Los avatares de las carreteras turolenses, en un museo

La provincia arrastra una historia de dificultades para lograr buenas comunicaciones, que tiene su reflejo en una exposición en el Centro de Conservación de Carreteras

Una fatalidad tras otra han perseguido a la provincia de Teruel en materia de carreteras desde hace lustros, lastrando su desarrollo y forjando el carácter reivindicativo de la población en busca de mejores comunicaciones terrestres. Ahora, un museo en el Centro de Conservación de Carreteras de la capital turolense, probablemente único en España en su género, repasa los avatares de senderos, caminos, puentes y calzadas modernas hasta llegar, en 2008, a la ansiada autovía Mudéjar o A-23, que suma apenas un centenar de kilómetros de los 830 que recorren la provincia conformando una de las redes estatales más extensas del país.

La primera losa sobre Teruel fue la prioridad que Carlos III dio en 1761 a la construcción de vías radiales desde Madrid, dejando para después, y sin prisas, las transversales. Esto condenó a la provincia a no tener comunicación con sus principales puntos de conexión, Zaragoza, Valencia o Vinaroz (Castellón), a los que estaba unida por corredores naturales, hasta el siglo XIX. Setenta y un años, de 1791 a 1862, tardó en construirse la carretera a Valencia. En el museo puede verse la orden del conde de Floridablanca al intendente de Valencia para que la calzada en Barracas siga hasta Teruel. Luego vinieron la Guerra de la Independencia, las batallas carlistas y la Guerra Civil, conflictos que dieron de lleno en la provincia paralizando aún más la construcción de infraestructuras.

Así lo ha explicado este miércoles el jefe de la Unidad de Carreteras de Teruel, Carlos Casas, quien, junto a uno de los trabajadores del Servicio, Modesto Pascual, constituyen el ‘alma mater’ del proyecto museístico. La exposición, compuesta por paneles explicativos, fotografías y toda clase de objetos vinculados a las carreteras turolenses, puede verse los sábados de 10.30 a 13.30 y entre semana previo aviso y para grupos especiales. Una inversión de 42.000 euros e incalculables horas de dedicación por parte de Casas y Pascual han hecho posible el museo, concebido también como un homenaje a la figura de los peones camineros, obreros que pasaban su vida, en condiciones durísimas, arreglando carreteras. Peirones, antiguas señales de tráfico o maquetas de las tradicionales ventas de carretera son algunas curiosidades que encuentra el visitante.

Más de 3.000 alumnos

El museo se suma a un aula didáctica –igualmente pionera en España– que abrió sus puertas hace más de una década y por la que ya han pasado 3.300 alumnos de colegios de Teruel y otras provincias. En ella, los chavales conocen los secretos de la construcción de puentes y carreteras o cómo funciona un aforo para contar los coches y camiones. Hasta aprenden a elaborar hormigón.

«Con todo esto, queremos dar a conocer el Centro de Conservación de Carreteras de Teruel, que funciona las 24 horas al día y que nos gustaría que los turolenses sintieran como algo suyo», dijo Casas. «Los contenidos de la exposición –continuó– ayudan a comprender cómo antiguamente era tortuoso desplazarse por los caminos y ahora se viaja de forma cómoda y segura».

El museo se completa con una exposición exterior que muestra una treintena de máquinas históricas empleadas en la construcción y mantenimiento de las carreteras. La típica camioneta en la que viajaba la brigada de obras, excavadoras, apisonadoras o un aparato para calentar el motor de la quitanieves cuando se helaba, forman parte de la colección.

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