Los dólmenes salen del anonimato

Esas construcciones megalíticas abundan en la provincia de Huesca y Óscar Buil las ha recogido en dos libros

Óscar Buil, junto a uno de los dólmenes que ha recogido en sus obras.
Óscar Buil, junto a uno de los dólmenes que ha recogido en sus obras.
Heraldo

Óscar Buil pasa casi todo el tiempo en el monte por trabajo y afición. Hace unos 18 años comenzó a observar lo que ha terminado convirtiéndose en una de las pasiones de su vida: los dólmenes. Estas construcciones megalíticas que datan de los periodos neolítico y calcolítico abundan en el Pirineo aragonés aunque son desconocidas para la gran mayoría. Sobre todo por su inaccesibilidad. Así, Buil ha plasmado en papel su aprendizaje sobre estas estructuras; su último libro, “Dólmenes de la Sierra de Guara” se ha publicado gracias a la dotación económica de los Premios Félix de Azara y pasa a formar parte de esta prestigiosa colección.

Los dólmenes llevan miles de años muy cerca de casa y el autor ha podido estudiarlos y clasificarlos. La obra presenta 14 de ellos acompañados por fichas técnicas y rutas a otros puntos de interés. Al pensar en ellos, la imaginación se dirige con rapidez hacia Stonehenge, el conjunto más famoso del mundo, pero con su erudición Óscar Buil explica las diferencias: “Stonehenge es un 'cromlech', una construcción de piedras. Se puede comparar con un rascacielos, mientras que los de aquí tienen siete u ocho metros de diámetro”.

Se trataba de estructuras funerarias. El cadáver era incinerado y se situaba en el centro para su inhumación. En Aragón, la peculiaridad de los dólmenes residen en el tamaño y, por desgracia, en su mala conservación. “La mayoría están destrozados y expoliados, de forma que son incluso difíciles de distinguir a cierta distancia”, relata Buil. Los actos de vandalismo, desde tiempos muy pasados, se gestaron a partir de una confusión: “Los dólmenes se asociaban a que allí había un tesoro escondido. La tendencia era levantar la ‘tapa’ y ponerse a excavar y solo aparecían huesos. Oro, no”.

Las construcciones están denominadas Bien de Interés Cultural (BIC) para su protección. En la Sierra de Guara y, según el criterio del autor, solo hay tres dólmenes perfectamente conservados. Los del Pirineo han tenido mejor fortuna: “El más conocido es el de Aguas Tuertas y hay varios interesantes en Tella o cerca de Biescas”. En el libro que Óscar Buil publicó sobre estos aparecían 60 fichas y Antequera (Málaga) es la zona de España donde se encuentran los conjuntos más relevantes.

El autor se queda con Rodellar “por la cercanía a la sierra. Es una ruta larga, de unas dos horas y media”. Esta es la tónica general; la gran mayoría son difíciles de encontrar, por lo que Buil adjunta siempre a sus comentarios las coordenadas del lugar. No quiere que otros tengan los trabajos que él sufrió: “Me pegaba mañanas enteras buscando dólmenes que no aparecían. Mi objetivo es reivindicar este patrimonio cultural, que la gente los encuentre y descubra”. Están tan alejados porque se ubicaban en zonas de trashumancia y pastoreo. Así, se han encontrado restos óseos y de ajuares funerarios con brazaletes y adornos de hierro y cobre o huesos de ciervo.

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