conciliar en verano

Malabarismos para conciliar en vacaciones: “Solo coincidimos una semana, el resto nos turnamos para estar con los niños”

Los progenitores hacen encaje de bolillos para cuadrar sus 30 días de vacaciones con los tres meses que tienen sus vástagos hasta que comiencen el nuevo curso escolar.

Miguel Ángel Blasco y María Pilar Díaz, junto a sus nietos Lucas y Nicolás, a los que cuidan en el pueblo mientras sus padres trabajan.
Miguel Ángel Blasco y María Pilar Díaz, junto a sus nietos Lucas y Nicolás, a los que cuidan en el pueblo mientras sus padres trabajan.
M.G.

“Me tengo que sentar con el calendario delante varias semanas antes del verano para ver cómo nos vamos a organizar los tres meses de vacaciones escolares. Te tienes que anticipar a todo. Es agotador”. 

Estas son las reflexiones de Mercedes Gimeno, una zaragozana de 40 años y madre de tres niños que tiene que hacer encaje de bolillos para cuadrar los días de descanso laboral de los que disponen tanto ella como su marido para que sus tres hijos -de 9, 6 y 3 años- estén con uno de los dos “lo máximo posible”. Aún así, “tenemos que recurrir a colonias, niñeras y pedir favores a familiares y amigos”, lamenta esta madre de familia numerosa.

“Nos distribuimos las cuatro semanas de vacaciones de cada uno de manera consecutiva para abarcar el máximo de días posibles. Así sumamos, prácticamente, 2 meses. En concreto son 7 semanas porque procuramos que la última semana de vacaciones de uno de nosotros se solape con la primera del otro cónyuge, así, al menos, coincidimos unos días toda la familia y aprovechamos para irnos a la playa”, explica Gimeno.

"Procuramos coincidir una semana para poder irnos todos juntos de vacaciones a la playa".

“El resto de días, nos turnamos para estar con los niños, pero aún así, hay 5 semanas en las que ambos trabajamos y que tenemos que buscar alternativas”, señala esta zaragozana. “Este año los hemos apuntado a unas colonias urbanas durante 15 días, con el coste económico que conlleva, y el resto del tiempo hemos tenido que hacer malabares entre niñeras, flexibilización de horarios laborales, teletrabajo y favores a amigos y familiares. Un lío”, confirma Gimeno.

Después de todo este esfuerzo tienen el engranaje bien ajustado pero no hay margen de maniobra para imprevistos. “Si me falla la niñera o se pone uno de los niños malos y hay que llevarlo al médico se nos rompe toda la organización que llevamos hecha y tenemos que improvisar. Es un estado de alerta constante. Siempre tengo que tener un plan B en la cabeza, por si acaso”, afirma esta progenitora.

Al pueblo con los abuelos y con niñera

El suyo no es un caso aislado. Cada verano, la organización familiar para lograr un equilibrio entre trabajo y vacaciones escolares ocasiona muchos quebraderos de cabeza a los progenitores, que tienen que cuadrar sus 30 días de descanso estival con los tres meses de los que disfrutan sus vástagos hasta que comienza el nuevo curso escolar.

"Conciliar nos da más de un quebradero de cabeza, sobre todo en agosto, cuando ya no hay colonias".

“La conciliación en verano nos da más de un quebradero de cabeza, sobre todo en agosto, cuando ya no hay colonias escolares”, dice Adriana Blasco, una zaragozana de 43 años y madre de dos niños de 8 y 6 años. “Nosotros siempre nos cogemos la última semana de junio de vacaciones, nada más terminar el colegio, y nos vamos los cuatro a algún lado. Este año hemos estado en Almería”, recuerda Blasco. 

A partir de ahí, comienza una elaborada planificación para que los niños estén atendidos hasta que ellos, los padres, vuelvan a tener vacaciones, a partir de la tercera semana de agosto. “El mes de julio no nos supone un gran problema porque todos los años los llevamos a las colonias del colegio hasta las 14.00. El inconveniente viene en agosto. 

