¿Era una niña pequeña con mascotas que soñaba con ser veterinaria?
Quería tener mascotas y no podía porque mis padres trabajaban, pero al final lo conseguí. Desde los 5 años dije que iba a ser veterinaria. Hasta los 12 estuvimos viviendo en Huesca y luego nos vinimos a Zaragoza y aquí me quedé. Empecé el doctorado en el año 2000 y hasta 2004, justo con el mal de las vacas locas y cuando diagnosticamos el primer caso de las encefalopatías espongiformes. Me vino muy bien para hacer la tesis que dirigió Juan José Badiola junto a Pilar Zaragoza. 

¿Qué le ha animado a dar el paso a la gestión?Siempre me gustó mucho. Ya en 2015 el anterior decano me convenció para ser vicedecana de coordinación del grado, donde estuve ocho años. Tras este tiempo viendo los puntos fuertes y débiles de la facultad me decidí.

¿Qué retos se plantea?Tienen que ver con la calidad de los estudios. Hay que adaptar todos los grados y másteres al nuevo decreto de organización de las enseñanzas universitarias y tenemos tiempo hasta 2025, que es ya. Para 2027 planteamos lograr la acreditación institucional del centro. Y para 2027 tenemos también una revaluación de la agencia europea de acreditación. Para superarla hay que hacer modificaciones curriculares y nuevas infraestructuras para, por ejemplo, trabajar con grandes rumiantes y más clínicas externas.

La futura sede del Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2) es otro ansiado equipamiento. ¿Cómo está el proyecto?La idea es que las obras de reforma del antiguo hospital empiecen a finales de 2024 o principios de 2025. Los investigadores del IA2, del que yo formo parte, tienen unas necesidades de espacio evidentes. Se trata de tener aulas de uso polivalente para la facultad, y albergar investigadores de otros institutos que lo necesiten como el de Ciencias Ambientales o el de Investigación Sanitaria. El presupuesto ronda los 6,7 millones.

¿Veterinaria llegará a ser una carrera de seis años?Entiendo que sí, pero va a ser un proceso lento. Prácticamente ocurre en todos los países europeos.

¿Algún doble grado o máster nuevo en perspectiva?Es complicado porque Veterinaria y Ciencia y Tecnología de los Alimentos son muy específicos. Tenemos cuatro másteres que cuentan con bastantes estudiantes y podríamos pensar si se necesita alguna nueva titulación.

La primera mujer llegó a las aulas de Veterinaria en 1931 y hubo una decana entre 1998 y 2003. ¿Era hora de una segunda?Creo que sí, porque además en los vicedecanatos y puestos de coordinación siempre hemos estado.

Además, un 78% del alumnado son chicas.Para acceder a Veterinaria se pide una nota alta y las mujeres suelen ser mayoría entre los mejores resultados. También llama la atención que tengamos un 15% de estudiantes franceses.

¿A qué se debe?En Francia hay cuatro facultades de veterinaria y tienen la obligación de sacar al mercado los egresados que se necesitan. Los jóvenes que no entran van distribuyéndose por otros países.

El mal de las vacas locas, la pandemia, el protozoo del río Queiles, ¿se les conoce más allá del cuidado de animales?La pandemia ha sido fundamental para demostrar que tenemos que trabajar juntos todas las profesiones de las ciencias de la salud y también con las ciencias sociales. La veterinaria juega un papel vital en el concepto de ‘One Health’ o una sola salud. El veterinario hace 40 años tenía mucho prestigio en los pueblos y lo fue perdiendo, pero está recuperando su funcionalidad en la sociedad. Espero que la nueva ley de bienestar animal también contribuya.

¿Qué opinión le merece la ley?Lo importante es cómo se desarrolla y que se consulte con los veterinarios y otros implicados.