Productores, recolectores y hosteleros de la comarca del Matarraña apuestan por la trufa

Un centenar de vecinos cultivan el preciado hongo. La superficie destinada a la truficultura va en aumento cada año.

Una plantación joven de encinas truferas en la localidad de Monroyo, en el Matarraña.
Productores, recolectores y hosteleros de la comarca del Matarraña apuestan por la trufa
Javier de Luna

El Matarraña se posiciona como referencia en el mundo de la truficultura. Los productores, recolectores y el mundo hostelero apuestan por un sector gastronómico en auge en los últimos años y que, cada vez más, lleva asociado un aumento del turismo relacionado con este preciado hongo.

La actividad es bien conocida en la provincia de Teruel, referente mundial de la trufa, pero ha pasado más desapercibida en el Matarraña. Se calcula que un centenar de personas aprovechan este recurso y el territorio cuenta con más de 50 hectáreas dedicadas a su cultivo, bien como complemento a su actividad económica o bien destinando fincas y extensiones de terreno a la cría de encinas portadoras del hongo tuber.

Existen dos tipos de trufa: la blanca o de verano que se recolecta de manera silvestre y la negra, de invierno, que se recoge de plantaciones de encinas destinadas a tal fin. La abundancia de encinas en el territorio es clave para que, desde hace décadas, existan un gran número de aficionados a la recolección de la trufa blanca. Pese a que la tradición trufícola del Matarraña se ve eclipsada por otras comarcas turolenses en las que la trufa es referente mundial, la tradición en este territorio viene de lejos.

La mayor parte de los casos en los que el truficultor recolecta la trufa silvestre o blanca es debido a que posee un terreno forestal en el que existen encinas de cierta edad. El propietario puede sondear el terreno para comprobar si existen trufas en el subsuelo que rodea a su encinar. Pero casi nunca los pies de encina portan de manera natural el hongo. Así, los buscadores extraen las trufas halladas en su finca o pueden llegar a un acuerdo con el propietario y arrendarle el terreno.

La última cosecha ha sido mala por culpa de la sequía. Solo se han alcanzado producciones algo más importantes en plantaciones con riego. "Este año la climatología no ha acompañado y se ha recogido muy poca trufa blanca", explica Elías Sanz, recolector de Valderrobres. La mayor parte de esta trufa, que empezará a recolectarse en mayo, tiene como destino Francia. Los truficultores utilizan un perro amaestrado para encontrar el preciado hongo, aunque hay algunos que lo hacen con cerdos. Los precios pueden alcanzar los 500 euros por kilo en origen y superar los 1.200 euros en el mercado. Sin embargo, con pocos gramos de trufa –se comercializan a partir de los 20 gramos– puede elaborarse cualquier plato.

Son varios los comercios que venden el preciado hongo y muchos los visitantes que paran en el Matarraña para adquirir trufa. "Vienen turistas y también viajantes que van de paso", explica Fernando Guarc, gerente de la Tienda Gourmet Roquet de Monroyo, localidad en la que incluso existe una empresa dedicada a la comercialización trufícola.

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