Los celtíberos trashumantes de Bronchales, dispuestos a la guerra para defender al ganado

Los tres bocados de caballo metálicos descubiertos en un yacimiento de 2.500 años de antigüedad apuntan a su especialización para el combate y a su elaboración por un herrero local.

Bocados y carrilleras metálicas utilizadas por los celtíberos trashumantes de Bronchales.
Bocados y carrilleras metálicas utilizadas por los celtíberos trashumantes de Bronchales.
A.G./B.

Los tres bocados metálicos de caballo descubiertos en 2022 en una necrópolis celtíbera de Bronchales vinculada a un poblado que practicaba la trashumancia a Jaén hace 2.500 años presentan un diseño único que responde a la necesidad de manejar la montura en la guerra. Esta circunstancia, unida a otros aspectos del yacimiento, como la presencia de armas y corazas, reflejan una sociedad que tenía que recurrir a la fuerza para proteger su principal riqueza, el ganado.

La investigación y análisis de los bocados -una pieza que se introduce en la boca del caballo para dirigirlo- realizada tras su descubrimiento durante la excavación parcial de la necrópolis en 2021 y 2022 -solo se ha investigado el 2% del yacimiento- ha revelado que sus formas son únicas y que fueron elaborados por un herrero local. Presentan unos resaltes en forma de discos que tienen la misión es provocar dolor en el animal de forma que obedezca con rapidez a las órdenes del jinete.

La aparición de los singulares bocados de hierro en tres de las seis tumbas excavadas indica también la utilización habitual de caballos, un hecho que contrasta con el ámbito ibérico, que reservaba las monturas para las clases dirigentes. Frente a una presencia de bocados y carrilleras en el 50% de los enterramientos de Bronchales, los arreos de caballo solo aparecen en el 21% de los casos en las necropolis del interior peninsular contemporáneas. Este rasgo apuntaría, según el arqueólogo que investiga el yacimiento, Francisco Burillo, a una sociedad «igualitaria» entre los celtíberos trashumantes.

Burillo describe los bocados del yacimiento del Castillejo del Vallejo del Sordo de Bronchales como "punzantes", aunque constituyen una "evolución» sobre otros diseños más agresivos, con rugosidades en forma de «erizo". El objetivo de estos formatos dolorosos para el caballo es "poder dar órdenes para su obediencia inmediata, detener su marcha o hacerlo girar en su avance a derecha o izquierda".

Concluye el investigador que "los ganaderos trashumantes domaban sus caballos para poder maniobrar en un enfrentamiento bélico". Y explica esta vocación guerrera por la necesidad de proteger los rebaños de ovejas y vacas en sus desplazamientos entre la sierra de Albarracín, donde pasaban los veranos, y la cabecera del río Guadalquivir, donde invernaban, siguiendo unos ritmos anuales que se mantienen vivos actualmente.

El arqueólogo señala en una reciente publicación que los celtíberos trashumantes de hace 2.500 años tenían que hacer frente a "bandoleros y cuatreros" en sus largos desplazamientos y era en esa función donde el bocado "de castigo" cumplía su misión.

La belicosidad de aquellos trashumantes celtíberos queda refrendada también en los equipos bélicos aparecidos en las tumbas excavadas en Bronchales, que han aportado lanzas, vainas de espada, corazas para el pecho y protecciones para el abdomen. El equipo militar es similar al que lucen las escultoras ibéricas de Porcuna (Jaén), un claro indicio de los contactos culturales entre las dos zonas.

Francisco Burillo señala que las relaciones entre los íberos y los celtíberos trashumantes hicieron que estos últimos incorporaran las evolucionadas prácticas culturales de los primeros diferenciándose del resto de la celtiberia. A la imagen ruda asociada a los celtíberos tradicionalmente, Burillo contrapone unos refinados pastores que se armaban como los íberos, pero que también usaban sus broches, sus indumentales y hasta sus vasijas de cerámica griega para beber vino.

Entre los elementos defensivos más singulares descubiertos en Bronchales destacan dos broches cuadrados de bronce, uno de los cuales presenta una delicada decoración con tres soles troquelados y dos espirales enlazadas grabadas. Los arqueólogos Raimón Graells, Alberto Lorrio y Pablo Camacho sostienen que estas piezas son objetos de "prestigio" social, además de formar parte de la protección corporal. El análisis del metal ha confirmado que procede de las minas de Linares (Jaén).

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