PATRIMONIO

La bellísima y desconocida Casa Moneva de Zaragoza recupera sus constantes vitales

El Colegio Mayor Miraflores se ha propuesto arreglar y reabrir el caserón del escritor aragonés, que presume de un hermoso jardín y un salón inglés.

Un paseo por la Casa Moneva
Un paseo por la Casa Moneva
José Miguel Marco

"No podéis imaginar la cantidad de gente, sobre todo en las fiestas del Pilar y con trajes regionales, que se paran a hacerse fotos en la puerta". Alfonso de Salas invita a adentrarse en la Casa Moneva y a viajar en el túnel del tiempo en uno de los inmuebles más singulares de Zaragoza. Pocas viviendas hay en el corazón de la ciudad con un jardín tan espléndido, con un cuidadísimo salón inglés, con vigas de madera en el techo, con chimeneas y pianos de época...

Pero, ¿cuál es la historia de este caserón de cuatro plantas inspirado en el renacimiento aragonés? Fue construido en 1925 por iniciativa del ilustre jurista y escritor Juan de Moneva y Puyol y, de hecho, el responsable del proyecto fue su hijo, Jaime Moneva Oro, que aún no había acabado los estudios de Arquitectura y por ello el plano de obra presentado al Ayuntamiento lleva la firma de Regino Borobio. Se dice, además, que Moneva eligió esta ubicación porque en aquellos años estaba peleado con el arzobispo-cardenal Soldevilla por oponerse como catedrático de derecho canónico a la venta de unos tapices de la Seo y, por eso, decidió ‘trasladarse’ a la diócesis de Huesca, a la que pertenecía la parroquia de Santa Engracia y la calle de Sanclemente.

El Colegio Mayor Miraflores se ha propuesto arreglar y reabrir el caserón del escritor aragonés, que presume de un hermoso jardín y un salón inglés en el corazón de Zaragoza

Moneva vivió décadas en este inmueble y aglutinó una fantástica biblioteca que hoy –mientras duren las obras– se guarda a buen recaudo en Perdiguera, junto a mobiliario de época y enseres personales como su traje académico, varias condecoraciones, cartas y fotografías. Tras la abrupta muerte en fatal accidente de su hijo arquitecto y el fallecimiento sin descendencia de sus hijas (Concepción, Pilar y Dolores), la casa pertenece hoy al patronato del Colegio Mayor Miraflores, a quien la legó la última en 1998, en una herencia con una cláusula que establecía que la casa y el anexo convento de las Damas Catequistas no podría venderse total ni parcialmente hasta pasados 50 años.

"La de la familia es la historia de un fin de raza", apunta el bibliófilo José Luis Melero, uno de los mayores conocedores de la figura de Moneva en la Comunidad. Melero recuerda que el jurista fue un hombre muy popular en la Zaragoza de comienzos del siglo pasado y cuenta que, aunque seglar, era un tipo religioso (terciario franciscano) y seguía muchos principios de austeridad. "Solo tenía un traje, nunca llevaba abrigo y cuando tenía que viajar lo hacía en la tercera clase del tren", explica el exégeta.

Esta suerte de sobriedad y continencia contrasta con la finca que mandó construir pegada a la huerta de Santa Engracia en lo que entonces eran las afueras de Zaragoza. Aunque el aspecto que presenta actualmente la Casa Moneva se debe a esta reforma de 1925, su historia data de mucho tiempo atrás: la vivienda perteneció al carpintero José de la Hera, héroe de los Sitios y bisabuelo de Moneva. En un proyecto de 1911, se ve que la casa original era más amplia de la que hoy persiste, y fue en 1925 cuando hubo que adaptarla a la alineación de la calle de Sanclemente y se construyó una nueva fachada. El convento de las Damas Catequistas, fue edificado veinte años después, en 1946, promovido por la esposa del jurista aragonés, Concepción de Oro y Castro, reflejo de la importancia que esta familia dio a la caridad a lo largo de su vida.

