Del lujo de París a un hotelito en la sierra de Guara

Marta Romero y su pareja, que trabajaron 13 años en un alojamiento de 5 estrellas en Francia, vuelven a sus orígenes familiares para llevar su propio negocio en una zona despoblada de la comarca de Sobrarbe

Marta y Romain, junto a los padres de ella, que les ayudan en el negocio
Marta y Romain, junto a los padres de ella, que les ayudan en el negocio
Heraldo

Marta Romero y Romain Favrot residían en el centro de París y trabajaban en un hotel de lujo con 460 habitaciones cerca de la plaza de la Ópera. Hace cuatro años, durante unas vacaciones en Arcusa, el pueblo de donde procede la madre de ella, viendo el paisaje de la sierra de Guara desde un mirador, se liaron la manta a la cabeza y decidieron emprender su propio negocio. El viernes inaugurarán el Hotel Tierra Buxo, bautizado así por la abundancia de este arbusto (boj en aragonés), un establecimiento con encanto de solo cinco habitaciones. Es un reto personal  pero con una dimensión colectiva: dotar de alojamientos de calidad a la zona y contribuir a revitalizar un área muy despoblada en el norte del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, a caballo entre Aínsa y Alquézar.

Antes de marcharse a París, Marta vivía en Lérida, pero siempre estuvo ligada al pueblo de su madre. Estudió Turismo y, como muchos jóvenes de su generación, se fue de Erasmus, y se quedó. Trabajó 13 años en el InterContinental París Le Grand, de 5 estrellas, un alojamiento con una destacada vida diplomática que acogía a delegaciones internacionales. Por él ha visto pasar a los Reyes de España o a secretarios de Estado norteamericanos. Comenzó en la recepción pero fue ascendiendo a los departamentos de relaciones públicas y gestión comercial. Allí conoció a su pareja, que trabajaba en la zona de restauración.

“Dejamos un 5 estrellas en París para abrir nuestro propio hotel en Guara. Decidimos seguir trabajando en el sector, pero de una forma totalmente distinta”, cuenta, mientras prepara la inauguración. “Veníamos de vacaciones a Arcusa una vez al año. La zona era cada vez más turística y veíamos que había mucho potencial. El norte de la sierra de Guara está todavía virgen. Con mi padre ya lo habíamos hablado, pero la idea de abrir un hotel se había quedado aparcada al marcharme a París. Un verano, yendo al mirador del Vero, nos encontramos con una pareja de franceses que nos dijeron que esta tierra les encantaba pero que apenas había alojamientos ni restaurantes. Fue mi novio el que me dijo que deberíamos hacer algo aquí”, explica Marta.

Desde 2014, la idea del hotel ha ido tomando forma. Al final se decantaron por un pequeño alojamiento con encanto, donde se da un trato personal a los clientes, asesorándoles ya antes de la estancia sobre el tipo de actividades a desarrollar, reservándoles restaurantes... La filosofía, resume, es “poca cantidad pero mucha calidad”. Por ejemplo, siguiendo este criterio, se han unido a Vignerons Independientes de Huesca, una asociación de pequeños bodegueros, con vinos personales.

Marta cuenta que vivían a 15 minutos de la Torre Eiffel. “Es un cambio total, pero estamos encantados porque esto es calidad de vida. Levantarse todas las mañanas y ver la sierra de Guara enfrente, con una luz impresionante, un buen clima, gente acogedora… Son proyectos que llevan la esperanza a zonas como esta”. Frente a las luces y los claxon de París, aquí no hay contaminación lumínica, ni acústica, solo paisaje y silencio. Eso sí, toca soportar algunos inconvenientes, como los pequeños cortes de luz sufridos últimamente por las nevadas.

El hotel ha cuidado la arquitectura y la decoración interior. El edificio lo construyó su abuelo en los años 60 como almacén agrícola, pero ellos lo derribaron y reutilizaron la piedra en la fachada. Han seguido los parámetros de la bioconstrucción. La energía es de origen geotérmico, muy frecuente en los países nórdicos pero apenas usada en España, obtenida de dos pozos a 140 metros de profundidad. “Da frío en verano y calienta en invierno. Es una energía totalmente renovable”, comenta Marta Romero.

Ella destaca que se trata de un negocio familiar, en el que colaboran sus padres, y valora la ayuda pública facilitada por el Centro de Desarrollo del Sobrarbe y la Ribagorza (Cedesor) a través del programa Leader financiado con fondos europeos.

No son los únicos jóvenes que han apostado por instalarse aquí. Hay otros que o bien se han dedicado a la agricultura y ganadería, o han aplicado en el medio rural sus estudios, “lo que da un rayo de esperanza de que estos pequeños pueblos sigan vivos”, comenta Marta. Quizá por eso, el viernes se ha organizado un acto que es algo más que la inauguración de un pequeño hotel en un pueblo perdido de la sierra de Guara. Han confirmado su asistencia numerosas autoridades, entre ellas el presidente de la Diputación, Miguel García, alcaldes y presidentes comarcales y representantes de asociaciones empresariales.

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