Pueblos que han vuelto a nacer: 31 experiencias en el Alto Aragón

Un estudio del arquitecto Sixto Marín financiado por la Diputación describe los casos de los núcleos que han sido recuperados en las tres últimas décadas.

Ligüerre de Ara y Morillo de Tou resucitaron de la mano de los sindicatos UGT y CC. OO. para convertirse en centros vacacionales; la asociación Artiboraín rehabilitó Aineto, Ibort y Artosilla, gracias a una cesión de la DGA; colectivos de okupas se instalaron en Sieso de Jaca, Mipanas o Sasé, también propiedad de la administración autonómica; y la acción privada, de particulares o empresas, ha permitido reabrir las casas de Villanovilla, Lanuza, Jánovas o Majones. Son algunos de los 31 pueblos del Alto Aragón que han sido recuperados de la ruina en las tres últimas décadas gracias a iniciativas muy heterogéneas que han invertido el drama del éxodo rural, que en el Pirineo, además de por la emigración económica, se vio forzado por la construcción de embalses y la consiguiente repoblación forestal. En la actualidad existen más de 200 núcleos abandonados, de los cuales 150 todavía podrían ser repoblados.

El arquitecto y profesor universitario Sixto Marín detalla en un estudio financiado por la Diputación de Huesca todas estas experiencias de pueblos abandonados que hoy tienen un presente y un futuro. "Estas experiencias se han producido en momentos distintos y han sido comandadas por gentes muy diversas, pero tienen en común un índice de éxito muy alto, sin duda suficiente para tomar nota de sus planteamientos y potencialidades", ha dicho Marín, quien lo ha presentado este lunes junto al presidente de la Diputación, Miguel Gracia. “Es posible frenar la despoblación, quizá no llegando al nivel de habitantes que teníamos hace un siglo, pero sí invirtiendo poco a poco la tendencia”, ha declarado este último.

Sexto Marín es colaborador de Rafael Moneo, con el que trabajó en la construcción del CDAN. Su obra del centro de interpretación de Sabayés ganó el premio Fernando García Mercadal y actualmente prepara su tesis doctoral precisamente sobre el impacto territorial y paisajístico de la despoblación.

Galería:Pueblos recuperados del Alto Aragn

Uno a uno

El estudio sobre los 31 pueblos recuperados, el primero de estas características, pretende demostrar cómo todavía es posible devolver a la vida las ruinas de muchos de los más de 200 núcleos deshabitados del Alto Aragón y pretende servir para desarrollar una estrategia de cara a revitalizar asentamientos futuros. Está centrado en las áreas de montaña. Para realizarlo, Sixto Marín ha dirigido un equipo formado por arquitectos, ingenieros de caminos y agrícolas, biólogos y etnólogos, que han elaborado una ficha de cada uno con información sobre su historia reciente, la evolución demográfica y el estado actual de las edificaciones e infraestructuras, con planos y fotografías aéreas. El estudio valora incluso su viabilidad, en unos casos del 100%, en otros del 30%.

De las 31 iniciativas, 19 se han recuperado gracias a la iniciativa pública y 12 son de titularidad privada. No solo han permitido mantener el patrimonio arquitectónico, ya que en algunos se han abierto escuelas, rehabilitado los edificios comunes, mejorado las carreteras y tienen acceso a tiendas o establecimientos de hostelería. Eso sí, las buenas conexiones a internet siguen siendo una asignatura pendiente.

De las actuaciones públicas, seis corresponden a iniciativas de colectivos. Morillo de Tou y Ligüerre de Cinca fueron rehabilitados por los sindicatos Comisiones Obreras y UGT; Aldea de Puy de Cinca, por la UAGA; Ruesta por CGT; Isín, por la Fundación Benito Ardid; y Griébal, por el grupo Scout. Todos a partir de cesiones de la administración y convertidos en centros de vacaciones.

Otro grupo lo forman las aldeas ocupadas por neorrurales, también a partir de cesiones pactadas, en su mayoría con la DGA. Es el caso de Aineto, Ibort y Artosilla, los tres en el municipio de Sabiñánigo. La Asociación La Senda promovió la recuperación de Caneto, en La Fueva. Significaticamente, destacó Sixto Marín, los acuerdos los pactaron con el departamento de Medio Ambiente, prueba del papel que tienen para el mantenimiento de los valores naturales del entorno.