Tras los seis metros de fachada renacentista se esconde un hermoso vestíbulo –con vigas de madera en el techo– y una habitación con una bóveda abarquillada y con ventana a Sanclemente, que es la que los zaragozanos curiosos pueden ver semiarreglada desde la calle. Ahí se muestra una mesa con todo el servicio montado, una foto de Moneva y su esposa cuando ‘moceaban’ y algunos detalles decorativos como imágenes de Biarritz o San Sebastián, que se han puesto ahora ex profeso para trasladar al visitante a la época de la ‘belle époque’ y aquellos veranos en los que la burguesía frecuentaba los ‘baños de ola’.

En estos momentos se está adecentando la primera planta –aún queda mucho trabajo en los pisos superiores–, donde también se encuentra una bellísima escalera y un despacho anexo al zaguán, que durante unos 30 años utilizaron como oficina la Escuela de Familias Agrarias. Cada uno de los cuatro pisos de la vivienda tiene entre 80 y 90 metros cuadrados, por lo que el conjunto sumará cerca de 350, todos repletos de curiosos detalles como interruptores en mitad de los balaustres de las escaleras de azulejos aragoneses.

Lo más interesante de la planta baja es lo que se da en llamar el ‘salón inglés’: una amplísima estancia con enormes ventanales al jardín, que tiene además adosado otro saloncito en forma de camarote y, a su lado, unas escaleras (en mal estado) conducen a una bodega subterránea. El ‘salón inglés’ tiene un aire distinguido por su piano, su chimenea y las vigas de madera en el techo. Aunque ahora está cerrada provisionalmente –se lucha a brazo partido contra las humedades– aquí estaría la salida ‘oficial’ a un jardín privativo de 286 metros cuadrados, que funciona como patio de luces tras los edificios que han crecido a su alrededor. "Hoy las estancias aún tienen mucha luz, pero hay que pensar lo luminosas que serían cuando aún no había nada edificado alrededor y todo eran huertas y solares", comenta De Salas, doctor en Derecho y en Historia del Arte medieval y miembro del patronato del Colegio Mayor Miraflores. De Salas, que curiosamente nació en la calle de Zurita y eso también le azuza a recuperar la Casa Moneva, se adentra en un jardín del que se ha arreglado ya un tercio y el resto es "terra incógnita".

Juan de Moneva y su esposa, Concepción de Oro y Castro, en una foto que se conserva en la casa.
Juan de Moneva y su esposa, Concepción de Oro y Castro, en una foto que se conserva en la casa.
Heraldo

Entre lo más singular, una pérgola de época, una vieja mesa de piedra y un granado que –sin duda– es centenario. "La vegetación ahora se muestra algo ingrata, pero en primavera y verano todo se vuelve verde y la viña cubre toda la galería de la casa. Las parras crecen y crecen y también ayudan a formar una suerte de jardines verticales para procurar algo de intimidad, para mantenerse a salvo de las miradas indiscretas de los vecinos", explican. La rejería del jardín se ve limpia de vides en la estructura exterior del salón inglés, en donde emergen pilares y capiteles que recuerdan a los del claustro de San Juan de la Peña.

Es poco probable que en el centro de Zaragoza –a excepción hecha, acaso, del convento de las Siervas de María, en el paseo de Sagasta– se halle algún otro jardín de estas características, que incluso tenía un espacio reservado para lo que parece ser que pudiera haber albergado una cuadra. Cuenta Melero cómo está documentado en los textos de Castro y Calvo que Moneva tenía un pollino que compró a unos gitanos. También aventura cómo es "más que posible que la finca tuviera una salida directa a la huerta de Santa Engracia, lo que hoy sería la calle de Costa". Allí se encuentra un espacio idóneo para una pequeña caballeriza y, como se ha dicho, Moneva profesaba un gran amor por los animales como fiel seguidor de San Francisco de Asís que era.

Hay otra forma de acceder al jardín, que es un pequeño pasadizo de servicio pegado a la cocina, con una habitación auxiliar que podría hacer las veces de gabinete botánico. Todas estas hipótesis podrán confirmarse cuando se estudien con detenimiento las muchas fotos conservadas de la familia, que –se espera– ayuden también a ilustrar el día a día de cómo era la vida en la casa.

