"No recuerdo nada de la paliza que sufrí pero mi vida y la de mi familia quedaron arruinadas"

Mañana se juzga a 6 hombres por la brutal agresión en un bar del Tubo a Jesús B., que quedó incapacitado.

Jesús B., que prefiere no mostrar su rostro, dice que le da miedo salir de casa.
Jesús B., que prefiere no mostrar su rostro, dice que le da miedo salir de casa.
Verónica Lacasa

"Tenía una vida activa que de repente quedó arruinada, y la de mi familia también. Trabajaba en una empresa de limpieza de conductor, limpiador y mecánico. Ahora no puedo ni conducir, y estoy incapacitado para cualquier clase de trabajo. Tuve que tirar de préstamos y me endeudé porque estaba pagando la Universidad de mi hijo". Jesús David B. no recuerda nada de la brutal paliza que le dieron 11 individuos, a los que ni siquiera conocía, en un bar del Tubo de Huesca el 21 de julio de 2013. Lo golpearon y patearon, provocándole lesiones que lo mantuvieron 97 días hospitalizado. Al principio no daban nada por su vida, pero salió adelante. Cinco años después, habla por primera vez de las graves secuelas que padece, físicas y psicológicas. "Apenas salgo a la calle, tengo miedo. Me he quedado con la psicosis de que me van siguiendo, me vigilan y me van a volver a pegar".

La Audiencia Provincial juzga mañana a seis de los presuntos autores, los únicos a los que se pudo identificar, que se enfrentan, cada uno, a penas de 11 años de prisión. El caso conmocionó en su día a la ciudad e incluso motivó concentraciones de repulsa. "Se ensañaron con él. Fueron a matarlo", afirma su mujer, María Verónica R. Jesús, María Verónica y su hija, Cindy, citados como testigos, rememoran a pocas horas del juicio el calvario vivido desde esa fecha.

"No debería haber estado en aquel sitio", dice Jesús. Ni conocía a sus agresores ni medió discusión. Sigue sin saber por qué se ensañaron con él. Ese sábado había estado con varios familiares en el río, se fue a cenar con ellos y antes de subir a casa se metió con sus cuñados en el bar La Luna (antiguo Tumbao), que estaba pegado a su casa. En su día la Policía Nacional relacionó el suceso con una trama de extorsión al dueño del local para espantar a la clientela. La familia dice que el bar tenía muchas denuncias. En 2010 lo clausuraron temporalmente tras una redada.

Él solo tiene en la memoria haber entrado en el establecimiento. "A partir de ahí, no recuerdo nada, ni el primer golpe, ni qué pasó ni qué me hicieron. Ya me gustaría acordarme, pero no puedo", afirma este hombre menudo, que entonces tenía 43 años, inmigrante ecuatoriano nacionalizado español. Las secuelas aún le dan un aspecto más frágil.

Su primera imagen al despertar en el hospital después de más de un mes en coma, era "con un oso blanco a mi lado". "Deliró durante una semana", aclara su hija, Cindy. "Cuando ya fui consciente de estar en un hospital, pensé que había tenido un accidente de coche. Estaba atado de pies y manos", cuenta él, por las alucinaciones y porque se despertó muy agresivo.

"Fue un milagro"

A la hora en que se produjo la agresión, su hija lo esperaba en casa. "Habíamos quedado para ver una película, pero no llegaba, me empecé a preocupar. Me quedé dormida pero me desperté porque oí revuelo, la calle estaba llena de gente y salí al balcón. Escuché que alguien decía ‘Es el padre de Cindy’ y ‘parece que está muerto’". Fueron al hospital pensando que había fallecido. "Los médicos dijeron que si se salvaba quedaría parapléjico. Fue un milagro", afirma su esposa.

Se salvó y pudo andar, pero las lesiones cerebrales persisten. Sufre cefaleas, vértigos, alteraciones del sueño, de la memoria y del carácter, afección al gusto y al olfato y limitación de la visión. "Mi problema es el cerebro y la parte derecha de mi cuerpo. Tengo dolores de cabeza y la mano adormecida".

Jesús llegó a España en 2001 con sus dos hijos gracias al reagrupamiento familiar solicitado por su mujer. Cindy estudiaba Bachillerato y lo dejó para cuidarlo, ya que su madre tenía que seguir trabajando y su hermano estaba en la Universidad. "Tuve que tirar de préstamos y me endeudé porque tenía que pagar los estudios de mi hijo". Aunque ahora tiene una pensión por incapacidad total, mientras se tramitó llegó a pedir ayuda para ropa y alimentos a instituciones benéficas.

Insolventes

Por estos hechos solo ha sido juzgado hasta ahora un menor, condenado a dos años de libertad vigilada. Se fijó una indemnización de 662.000 euros, pero la familia se declaró insolvente. "Es injusto porque me dejaron incapacitado y no he recibido una indemnización justa. Me endeudé hasta que me dieron la pensión". Solo ha recibido una compensación de 34.506 euros del Estado como víctima de un delito violento, que sirvió para pagar parte de las deudas y la asistencia letrada. 

Jesús B. afronta el juicio con tranquilidad y con el alivio de pensar que llega el final de un largo proceso que ha durado cinco años. "Ojalá que paguen", apostilla su mujer, sin mostrar mucha confianza. "El menor, porque era menor, está en la calle, y los otros también. Si no son castigados, lo mismo que le hicieron daño a él se lo pueden hacer a otras personas", añade ella. "Nos destrozaron la vida a todos, pero como al parecer no tienen oficio ni beneficio se declararán insolventes. Ya solo espero que se haga justicia. Confío en la ley. No hay dinero que pueda solucionar lo que nos han hecho", concluye María Verónica.

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