Los pueblos okupas

Frente a estos ejemplos, en los que la recuperación ha sido organizada, están los pueblos okupas, donde se han instalado diversos colectivos que han actuado sin permiso de la administración. Son Sieso de Jaca, Mipanas, Campol, Gere, Burgasé, Sasé, Guinuabel. Los cinco últimos en el municipio de Fiscal. Excepto Mipanas, de la CHE, los otros pertenecen a la DGA. En Sieso de Jaca existe una comunidad estable de unas 25 o 30 personas, con niños escolarizados, que ha logrado el empadronamiento en el municipio.

El estudio valora en un 100% su viabilidad. Este porcentaje baja en Gere al 30%, pues la recuperación lleva tiempo estancada al no llegar nuevos pobladores. Los iniciales ocupan solo una edificación y se dedican a la construcción o la artesanía. Sin embargo, recientemente se han mejorado los accesos y es posible que esto pueda atraer a más gente. En Burgasé, el proceso ha sido permanente desde los años 90, aunque con mucha rotación de habitantes. Sixto Marín ha abogado por impulsar la recuperación de los pueblos abandonados, “pero con cuidado”, ya que en su opinión, “la reconstrucción ordenada es fundamental para garantizar el éxito”.

Otros corresponden a actuaciones de particulares, como Lanuza, reconstruido por los antiguos vecinos gracias a la reversión de las tierras, o Jánovas, que sigue el mismo camino. Aquí encontraríamos también Bergua, Majones, Belarra, Yéspola, Lúsera, Belsué o Villanovilla. Este es un pueblo en la Garcipollera, una zona expropiada en su día para reforestar y evitar la llegada de sedimentos al embalse de Yesa. Hoy está totalmente recuperado a falta de la iglesia. Primero llegaron los antiguos habitantes, pero luego hubo compra de propiedades por parte de terceros y al final, las casas rurales y restaurantes. “Más allá de la ganadería, el turismo es la actividad que garantiza la viabilidad del núcleo”, concluye el estudio. Y en Belsué incluso se ha recuperado la actividad agraria. El Ayuntamiento de Nueno ha invertido en mejorar las casas y ya hay cuatro ocupadas, pero también ha apostado por nuevos sistemas de explotación agraria para volver a cultivar los campos.

Y por último hay actuaciones impulsadas por empresarios. Curioso es el ejemplo de Atiart (La Fueva), rehabilitado por iniciativa de un único empresario para alojamientos rurales. Dispone de todos los servicios. Lo mismo ocurre en Silves Bajo (Boltaña), pero dedicado a la ganadería. Y Pano, desde que se acondicionó el albergue, ha funcionado ininterrumpidamente para albergar a gente que colaborar en recuperar el núcleo y para alojar a turistas y se van incorporando nuevos elementos a la oferta.

Experiencias heterogéneas

Según concluye el estudio, la casuística es muy heterogénea, ya que no ha existido una estrategia única que respondiera a una política de repoblación sino a intereses y agentes muy diversos. La despoblación ha permitido mantener inalterado un patrimonio que ofrece “una oportunidad única” de cara a una intervención futura. En segundo lugar, estas experiencias han tenido una influencia positiva sobre asentamientos cercanos. El trabajo constata además una nueva dinámica para fijar población en sitios que se quedaron vacíos. “Hay que dar visibilidad a las cosas que se han hecho bien y no nos podemos quedar solo con la imagen de la ruina”, ha afirmado Sixto Marín.

Miguel Gracia ha apostado por impulsar desde la administración iniciativas que imiten estos ejemplos frente a la tendencia que prima la economía y el voto. Se ha referido al proyecto de reforma electoral que restará peso a los territorios menos poblados. Un efecto positivo, ha dicho, es la conservación de “joyas patrimoniales”, como el núcleo de Montañana, donde nunca entraron los coches. “Es necesaria la actuación de todas las administraciones, y no solo hablo de dinero. Es fundamental que legislemos”, ha afirmado. A este respecto ha criticado la inacción del Comisionado del Gobierno ante el Reto Demográfico, creado hace un año.

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