Jorge Cañadas: "Teruel no tiene nada de tranquilo"

La despoblación, la dispersión de los municipios y las escasas plantillas de profesionales echan por tierra el mito de que en los juzgados turolenses hay poca actividad

El magistrado Jorge Cañadas, titular del Juzgado de Instrucción número dos de Teruel, en su jornada laboral
El magistrado Jorge Cañadas, titular del Juzgado de Instrucción número dos de Teruel, en su jornada laboral
Jorge Escudero

El funcionario de Justicia que elija la capital turolense pensando en un retiro anticipado se llevará una sorpresa. Aquí hay curro. La provincia no es muy conflictiva, pero la despoblación y la dispersión de los municipios, complican el trabajo de los tres juzgados de Primera Instancia e Instrucción del partido judicial, echando por tierra el mito de la tranquilidad.

Al ser mixtos, los tres juzgados conocen tanto la instrucción penal como la primera instancia civil, cuando en las ciudades grandes los juzgados o llevan civil o llevan penal, lo que permite al juez y a sus auxiliares una especialización que facilita mucho la tarea, pues los problemas que se plantean tienden a repetirse. Pero el cajón de sastre en que la Administración ha convertido a los juzgados de Teruel no se queda ahí. El Uno lleva, además, los asuntos de Mercantil; el Dos, Registro Civil y el Tres, Violencia de Género y reclamaciones de consumidores con hipoteca. Por si fuera poco, los tres tienen que conocer también los casos de Familia y de Incapacidades, materias que en Zaragoza han dado lugar a juzgados expertos en ellas.

Lo sabe bien el juez del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de Teruel, Jorge Cañadas, que lleva seis años en la que se conoce como la capital de provincia más segura y tranquila del país. «La falta de juzgados específicos nos obliga a manejar más conocimientos, a actualizarnos y a saber las novedades de un abanico mucho más amplio de materias», explica.

Cañadas resalta que en el siglo XXI la delincuencia es cada vez más ubicua por las nuevas tecnologías, lo que exige para su investigación más medios policiales de los que hay en Teruel. «Aunque sigue estando el robagallinas, los delitos económicos o tecnológicos están cada vez más organizados y se han globalizado, lo que hace que nos lleguen asuntos cuyo punto de conexión sobrepasa Teruel», indica Cañadas.

Más rotación de personal

La gran interinidad en las plantillas, que supone una mayor rotación en los puestos de trabajo y mayor número de empleados en fase de aterrizaje-aprendizaje, es otro de los problemas. En los juzgados de Teruel, casi el 50% de las plazas están cubiertas por interinos, al no haber muchas personas dispuestas a quedarse a vivir en Teruel, algo que no ocurre en Zaragoza o Valencia.

Ello unido a que, tras una reforma legal de 2009, el juez, decisor del asunto en última instancia, perdió el control de la tramitación del procedimiento en favor del Letrado de la Administración de Justicia, hace, en palabras de Cañadas, «que a veces, en el último momento, todavía haya que pulir extremos o cuestiones para evitar duplicidades y desajustes». También los funcionarios de carrera –gestores, tramitadores y auxilio procesal– suelen ser «de paso».

Al haber solo tres juzgados de instrucción –en Zaragoza hay 12 más dos de violencia de género– un juez tiene que estar de guardia una semana de cada tres, de 9.00 de la mañana de un miércoles a 9.00 de la mañana del siguiente miércoles, sin despegarse del teléfono móvil. «Durante la ducha, lo dejo en el lavabo», relata Cañadas, quien explica que se va a perder la boda de su cuñado y las bodas de oro de su único tío porque le coinciden con sus dos próximas guardias, del 6 al 13 de diciembre y del 27 de diciembre al 2 de enero.

Aunque podría irse tentando a la suerte para que no se produjera ninguna urgencia, «la localización permanente que debo tener fuera de las horas de audiencia pública y la inmediatez con la que tengo que incorporarme a mi despacho o acudir a una actuación profesional en cualquier punto del partido judicial en caso necesario, me lo impide», dice. Como compensación a cada semana de guardia, tienen derecho a un día de permiso cuando ellos elijan.

Y qué decir de la extensión y dispersión poblacional de la provincia. «Yo he ido a levantar un cadáver –recuerda– a La Cañada de Benatanduz», a 89 kilómetros de Teruel, casi una hora y media de coche por tortuosas carreteras del Maestrazgo.

«No solo te condiciona la vida personal, también la agenda», explica Cañadas, «porque en cualquier momento puede haber un detenido o tener que hacer un esfuerzo suplementario si llega a la guardia de otro compañero un detenido de un asunto complicado que llevas tú para intentar encajarlo en la jornada previamente programada».

Reconoce que, si en su caso esta amalgama de especificidades turolenses complica su trabajo, en el Juzgado número tres el problema alcanza su máxima expresión, al llevar violencia de género todos los días laborables de 9.00 a 14.00. «Otros juzgados pueden programarse, pero el compañero del Tres está siempre a merced de que no entre ningún caso de violencia de género. Si llega, tiene que reprogramar toda la agenda, con el riesgo de suspender juicios y descitar a testigos y otras personas ya citadas».

Campo de ensayos

Trabajar en un pequeño partido judicial supone también asumir que uno forma parte, con gran frecuencia, de un banco de pruebas. El último ensayo en Teruel ha sido la puesta en marcha del expediente electrónico o, lo que es lo mismo, la sustitución del papel por la pantalla del ordenador. Y, como en todo experimento, las cosas no han sido fáciles al principio.

«La implantación del expediente electrónico no se ha consensuado lo bastante con los jueces, y tampoco se ha dotado a estos del material suficiente. Puede haber magistrados que por su edad o por determinadas limitaciones, como la visual, quieran seguir trabajando en papel, y ese profesional debe tener la posibilidad de imprimir los documentos», explica el magistrado turolense. «Ha faltado fluidez en la comunicación con la Administración», lamenta Cañadas.

Por si fuera poco, la justicia turolense está de obras y mudanzas hasta el próximo verano, cuando por fin termine la remodelación del obsoleto Palacio de Justicia de la Plaza de San Juan y puedan instalarse definitivamente en él todos los órganos judiciales que permanecen en una sede provisional o en parte de dicho Palacio que todavía está sin modernizar. «Teruel no tiene nada de tranquilo», asegura Jorge Cañadas.

"Me cruzo a diario con gente a la que he casado, divorciado o condenado"

No todo son inconvenientes en un pequeño partido judicial. Pese a sus peculiaridades, Cañadas está «encantado» de vivir en Teruel. A su juicio, el trato cercano y familiar entre los profesionales y con el resto de los ciudadanos –impensable en una gran ciudad– compensa las molestias. «La proximidad nos hace más humanos y cooperantes, evita atascos y resuelve problemas», dice. «Aquí nos encontramos todos en la calle, en el bar, en la biblioteca o en la piscina. Me cruzo cada día con gente a la que he casado, divorciado o condenado, lo que no condiciona mi trabajo ni la aplicación estricta de la ley». «Y percibo –añade– un gran respeto hacia mi actuación profesional».

Destaca que, en particular, su empatía con los letrados –no en vano ejerció 18 años como abogado en Zaragoza– es muy fructífera en el trabajo. Resalta, además, «el talante humano y de cooperación» de este colectivo en Teruel. Estima que esta cercanía está también en la base del «normalizado» trato profesional entre jueces y medios de comunicación, una relación que sería muy difícil lograr en una gran ciudad.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión