Al pensar en el verano de 2022 en Aragón, no es fácil olvidar el infierno de los incendios. Columnas de humo, hidroaviones sobrevolando los pueblos y llamas arrasando bosques y campos. Justo a mediados de junio de ese año llegó el primer gran fuego del verano, el de Nonaspe, con 1.110 hectáreas quemadas. Sin embargo, este 2023 la situación es diferente: sin siniestros de grandes dimensiones, salvo el de San Agustín (Teruel) en marzo, ya se han quemado un 81% más de hectáreas que en el primer semestre del año pasado. Así se refleja en los datos provisionales del Gobierno de Aragón, que computan 1.431 hectáreas de superficie forestal perdida hasta junio. En el mismo periodo del año pasado, la cifra era de tan solo 262.

Aragón no quiere que se repita lo ocurrido el pasado verano, especialmente marcado por tragedias como la de Moros el Moncayo. Fue el segundo peor año de la historia con más de 20.000 hectáreas destrozadas, solo por detrás de las registradas en 1994 (más de 31.000). Por ello, hace poco menos de un mes, el Ejecutivo autonómico presentó un nuevo nivel de alerta, el rojo plus, con el que se limitarían las actividades en el monte.

No obstante, y aunque las previsiones son optimistas por las últimas lluvias, el punto de partida ya es peor que el año pasado a mitad de junio, cuando se desató el incendio de Nonaspe. Este año, los fuegos de mayor magnitud tuvieron lugar en el municipio de San Agustín, en marzo. El fuego, originado en Alicante, terminó quemando 840 hectáreas de monte, según los datos de la DGA.

Casi la mitad, por negligencia

El nivel de alerta en citado incendio era amarillo en el momento de su expansión en Aragón, igual que el que se originó en Mequinenza, el segundo más grave de este 2023, con 320 hectáreas de superficie forestal afectada. En total, se han producido 245 incendios y conatos (cuando se quema menos de una hectárea). Asimismo, el 45,34% de los siniestros declarados este año han sido por negligencias, la causa más frecuente todos los años. El 28,81% han sido intencionados, el 8,90% por causas desconocidas, el 8,5% por efecto de rayos, el 7,20% por accidentes y el 1,69 % se ha tratado de reproducciones.

En lo que va de año, Teruel es la provincia más afectada por el incendio de San Agustín. Allí hubo 37 incendios, de los que 30 fueron conatos. Le sigue Zaragoza, aunque en los datos provisionales todavía no figuran fuegos como el citado de Mequinenza o el último en Sos del Rey Católico, con unas 40 hectáreas quemadas. Sin dichos fuegos, la superficie forestal abrasada hasta mediados de junio es de 223,48 hectáreas.

Un verano con más tormentas

A pesar de que la superficie forestal quemada este año ya triplique la media, las previsiones son más halagüeñas que en el anterior, debido principalmente al aumento de las precipitaciones de las últimas semanas -aunque los rayos también pueden causar catástrofes-. Además, en junio del año pasado una intensa ola de calor asoló a la Comunidad durante varios días, justo cuando se produjo el fuego de Nonaspe el 16 de junio. Por el momento, aunque parece que Aragón se adentra en una de estas olas, no se ha dado esta circunstancia durante un periodo prolongado de tiempo, uno de los factores detonantes de los incendios forestales.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya dio a conocer hace unos días sus previsiones para este verano, que anticipaban que será más cálido pero también con más tormentas de lo habitual. Aún así, los expertos apuntaron que es difícil que se supere el calor registrado en el verano de 2022.

Cabe recordar que la DGA dispone de un plan anual de prevención, vigilancia y extinción de incendios con un presupuesto de 40 millones, una novedad con respecto a otros años. Ahora los trabajadores están contratados los 12 meses. Hay 62 brigadas terrestres y ocho helitransportadas, entre otras unidades.