Los planes para ganar edificabilidad que se presentaron en 2011.
Los planes para ganar edificabilidad que se presentaron en 2011.
Heraldo

En la cocina hay un fogón de fundición de época, una pileta de cemento, alacenas y azulejos de 1900. "Llama la atención que en toda la casa solo había un baño, un baño para toda la familia, aunque sí que hay lavabos en todos los dormitorios. No tenían calefacción central, pero sí soportes para los braseros", explica De Salas, antes de acceder a la primera planta, «la zona noble de la casa». Lo que probablemente fue el despacho de Moneva recibe al visitante con un aire de «salón ansotano» y al lado está lo que sería el archivo del escritor, con una centenaria estantería de pino. "Es curioso cómo el papel de la pared sólo llega a las zonas que se ven, es decir, no lo colocaron por detrás de los muebles". Los libros que se ven no son los de Moneva, sino en gran parte de la biblioteca del embajador Manso de Rozas, que acaba de donar toda su colección a la casa.

En muchas de estas estancias ya se ve cómo los falsos techos de cañizo se han ido abombando y cómo se han hecho catas para estudiar la estructura y los materiales de la casa que nunca se han llegado a cerrar. Junto a un dormitorio, hay una terraza que da al jardín y a Sanclemente, y una escalera en la que brilla la cerámica aragonesa. Ya en la segunda planta, la primera gran habitación sería la del hijo, Jaime, pues se conserva un jergón y un gran caballete que le serviría para sus trabajos como arquitecto. Otro espacioso dormitorio correspondería a sus padres, dado que cuenta con un vestidor y un cuartos técnicos de apoyo. Conforme se avanza en altura los techos están cada vez más destrozados, y algo más impracticable se antoja la tercer planta, con cinco habitación, que sería la que ocuparía el servicio: dos criadas llegaron a empadronarse en la casa.

El inmueble, en lo últimos años, ha tenido diversos moradores, pero –en esencia– se ha dedicado a acumular deterioro y olvido. De Salas, que capitanea el arreglo y la restauración, explica que su objetivo es "abrir y recuperar la vocación cultural y universitaria de la casa para la que –pensamos– la legó la última heredera de la familia Moneva. Queremos volver a los orígenes y que sea un punto de encuentro, de intercambio de ideas, de convivencia y abierto a la ciudadanía". "Para arreglar bien la casa harían falta muchos cientos de miles de euros y nosotros estamos llevando a cabo una labor comedida y discreta. Antes que no hacer nada, preferimos poner en práctica una política de pequeños pasos, ir arreglando poco a poco lo que esté a nuestro alcance", cuenta a quien ya muchos consideran un filántropo del siglo XXI.

Quién fue Moneva

Ilustre escritor y jurista. Juan de Moneva y Puyol (Venta de Pollos, Zamora, 1871-Zaragoza, 1951) fue escritor, químico, jurista, aragonesista y profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Zaragoza y decano de la Facultad de Derecho (donde «enseñó conviviendo», según Luis Horno Liria). Sentía predilección por la enseñanza, tenía fama de ser muy ‘reñidor’ y se opuso al baturrismo y la exageración folclórica.

Un plan que no cuajó

En el año 2011 la gerencia de Urbanismo autorizó el derribo interno de la casa de Moneva, con la conservación de las fachadas protegidas. Se pretendía levantar allí un nuevo edificio de tres alturas por encima y tres plantas de garaje. Para ganar edificabilidad desaparecería el jardín interior de 286 metros cuadrados.

De "interés arquitectónico"

La vivienda está protegida por considerarse un «ejemplo claro ‘revival’ del renacimiento aragonés». La fachada de 1925 está ejecutada en ladrillo visto y en los vanos se ofrece «un completo repertorio tipológico inspirado en la arquitectura aragonesa del siglo XVI». El alero que remata la cuarta planta también es de gran valor.

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