Las migraciones de diferentes especies de aves se adelantan dos días cada diez años, un dato que equivale a un anticipo de la primavera. También avanza la floración del trigo, cuatro días por década. Además, la mitad de los glaciares del Pirineo han desaparecido en los últimos 35 años, y ya solo quedan 19. Y cada 20 años, hay un día menos de heladas, favoreciendo así la proliferación de especies como la procesionaria, muy dependientes de la temperatura invernal, de manera que además de aumentar su población aparecen a mayor altitud.

Los datos se dieron a conocer ayer, en la presentación de los avances del II Informe del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, en el marco de unas jornadas sobre los ibones y turberas que se celebran en Boltaña, organizadas por la Red de Observatorio de Ecosistemas Sensibles (Replim), socio del primero. Los últimos estudios han confirmado asimismo un aumento de la temperatura de 1,20 desde los años 60. De cara al futuro, la proyección general habla de entre 2 y 4 grados más a finales de siglo en la cordillera.

Esta primavera, con un inicio más propio del invierno, podría parecer una excepción a la regla. Sin embargo, según Idoia Arauzo, coordinadora del Observatorio, y Juan Terrádez, técnico de proyectos, se explica por la enorme variabilidad del clima. "También sucede con catástrofes como las riadas. Eventos de una determinada intensidad que ocurrían con 100 años de retorno, son más frecuentes", indicó Terrádez. "Hay una mayor variación tanto de precipitaciones como de temperaturas. Aunque en el imaginario de todos, con un invierno con tanta nieve, parece que no exista el cambio climático, no es así, sino que es parte de ese cambio", añadió.

Estudios satélite

El informe avanzado ayer está en la fase final de elaboración. Su presentación definitiva tendrá lugar dentro de unos meses. El Observatorio, con sede en Jaca, trabaja con numerosas organizaciones en el estudio de los efectos sobre la flora, los bosques o masas de agua como los ibones, y lo hace en red con 80 organizaciones y científicos. Tiene cuatro estudios satélites: Replim (lagos y turberas), Florapyr (flora); Canopee (bosques) y Climpy (clima). En este último están implicados la Universidad de Zaragoza, la Aemet, Meteo-France, el Instituto Pirenaico de Ecología, la Universidad Paul Sabatier de Toulouse, el Centro de Estudios de la Nieve de Andorra y el Servicio Meteorológico de Cataluña.

Sus conclusiones, aclaró Arauzo, recogen los numerosos estudios realizados sobre el tema, siempre desde una óptica pirenaica y transfronteriza. El informe final se estructura en 11 capítulos. Una parte se refiere a la climatología del pasado, presente y futuro, pero también analiza el impacto del cambio en la flora, los bosques y los sectores socioeconómicos (nieve, turismo, recursos hidráulicos, pastos…).

No hay conclusiones generales sobre los efectos en las estaciones de esquí. "Tenemos que analizar caso por caso", precisó la coordinadora del Observatorio. El impacto dependerá de cada lugar en concreto, de su cota y de su exposición al sol, así como de las infraestructuras.

Más pastos de montaña

Un aspecto a tener muy en cuenta es el efecto sobre el agropastoralismo. El aumento de CO2 en la atmósfera provoca mayor productividad de pastos, al durar más la estación de crecimiento, mientras que los cambios en la disponibilidad de agua pueden provocar la proliferación de plagas en la vegetación y enfermedades en el ganado. "Si bien aumenta la producción, también altera la composición de los pastos, lo que afecta a la calidad y acabará por repercutir en el producto final, como los quesos", señaló Juan Terrádez. Un cambio que no tiene por qué ser a peor.

El informe final dará pautas y recomendaciones de adaptación respecto a la desestacionalización del turismo, la diversificación de la agricultura o el fomento de la ganadería extensiva.