El gigantesco mástil de Vadorrey 'eclipsa' a otra veintena de relojes solares de Zaragoza

En parques, plazas y otros rincones a orillas del Ebro hay curiosos ingenios y artilugios que pasan desapercibidos a los ciudadanos.

Algunos de los relojes de sol que están presentes en la escena urbana.
Algunos de los relojes de sol que están presentes en la escena urbana: en la zona de la Expo, en Helios, en el Centro de Urbanismo Sostenible y en las fuentes del Actur.
Heraldo

Es de sol pero paradójicamente eclipsa. El gran reloj solar de Vadorrey, conocido por ser el mayor del mundo y batir varios récords, hace que muchos zaragozanos se olviden de otros tantos artilugios similares que pueden encontrarse en fachadas, esculturas e, incluso, en fuentes de agua de boca de Zaragoza.

La ciudad ha sido pródiga instalando este tipo de relojes y, de hecho, hace unos meses se añadieron dos más a la nómina, que aparecen incluidos en la escultura en homenaje a la visita de Albert Einstein, que se estrenó en marzo a las puertas del pabellón Puente. El ingeniero Juan Antonio Ros y su hijo, el arquitecto Teo Ros, son los dos autores del memorial al científico, en el que junto a ecuaciones matemáticas aparecen los relojes.

Inauguración del monumento escultórico a Einstein
Inauguración del monumento escultórico a Einstein
Guillermo Mestre

“Desde muy joven siento una inclinación fuerte a expresarme mediante estas piezas por lo que de conocimiento holístico significa”, explica Juan Antonio Ros, autor de no pocos relojes solares que se ven en Zaragoza. A él se le deben, entre otros, el ecuatorial de la Expo (junto a la noria siria), el Centro de Urbanismo Sostenible, el cuádruple de Miralbueno o el que está instalado en el interior del Centro Natación Helios. 

Antonio Ros: "Para mí se trata de una mezcla inigualable de ciencia, arte, creatividad, ingeniería, innovación, sostenibilidad… También hay que dominar los materiales y las técnicas de fabricación, trabajar con las manos, pensar en el transporte, procurar el montaje..."

“Para mí se trata de una mezcla inigualable de ciencia (cálculos matemáticos, astronomía, dominio gráfico y geométrico), arte, creatividad, ingeniería, innovación, sostenibilidad… También hay que dominar los materiales y las técnicas de fabricación, trabajar con las manos, pensar en el transporte, procurar el montaje... Requiere una fuerte base técnica, mucha concentración y un esfuerzo intenso para controlar todos los aspectos que afectan a la funcionalidad y precisión”, añade Ros, que calcula haber dedicado “unas dos mil horas de dedicación personal” a estos desvelos.

El gran reloj de Vadorrey requiere de una intervención en su entorno.
El gran reloj de Vadorrey antes de la intervención en su entorno.
Raquel Labodía

El de Vadorrey, por sus dimensiones, quizá sea el que haya alcanzado mayor relevancia de su producción (“es una pieza astronómica clásica y ultra técnica”, dice), pero todos y cada uno de ellos son “singulares, únicos y tienen una historia y motivación detrás”, comenta el ingeniero, que también se siente muy orgulloso de lo conseguido en el memorial de Einstein, al haber logrado “integrar en el conjunto sus valores personales y sus descubrimientos científicos de forma única en el mundo”.

El singular mástil del parque de La Granja.
El singular mástil del parque de La Granja.
Heraldo

Otro de los relojes más llamativos de la ciudad es le que se encuentra en el parque de La Granja y que se erigió en 1989. Esta obra de Rafael Barnola Usano tiene 8 metros de altura y 5 de diámetro y la hora es marcada por un mástil de hierro sujeto a una superficie curva. Aunque ha sido objeto de los vándalos en numerosas ocasiones, sigue siendo un punto de referencia del parque, pues “marca un hito vertical sobre un promontorio de planta circular que remata la avenida en la que al otro lado se alza un anfiteatro”, explican fuentes municipales. 

Al mismo autor se le debe otra singular belleza científico-artística como es el reloj hidráulico del parque Grande. En 1983, con hierro, latón y porcelana, Barnola facturó las tres esferas de forja que componen esta ‘Clépsidra’ (que así se llama), que deja boquiabiertos a los visitantes del Jardín Botánico con su ingenioso sistema por el que el agua mueve un engranaje con los minutos y las horas.

Junto al monumento a la Constitución, durante años hubo un reloj solar.
Junto al monumento a la Constitución, durante una temporada hubo un reloj solar.
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“Relojes solares hay muchos por el mundo, sobre todo antiguos en iglesias y edificios históricos. Contemporáneos hay menos y casi siempre vinculados a la actividad de un puñado de aficionados. Zaragoza no sería una singularidad por su número, pero quizá si por calidad e innovación”, opina Ros, que también creado algunas piezas como las que pueden verse en Garrapinillos, la Fundación San Valero o el polígono de Malpica.

El maestro Pedro J. Novella ha recopilado información acerca de centenares de relojes de sol que todavía pueden verse en las ermitas, los castillos y las iglesias de toda España. Perteneciente a la asociación de Amigos de los Relojes de Sol, en su web están documentados, incluso, relojes que se perdieron al rehabilitar muchas fachadas o al tirar abajo edificios que hubieran merecido una mayor protección. 

Es el caso del convento trinitario de San Lamberto o de la capilla Pedro Cerbuna de la antigua Universidad de Zaragoza, en la plaza de la Magdalena. También hay un puñado de anécdotas aragonesas como la de los vecinos de Farasdués que hallaron un escudo nobiliario tallado en piedra en la parte trasera de un reloj solar en 1986 o el redescubrimiento de una bellísima pieza diseñada por el padre Blas Aínsa y que se conservó durante años en Escuelas Pías, que era un pequeño reloj solar con un cañoncito que se disparaba a las doce del mediodía para dar la hora a los zaragozanos.

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