Por
  • Christian Peribáñez

Los malos (y los peores)

Pierre Nodoyuna, todo un referente de la maldad (infantil).
Pierre Nodoyuna, todo un referente de la maldad (infantil).
Heraldo

Me parece tiernísimo cuando en una reducción (a lo Pedro Ximénez pero del lenguaje y la sociología) los padres explican a sus vástagos que algo es feo, injusto o desagradable porque detrás están "los malos". 

Mi compañero del área de Sucesos, Ramón J. Campo, para no eternizar las reuniones en la redacción del periódico a veces también habla de "los malos", así, en genérico, refiriéndose a atracadores, ladrones y otras gentes de mal vivir, y agrupando en dos simples palabras a todos aquellos sinvergüenzas que se oponen al feliz desarrollo de la sociedad y aspiran a quebrantar con malas artes (léase graves delitos) la convivencia y la paz de la comunidad.

No discutiré si la maldad es o no inherente al ser humano, pero es evidente que estos campos abonados por Belcebú también grises, matices y gradaciones. A mí me parece de muy mala persona el colgar en un escaparate el cartel ‘la vuelta al cole’ en pleno mes de julio cuando los chavales apenas acaban de calzarse las chanclas. Entiendo, no obstante, que no esa maldad no es equiparable a la de un oligarca todopoderoso que hace estallar un avión en pleno vuelo con su enemigo íntimo a bordo. ¿Todos los rusos acarician gatos frunciendo el ceño?

Estos días pensaba en si también existe la maldad por silencio u omisión. Cuando –de nuevo– un pretencioso líder se cree impune de tocar, besar e, incluso, inventar declaraciones con tal ‘sostenella y no enmendalla’, el no denunciarlo o querer pasar de perfil ante tal abuso también me parece un acto de premeditada maldad.

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