Una pandemia que se diluye tras más de 467.000 contagios y casi 5.300 fallecidos

Hace justo tres años se decretó el primer estado de alarma para hacer frente a un virus desconocido

Imagen de archivo de una planta covid durante la cuarta ola de la pandemia.
Imagen de archivo de una planta covid durante la cuarta ola de la pandemia.
Javier Escriche

Hace justo tres años que se decretó el primer estado de alarma para hacer frente a la situación de emergencia sanitaria provocada por la covid-19. Un virus desconocido que, en Aragón, ha dejado 467.408 contagios y casi 5.300 fallecidos en las sucesivas oleadas que han puesto en jaque al sistema sanitario y han provocado secuelas físicas y mentales que todavía hoy siguen afectando a parte de la población.

Hasta el 14 de marzo de 2020, la Comunidad había notificado 135 casos y 10 muertes por coronavirus, en unos momentos de incertidumbre en los que faltaban equipos de protección, mascarillas y test. Con la población recluida en sus casas, se quiso cortar la transmisión del virus, que ya se empezaba a cebar en las residencias de mayores. Solo en la primera ola fallecieron 746 usuarios. El Servicio Aragonés de Salud apostó desde el minuto uno por un diagnóstico telefónico a través del 061 para centralizar los casos de aquellas personas que podrían presentar alguno de los síntomas de coronavirus (fiebre, tos o sensación de falta de aire). Se dispararon las llamadas. Ante un caso sospechoso, se ponía al paciente en comunicación con Salud Pública y, si determinaba que era susceptible de estudio, personal del 061 acudía al domicilio a por las muestras. Ante el incremento progresivo y rápido de casos, el método fue cambiando, canalizando las PCR en los centros de salud. Desde marzo a mayo, los hospitales tuvieron que reorganizarse para atender los numerosos casos que llegaban. Se empezaron a habilitar áreas covid para esta patología, que iba en aumento. Las unidades de cuidados intensivos superaban también su capacidad. Todas las manos eran necesarias para contener la enfermedad.

Esther del Corral, médico internista en el Royo Villanova y portavoz de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) en Aragón, recuerda que viendo lo que ocurría en Madrid se empezaron a preparar para lo que podía llegar. Pero prácticamente no hubo tiempo cuando el virus se comenzó a propagar: "En nuestro hospital teníamos varios casos sospechosos, que no terminaban de dar positivo; sin embargo, tras la primera confirmación de repente la planta se llenó". Y así se fueron ocupando una tras otra "muy rápidamente" en cuestión de 15 días. Y todo ello, además, sin conocer cómo se contagiaba el virus, ni cómo había que tratarlo: "Conforme se iban abriendo plantas se necesitaba más personal. Homogeneizamos la forma de trabajar en el hospital con la sensación de que no había nada más".

El director general de Salud Pública, Francisco Javier Falo, destaca la "flexibilidad" del sistema sanitario durante este tiempo, llegando "a duplicarse las plazas en las ucis cuando ha sido necesario, algo que se ha mantenido durante toda la pandemia", además de todo lo relacionado con los sistemas de protección. Asimismo confía en que no se repitan en el futuro situaciones como el desabastecimiento inicial de elementos básicos, como los equipos de protección individual que necesitaban los sanitarios, o la falta de respiradores en las unidades de cuidados intensivos, imprescindibles para el abordaje clínico de los pacientes contagiados.

A aquella primera oleada, que dio un ligero descanso en junio de 2020, le siguieron muchas más. "El número de olas es muy variable y depende de muchos factores y de cómo se definan", asegura Nacho de Blas, epidemiólogo y profesor de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza: "Además, los sistemas de notificación han sido muy variados y no son comparables las magnitudes de las ondas epidémicas". De hecho, en la primera "había pocos recursos diagnósticos y solo se usaban para confirmar los casos más graves"; mientras que en las Navidades de 2021 "se hacían muchísimas PCR, aún se rastreaban los contactos estrechos y además se incluyeron los resultados de autotests diagnósticos". Ahora, "solo se diagnostica a unos sectores muy concretos de la población", como mayores de 60 años, enfermos graves o embarazadas.

Precisamente, la séptima ola, sobre todo entre diciembre de 2021 y enero de 2022 por la explosión de la variante ómicron, marcó un antes y un después en la gestión contra la covid. Los contagios se dispararon, hasta el punto de que el 11 de enero de 2022 se llegaron a notificar hasta 8.224. Unas cifras que obligaron a replantear la estrategia y a centrarse en identificar los casos entre la población vulnerable. La médica internista Esther del Corral recuerda que "durante dos años se sucedieron muchas olas", y también fue cambiando el perfil de los pacientes.

La campaña de vacunación supuso un hito en esta lucha. Ya se han puesto 3.256.677 inyecciones contra la covid desde diciembre de 2020 y la Comunidad sigue inmersa en la inoculación de cuartas dosis y, aunque se ha ralentizado y no alcanza las coberturas de las primeras etapas, llega al 65% de los mayores de 60 años; e incluso supera el 77% entre los de más de 80. Para Falo el objetivo "está cubierto" y califica la experiencia de "éxito". "En la Comunidad, un 93% de la población ha recibido alguna dosis y más del 90% la pauta completa. En algunos grupos más del 70% las de recuerdo", menciona. "Es cierto que no hemos llegado a los menores de 60 años, pero sí a los más mayores y vulnerables", admite.

Durante estos tres años, esta crisis sanitaria ha dejado momentos complicados. Ahora, sin embargo, con una incidencia acumulada semanal de 10,2 casos por 100.000 habitantes -lejos de las alcanzadas en otros momentos, como octubre de 2020 o enero de 2022-, el impacto de la pandemia "a nivel de gestión de la infección" toca "claramente a su fin".

Lecciones que deja la covid

Sobre lo que ha llegado para quedarse, el director general de Salud Pública considera que las mascarillas se van a incorporar, si no lo han hecho ya, al "imaginario social en las relaciones" y ya no sorprenderá que alguien se cubra la boca si está acatarrado, tose o es una persona vulnerable y está en un sitio cerrado y abarrotado de gente. En su opinión, en los centros sanitarios deberían acabar implantándose: "Es un elemento con el que tengo absolutamente claro que los servicios de prevención van a ser muy exhaustivos en el futuro".

La creación de unos sistemas integrados de vigilancia "muy potentes" es otra de las lecciones que ha dejado el coronavirus. En este sentido subraya que tras su puesta en marcha ya han saltado "varios sustos" como la viruela del mono o el más reciente de Marburgo, y continuarán detectando señales y alarmas de virus circulantes que "van a mantener en tensión" a los servicios públicos. "Tenemos que hacernos con unos servicios públicos capaces de dar respuesta a los retos que de manera inequívoca vamos a tener en el futuro, no sé cuánto tardará en llegar la siguiente, pero el coronavirus no es la última pandemia", concluye. 

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