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De tal palo, tal astilla: la historia de una carpintería de Zaragoza de tres generaciones

José Luis Martínez es el nieto del fundador, Martín Martínez, que en 1949 abrió Carpintería Martínez, un taller de ebanistería y carpintería de la calle de Manuel Serrano Sanz de Zaragoza.

El taller de José Luis está en la calle Manuel Serrano Sanz, 8 de Zaragoza
El taller de José Luis está en la calle de Manuel Serrano Sanz, 8 de Zaragoza
H.A.

Hace 73 años, cuando Martín Martínez abrió su propio taller de ebanistería y carpintería, en aquel local de apenas 70 metros cuadrados trabajaban tres oficiales y dos aprendices. Ahora, dice su nieto, José Luis, que nadie quiere aprender oficios como este. Como sucedía antaño y como ya hiciera su padre antes que él, entró como aprendiz al taller de su abuelo y desde hace 17 años es él quien lo regenta. 

Se llama Ebanistería y Carpintería Martínez y está en la calle de Manuel Serrano Sanz de Zaragoza. Es de los pocos talleres así que quedan en la ciudad y José Luis ya sabe que tiene los días contados. “No tengo hijos así que dentro de diez años lo tendré que cerrar”, dice, con cierta tristeza. Pero la realidad es que las nuevas generaciones no están interesadas en este tipo de trabajos artesanos y manuales. “Me hubiera encantado poder enseñarle a alguien el oficio para que esto continuara pero nadie quiere”, lamenta.

"La gente ahora le tiene mucho respeto a gastar y prefieren comprar muebles ya hechos antes que encargarlos a medida. Mueren a lo prefabricado"

Mientras tanto, José Luis resiste en un mundo en el que, según su experiencia, ya no se valora lo artesano ni se compran muebles de madera para toda la vida. “La gente ahora le tiene mucho respeto a gastar y prefieren comprar muebles ya hechos antes que encargarlos a medida. Mueren a lo prefabricado y compran muebles de batalla aunque luego, a la larga, tengan que venir al taller porque se rompan solo de verlos”, resume. Ante esta situación, este ebanista ha visto como esa faceta de su trabajo ha desaparecido casi por completo. “Ya nadie encarga librerías a medida”. 

Por eso, tiene que sobrevivir haciendo un poco de todo y, especialmente, fabrica y coloca puertas, suelos, rodapiés y cocinas. “También arreglo persianas, incluso de las más antiguas que son de madera, o sillas de rejilla”, añade. Dentro de las circunstancias, no se puede quejar ya que trabajo no le falta, frente a otros compañeros que se han quedado por el camino. “Con la pandemia han cerrado muchas carpinterías. En Zaragoza los que quedamos se pueden contar con los dedos de las manos. Por no hablar de los gremios asociados, como tallistas o torneros. De esos ya no queda nadie”.

Un panorama que nada tiene que ver con el contexto en el que su abuelo Martín abrió el taller. Nació en Cascante (Navarra) pero pasó gran parte de su vida en Zaragoza, donde trabajó para Simón Loscertales, importante empresario del mueble y la madera de la ciudad. Además de encargos y trabajos para particulares, fue Martín quien hizo los bancos de La Seo, con la colaboración de otros profesionales, como los tallistas que trabajaron los ángeles y otras figuras sobre la madera.

"Con la pandemia han cerrado muchas carpinterías. En Zaragoza los que quedamos se pueden contar con los dedos de las manos"

De aquella época José Luis apenas conserva el recuerdo, pero también la maquinaria. Con algunas de las herramientas incluso sigue trabajando hoy en día. Es el caso de una máquina Universal, que lleva sierra para cortar madera y barrena para espigar. “Una de estas debería estar en todas las carpinterías”, apunta. También tiene un tupi antiguo, con el que se hacían las traviesas de los trenes, así como otras reliquias, guardadas en otro almacén. 

Son piezas en desuso y casi de coleccionista con las que quizás algún día José Luis monte un museo. “Esto ha cambiado mucho. Ahora se hace todo con máquinas y antes era un trabajo muy manual. Actualmente, la mayoría de las cosas te las dan preparadas de fábrica. El material viene cortado y chapeado cuando antes tenías que coger tú los tablones y prepararlo todo”, explica.

Una nueva realidad a la que José Luis se ha adaptado para poder seguir haciendo lo que le gusta y, además, le da de comer. “Subsistimos haciendo pequeños trabajos y porque no tengo que pagar un alquiler o hipoteca. Aun así los gastos son muchos, entre seguros y facturas, como la de la luz, que son unos 200 euros al mes. Mantener un taller pequeño supone mucho, te tiene que gustar y tienes que luchar”, asegura.

José Luis Martínez en el taller que abrió su abuelo en 1949, donde aún conserva maquinaria antigua
José Luis Martínez en el taller que abrió su abuelo en 1949, donde aún conserva maquinaria antigua
H. A.

Además, como en todos los ámbitos, ya está notando la subida de precios, lo que repercute directamente en sus clientes. “Ahora, si das un presupuesto, en tres semanas te puede cambiar. Está todo a un precio desorbitado. Hoy compras un tablero de 40 euros y vas dentro de dos semanas y te ha subido a 60. Y así con todo. Es muy complicado sobrevivir”, añade.

Por suerte y gracias a su buen hacer y, dice, sus precios muy económicos, todavía son muchos quienes confían en él y acuden a su carpintería para hacer encargos. Buena parte de ellos son clientes de toda la vida que, como sucedió con su familia, han ido pasando de generación en generación su costumbre de comprar muebles por encargo o reparar los antiguos. José Luis vive justo encima del taller, en un barrio donde, cuando su abuelo lo abrió, se acababa Zaragoza. “Los edificios eran de reciente construcción y solo estaba el campo de fútbol y el hospital”, recuerda. Ahora, la zona, como su negocio, ha cambiado mucho pero no queda otra que adaptarse o morir.

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