Los nativos de Santolea reivindican la memoria del pueblo, demolido para hacer el pantano

Con motivo de la fiesta de la patrona, cien descendientes de este núcleo se reunieron para evitar que su historia
pase al olvido.

Los antiguos vecinos de Santolea se reunieron ayer en Castellote para que la memoria de su pueblo no se pierda. Continúan utilizando el gentilicio santoleano a pesar de que el pueblo al que pertenece ya no existe; al menos no está como ellos lo conocieron, porque solo quedan ruinas. La historia de Santolea es la de un pueblo derruido junto al pantano al que da nombre y que quedó abandonado definitivamente en 1970.


Desde 2010, decenas de personas nacidas en Santolea y descendientes de otras tantas que ya fallecieron, se citan en Castellote para recordar, convivir y, sobre todo, evitar que el recuerdo del pueblo desaparezca. Muchos lo hacen por sus padres o abuelos y entre unos y otros, ayer llegaron a reunirse 114 personas entre mayores y, lo más esperanzador, niños. «Es importante que las nuevas generaciones sepan de dónde vienen y es maravilloso ver a muchos pequeños por aquí», dijo uno de los promotores, Enrique Royo.


El lema por el que se mueven es «Santolea sigue viva», y tanto es así que los descendientes del pueblo crearon la Asociación Cultural Santolea Viva, que ayer reunió a los hijos del pueblo en una comida de hermandad en Castellote antes de trasladarse a dar una vuelta por las calles del despoblado, ahora ocultas entre la maleza.


Según los cálculos de José Aguilar, solo quedan en pie seis edificios: la casa del Tío Torrero, la del Tío Torres, la casa de las Abogadas, parte de la iglesia y las escuelas. Antes de llegar al pueblo aun se ven las ruinas de las capillas del Calvario y de la ermita y la casa de la ermitaña. «En 1867 el pueblo alcanzó su mayor población, con 847 habitantes», recuerda Aguilar. A sus 80 años es uno de los que nacieron en el pueblo y el que mantiene la página web.


El pantano se proyectó en 1900, y a partir de ahí comenzó a disminuir la población hasta que, en 1970, se marchó el último habitante. Los santoleanos volvieron a pasear por las ruinas porque, pese a que el pantano no dañó el casco urbano, el Gobierno decidió derribar la mayoría de las viviendas en 1972 por el riesgo de derrumbe. «La iglesia, del siglo XVII, fue demolida utilizando dinamita», recordaron.