Víctima de bullying: “Les decía a mis padres que me tiraba por la ventana antes que volver al colegio”

Pablo Latorre es un zaragozano con síndrome de Asperger que sufrió acoso escolar y bullying durante toda su etapa escolar en Educación Primaria y Secundaria.

Pablo Latorre, zaragozano con síndrome de Asperger, sufrió acoso escolar y bullying durante toda su etapa escolar.
Pablo Latorre, zaragozano con síndrome de Asperger, sufrió acoso escolar y bullying durante toda su etapa escolar.
M.O.

La infancia y adolescencia del zaragozano Pablo Latorre no fue feliz. Esos años, en los que la inocencia lo inunda todo y en los que la máxima preocupación es que la carta de los Reyes Magos llegue a su debido tiempo, apenas existieron para él. Durante 10 años -casi un tercio de su vida, pues tiene 35- fue víctima de acoso escolar y bullying diario por parte de sus compañeros de clase.

Me pegaban, me pisaban, me llenaban el pelo y los oídos de tierra, me golpeaban la cabeza contra la pared, me empujaban y me gritaban e insultaban pegados a mi oreja para ver si estallaba”, recuerda Latorre, en una retahíla de agresiones y que estremecen a cualquiera que las escuche. La explosión de ira por parte de Pablo era uno de los objetivos buscados por los agresores, ya que este vecino del Actur tiene síndrome de Asperger y “no sabía defenderme de ellos", apunta. 

Pablo Latorre es un zaragozano de 35 años que sufrió acoso escolar y bullying durante toda su etapa escolar en Educación Primaria y Secundaria, dejándole secuelas en su etapa adulta.
Pablo Latorre es un zaragozano de 35 años que sufrió acoso escolar y bullying durante toda su etapa escolar en Educación Primaria y Secundaria, dejándole secuelas en su etapa adulta.

"Me acosaban constantemente hasta que estallaba y empezaba a gritar. Entonces los profesores se daban cuenta y al que castigaban era a mí”, lamenta. “Ellos se reían y se divertían todavía más”, añade el joven. Las agresiones sobrepasaron el espacio físico de la escuela. “Me llegaron a acorralar en un callejón cercano al centro escolar para pegarme”, relata Latorre.

Asusta pensar en las edades de los agresores, todos ellos menores de 12 años. Esa situación constante provocó que Pablo cayese en una depresión, con ataques de ansiedad y miedo a salir solo de casa. “Estaba muy mal y no nos quería decir qué le pasaba. Le sacábamos las cosas muy poco a poco y lo único que decía era que no quería volver al colegio”, afirma su madre, Begoña Rubio. “Nos decía que antes de volver a clase, se tiraba por la ventana”, confiesa. Pablo asiente, confirmando las palabras de su madre. 

“A mí me ha costado también una depresión porque los padres y madres somos el eco de nuestros hijos"

Unos comentarios que sumían en una tremenda preocupación y miedo a sus progenitores. “A mí me ha costado también una depresión porque los padres y madres somos el eco de nuestros hijos y sufrimos lo mismo que sufren ellos”, asevera Rubio. Además, “Pablo, debido a su síndrome, era presa fácil y carne de cañón”, añade. “En alguna ocasión hemos tenido que ir al Urgencias nada más salir del colegio, como cuando le metieron tierra en los oídos y los médicos tuvieron que limpiárselos”, ejemplifica la progenitora.

"El colegio de los horrores"

“No sabía ni cómo contarlo”, confiesa Pablo. “Me daba vergüenza y tenía miedo a las represalias si hablaba”, dice. Hasta que, a fuerza de insistir, su familia se fue haciendo una idea de lo que pasaba cada día en clase. “Era horrible, una jungla, el colegio de los horrores”, describe el joven. De hecho, así es como tituló una de sus poesías, el único modo de expresar todo lo que le estaba pasando en el colegio y el modo en el que sus padres conocieron muchos de los detalles de las agresiones que padecía. “Yo llegué incluso a increparles para que parasen de agredir a mi hijo, pero se rieron y pasaron olímpicamente”, señala la madre.

Durante la Educación Secundaria la situación mejoró algo “porque estuvo más protegido por los profesores y le permitieron pasar los recreos en la biblioteca o en la sala de profesores”, dice Rubio, pero el acoso no cesó. Las agresiones dejaron de ser físicas y se volvieron psicológicas. “Me decían que estaba loco y me arrinconaban en los baños, en los recreos y en los cambios de clase, aprovechaban cualquier situación en la que no estuviesen los profesores”, explica Pablo.

“Estaba tan mal que la psiquiatra hizo un informe recomendando que el último año de secundaria lo realizase desde casa y eso fue una liberación total. Fue entonces cuando llegó la paz”, confirma Begoña. “Fue un descanso no tener que volver a acudir a clase”, añade Pablo. Así terminó la ESO e hizo también el Bachillerato a distancia. Después fue a la Universidad donde cursó el grado de Historia del Arte. “Aquello era un remanso de paz porque nadie se metía con él”, afirma su madre.

“Fue un descanso no tener que volver a acudir a clase”

Secuelas a largo plazo

A partir de entonces, la vida de Pablo mejoró y poco a poco fue saliendo de la depresión y la ansiedad con las que había vivido toda su infancia, apoyado por las nuevas experiencias que ha ido viviendo con el paso de los años. Sin embargo, las secuelas de esa década no se han ido del todo. “Le costó poner un pie fuera de casa sin nosotros por miedo, tenía fobia social y creía que la gente iba a ir a por él en la calle. Pasó tiempo hasta que vio que podía acudir a sitios y que no pasaba nada”, indica la progenitora. “Me creó una gran desconfianza a estar con gente nueva porque eran potenciales acosadores y monstruos”, añade Pablo.

“Me creó una gran desconfianza a estar con gente nueva porque eran potenciales acosadores y monstruos”

Ahora, casi 20 años después, está bien pero “no quiero recordar el pasado porque no son recuerdos buenos. Echar la mirada atrás es recordar el horror”, afirma. Afortunadamente, hoy en día tiene amigos con los que comparte tiempo y aficiones en la Asociación Asperger Aragón y asiste a diferentes talleres ocupacionales de la Fundación Rey Ardid y en Atades, pero advierte: “El bullying tiene secuelas a largo plazo y condiciona tus relaciones sociales en el futuro”, concluye.

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