cálidos, en un modo ornamental de claro sabor popular. «La ermita es una construcción del siglo XVIII, un momento en el que el progreso se tradujo en una alegría de vivir que llegaba a la arquitectura y la decoración. La profusión de colores es una muestra de esa exaltación y también del carácter popular de este siglo», dice Jiménez.

Situada a extramuros de la ciudad, fuera de la zona defensiva de las murallas, el paseo hasta la ermita ofrece una singular vista de la parte trasera de Albarracín. «La ermita es un excelente mirador sobre la ciudad, de una zona, además, menos vista hasta ahora y que sirve para comprender de manera integral todo el conjunto histórico de su casco urbano», afirma Jiménez.

Porque si ‘algo’ caracteriza a Albarracín es su ‘todo’, ese armonioso sistema que forma el entramado urbano de esta ciudad colgada de las montañas, cerrada por el cañón del río que la rodea y que la defiende, protección que completa su emblemática muralla. Esa postal general, encendida de rojos por el peculiar tono terroso de los yesos de su entorno usados como material constructivo, es lo más singular de Albarracín, el paisaje cultural cuya imagen absorberá al viajero que se asome al mirador del castillo. «Es una de las cosas que debe hacer el visitante: mirando la ciudad desde allí se ve la huella islámica de las casas palacio de los primeros habitantes, la montaña y los meandros del río, y se comprende por qué Albarracín es así», afirma Jiménez.

De la fortaleza quedan aún gallardos muros en un promontorio y las labores de la fundación han descubierto un tesoro literalmente en la basura: excavando en el basurero del castillo se han hallado restos que pueden verse en el Museo de Albarracín y que constituyen una de las colecciones cerámicas más importantes del siglo XI. Si se disfruta de buena forma es inexcusable, pues, subir hasta el castillo y las murallas.

Casa de la Julianeta

La subida, y la bajada, se produce por la calle de Santiago, donde se encuentra uno de las imágenes más fotografiadas de Albarracín: la casa de la Julianeta. Levantada en yeso y madera es uno de los iconos de la arquitectura popular de la localidad. Recuperada por la Fundación, es ahora residencia y taller de artistas que vienen a esta población turolense a desarrollar su labor.

Pero otros muchos rincones singulares esperan al doblar cualquier esquina y el viajero hará bien en explorarlos, porque callejear es otra de las obligaciones inexcusables. Desde el Centro de Información (antiguo palacio episcopal; tel.: 978 704 035) salen visitas guiadas por la localidad.

Por sus calles y callejuelas pasean no solo innumerables visitantes, sino pintores, fotógrafos, escritores... que acuden a Albarracín a participar en alguno de sus ya veteranos cursos y talleres de ámbito nacional, ya que desde la Fundación se impulsa un intenso programa cultural, que pone en valor el patrimonio histórico de la ciudad.

En un momento u otro, nuestro paseo nos deberá llevar a la catedral del Salvador, auténtica joya de estilo gótico-levantino, construida en el s. XVI y reformada en el XVIII. La restauración realizada por la Fundación Santa María recuperó el brillo y el esplendor de su decoración, oscurecida durante siglos por la pátina del tiempo. Destaca el retablo del altar mayor, una joya renacentista de Cosme Damián Bas, la capilla del Pilar con sus ricas pinturas, así como el estilo románico tardío de la de Santa Ana, o la decoración pictórica de las del Bautismo y la Circuncisión.

Colección de tapices

A su lado se encuentra el Museo Diocesano, antiguo palacio episcopal, cuyas dependencias permiten conocer cómo era la vida de los obispos en la época. Más allá de su interés histórico y arquitectónico, cuenta con una valiosa colección de tapices flamencos del siglo XVI y piezas tan sobresalientes como el pez de cristal de roca, delicado trabajo de la misma época.

El arte contemporáneo tiene su espacio en la Torre Blanca, uno de los tres castillos que componían el sistema defensivo de la localidad y cuya terraza superior es otro destacado mirador. A su lado se encuentra la iglesia de Santa María, que funciona también como magnífico auditorio de diversos ciclos musicales.

Paseo fluvial por el río Guadalaviar

En las orillas del río Guadalaviar se ha creado un parque municipal, en el que disfrutar del fresco. Una senda permite recorrer el meandro formado por el río en un sencillo paseo fluvial. La ruta puede comenzarse desde el mismo parque municipal o desde un camino que arranca a mitad de la carretera que sube al centro histórico, antes de llegar a la iglesia de Santa María, o desde el camino bajo el Portal del Agua. El camino discurre por pista, y cuenta con algún tramo con escaleras, puentes colgantes y pasarelas, pero en general transcurre por una senda arbolada muy agradable.

Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno

4 kilómetros de Albarracín se encuentra el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno. Es un espectacular conjunto rocoso de areniscas de color rojizo, sobre el que se asienta una extensa masa pinar de pino de rodeno, o resinero, con ejemplares que crecen a veces en lugares que parecen imposibles. En los abrigos rocosos cuenta con valiosísimos ejemplos de arte rupestre de tres épocas distintas. En los últimos tiempos se ha constituido en santuario europeo del búlder, una práctica que debe hacerse respetando siempre el entorno y ese legado prehistórico.

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