Este año los hemos mandado al pueblo con los abuelos durante 15 días”, continúa la progenitora. “Para que los yayos no estén tan saturados, porque dos niños de estas edades dan mucha faena, hemos contratado a una chica cuatro horas por la mañana y dos por la tarde para que esté con ellos, los lleve a la piscina, al parque, haga tareas, y así los abuelos están un poco más libres”, añade Blasco.

Miguel Ángel Blasco y María Pilar Díaz, junto a sus nietos Lucas y Nicolás, a los que cuidan en el pueblo mientras sus padres trabajan.
Miguel Ángel Blasco y María Pilar Díaz, junto a sus nietos Lucas y Nicolás, a los que cuidan en el pueblo mientras sus padres trabajan.
M.G.
"Hemos contratado a una chica cuatro horas por la mañana y dos por la tarde para que esté con los niños".

“Todo esto supone un sacrificio, porque las colonias, como son las del colegio, no son demasiado caras, pero a la chica le pagamos 10 euros la hora, así que echa cuentas. Sale a 300 euros la semana. En total 600 euros. Un pastón, pero es lo que hay”, señala, resignada. 

A veces tengo algún sentimiento de culpa por dejarlos tantos días con mis padres, no por mis hijos, sino por los abuelos, que ya tienen una edad y no están para cuidar durante 24 horas de dos niños de estas edades, que están todo el día enredando", confiesa Blasco. "La verdad que con la chica que están me quedo más tranquila en este aspecto. Aún así voy al pueblo alguna tarde al salir del trabajo para dar vuelta y verlos, porque ellos también tienen ganas de ver a su mamá”, apunta la progenitora.

"Voy alguna tarde al salir del trabajo para dar vuelta y verlos, porque también tienen ganas de ver a su mamá".

Ir y venir al pueblo cada día

Lo de llevarlos al pueblo y recurrir a los abuelos es algo bastante habitual. “Mi hijo se ha pegado todo el mes de julio en el pueblo con mis padres”, apunta en este sentido Carmen Aznar. “Pero durante las mañanas iba a las colonias que se hacen en el municipio hasta la hora de comer, así los abuelos no han tenido tanto trabajo”, afirma. “El mes de agosto nos turnamos entre su padre y yo para conciliar en Zaragoza hasta que nos vayamos de vacaciones”, asevera Aznar.

Otros progenitores optan por trasladarse a los pequeños municipios de sus familias para que los niños hagan vida allí y ser ellos los que viajen cada día a la ciudad a trabajar. También hay quien va y viene con sus hijos cada jornada.

“Yo los llevo todas las mañanas al pueblo, que está muy cerca de Zaragoza, donde se quedan con su abuela y su tío”, dice, por su parte Afredo Martínez, padre de una niña de 11 y un niños de 7 años. “Los dejo allí durante todo el día y por la tarde, cuando salgo de trabajar, voy directo a buscarlos y me los traigo de vuelta a casa. Así vamos a estar todo el mes de agosto, porque las vacaciones nos las cogimos en julio”, señala este padre zaragozano.

De Rodríguez

“En mi caso, he mandado a mi hija con su padre, que está de vacaciones, a la playa con los abuelos”, dice Blanca Sánchez, que lleva una semana de Rodríguez en la capital. “Yo estoy trabajando y ellos están más tranquilos, relajados y la niña se lo pasa bien en el mar”, apunta esta mujer que tiene una hija de 10 años. 

Unos días sola que Blanca ha agradecido. “Estoy que no me lo creo, me parece estar viviendo una segunda juventud. La única pega es que no he tenido ningún día de fiesta y he podido hacer poca cosa, pero he aprovechado para ir al cine y quedar con alguna amiga. Se me ha pasado la semana volando”, asegura Sánchez, que espera ya la vuelta de su familia este mismo jueves.

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