Salvan la vida tras ser arrastrados por un alud en Villanúa: "Son pocos segundos pero de mucha angustia"

Cuatro amigos narran en primera persona su experiencia al quedar enterrados por una avalancha cuando ascendían a Collarada.

Parte del grupo quedó semienterrado y entre ellos se auxiliaron.
Parte del grupo quedó semienterrado y entre ellos se auxiliaron.
Adriano 'Pincho'

"Solo pensaba en llevarme las manos a la cara para intentar protegerme porque estaba tragando mogollón de nieve mientras intentaba respirar. Son pocos segundos, pero de mucha angustia. Cuando paré, noté que estaba bien pero no podía moverme". Así relata un montañero lo que sintió después de ser arrastrado junto a tres amigos por un alud el pasado 2 de enero en el canal de la Trapa, en Collarada (Villanúa). 

Por fortuna salieron ilesos del incidente, pero Adriano, conocido en el mundo de la montaña como 'Pincho', residente en Castillo de Jaca, ha querido narrar su experiencia junto a Fernando, Salvador y Coni para que sirva de ejemplo y conciencie a los montañeros de los peligros que les rodean. Ocurrió "por no prestar la atención debida y por una exceso de confianza", dice. Su relato en las redes sociales ha sido ampliamente compartido. 

Cuatro amigos narran en primera persona su experiencia al quedar enterrados por una avalancha cuando ascendía a Collarada. El autor de las imágenes es Adriano 'Pincho'.

Ese día salieron para hacer esquí de travesía. Todos son expertos, con una formación importante en montaña invernal y con conocimiento de nivología. De hecho se están preparando para una expedición al Karakórum (Pakistán). Habían consultado el boletín de la Aemet de peligro de aludes, que situaba el riesgo en nivel 3 (sobre 5) hasta 2.000 metros y en nivel 4 por encima, con placas formadas por el viento y acumulación de espesores importantes. También conocían el pronóstico meteorológico de temperaturas muy bajas y viento. Los días anteriores había nevado mucho y eran conscientes de que quizá tuvieran que darse la vuelta en cualquier momento.  

Adriano reconoce que ha subido muchas veces con esquís a Collarada (2.886 metros) y sabía que en parte del recorrido caen placas desde arriba, por lo que propuso el itinerario más seguro a través del canal de la Trapa. Pero en este punto no hay ningún alud documentado y es "una ruta normal en invierno para ir a Collarada, por la que hemos pasado decenas de veces". 

Su relato está plagado de una lista de reconocimientos de algunos de los errores que pudieron cometer. El primero, no asegurarse de que todos llevaban el el dispositivo anti-avalanchas, pala y sonda para, en caso de quedar enterrador, poder intervenir. Tras una hora de ascensión hasta la barrera de la pista de la Trapa, punto habitual de salida, invirtieron otra hora y 15 minutos en llegar a la Trapa abriendo huella en nieve sin transformar. El viento soplaba con rachas muy fuertes. Por fin llegaron a las cadenas de acceso a la plataforma intermedia de Collarada hasta llegar bajo la canal de la Trapa. 

El grupo lo formaban cuatro esquiadores de travesía que ascendía a Collarada.
El grupo lo formaban cuatro esquiadores de travesía que ascendía a Collarada.
Adriano 'Pincho'

Él se quedó atrás mientras veía a los otros charlar y en determinado momento supo que algo no iba bien. "La primera señal, vi extraña la canal, no estaba como siempre", ha explicado. Sacó el teléfono y grabó un vídeo pensando ya en darse la vuelta. Pero no le dio tiempo a más porque entonces una pisada de uno de sus compañeros rompió una placa de nieve que hizo caer hacia abajo el manto acumulado en la canal. 

Fernando tuvo suerte y no se vio afectado. "Me quedé observando para asistir en caso necesario cuando se parara todo". Coni se vio arrastrado hacia abajo. "Iba encima tumbado boca abajo y había perdido los bastones en las ola. Paré no demasiado abajo, seguí con los esquís puestos, y me levanté a ver cómo están los demás". A uno lo vio arriba, a otro "enterrado pero con la cabeza casi fuera" y el último había desaparecido. 

Fue precisamente Adriano el que se llevó la peor parte, al quedar completamente enterrado, con los esquís atrapados en unos arbustos, por lo que el alud le pasó por encima. "Cuando vi que rompía la placa y me pillaba la ola, intenté girarme hacia la pendiente para escapar, pero me empujó muy fuerte hacia abajo. Iba haciendo toda la fuerza que podía hacia atrás de pie, pero llegó un momento que me superó la nieve por encima de la cabeza, y me tumbó boca abajo", explica. "En un acto reflejo del susto al volcar aplastado hacia delante, creo que abrí la boca por la sorpresa, y se me llenó de nieve. Me saqué con los dedos la nieve de la boca, y me intente hacer una piña con los brazos rodeando la cabeza con los codos tapando boca y nariz".

Solo pensaba en no caer bajo el talud al final de la pendiente y quedando bajo el depósito de nieve. "Cuando paré entre unos bojes, durante unos segundos la nieve seguía pasándome por encima, hasta que gracias a eso, me liberé casi completamente, excepto piernas. Me puse a gritar a ver quién me respondía". Oyó a un amigo y vio la cabeza de otro entre la nieve. En segundos le confirmaron que todo está controlado. "Al ser nieve muy poco densa, me escapé rápido", dice, y fue corriendo hasta donde estaba otro compañero semienterrado.

A Salvador no le dio tiempo a pensar cuando estaba rodando hacia abajo. Intento caer boca arriba pero se dio la vuelta. Solo pensaba en llevarse las manos a la cara para intentar protegerse porque estaba tragando nieve cada vez que intentaba respirar. Cuando paro, supo que estaba bien pero no podía moverse. 

No avisaron a nadie y ellos mismos hicieron el rescate. Una vez que comprobaron que la avalancha se había detenido, ya que se vino abajo toda la canal, los que habían quedado libres socorrieron a los atrapados. A uno le limpiaron la cara de nieve y con ayuda de una pala lo desenterraron, primero el torso, luego las piernas. 

Ya a salvo, reconocen, los comentarios eran en el sentido de "yo ya lo veía, yo ya lo sabía, se veía como se rompía el manto". "Increíblemente, todos habíamos pensado en dar la vuelta, y nadie lo dijo", concluye Adriano, que pensando en transmitir a otros esquiadores de montaña su experiencia concluye: "parar, pensar, observar y planificar". 

A modo de moraleja, dice: "Si vas con amigos, que además son experimentados, desconfía de los procedimientos y rutinas más que si fueses con noveles". Hay que interpretar las señales de alerta, añade, y "por mucho que conozcas un sitio, que no haya referencias de aludes previos, que siempre hayas pasado por ahí cuesta arriba o cuesta abajo, a la mínima señal de alerta o algo que no te cuadre, stop. Lo mejor es darse media vuelta". 

El hecho de contarlo, insiste, es "para llamar la atención". Reconoce que las imágenes son muy espectaculares, cuando "fue bastante menos de lo que parece". "Parece una gran avalancha y estaba al límite entre pequeña y mediana". Según justifica Adriano, la salida era un entrenamiento para la expedición al Karakórum el próximo verano, y por ello "había que buscar condiciones severas, días malos, días que te curtan y condiciones que te pongan en estrés. Hay gente que piensa que qué necesidad teníamos de estar allí, necesidad ninguna, era para entrenar".

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