El puente de Tiermas
Tiermas es un municipio marcado por la historia de su balneario, que se llenaba de visitantes, pero acabó inundado por el embalse de Yesa, aquel que inauguró Franco en 1959. Sus 776 habitantes tuvieron que salir, como sus vecinos de Ruesta y Escó.
Una mujer que nació en esa localidad poco antes de la expropiación forzosa, Ana Arbués (tenía 4 años), me contó ayer para la web HERALDO.es que hacía treinta años que no había visto los restos del puente en la carretera sobre el río Aragón.
La sequía, que ha arrasado España en lo que va de año, ha mostrado restos de un paisaje y de unas gentes que vivían de la agricultura y la ganadería, que se fueron por las expropiaciones forzosas. Nunca han olvidado aquellos pueblos donde nacieron y vivieron sus salidas dramáticas, porque el Estado no los atendió sino que los expulsó. Solo les ofrecieron intercambiar sus pueblos por otros de colonización, como El Bayo, en las Cinco Villas.
Lo singular es que cuando pasan los meses de octubre, al acabar las campañas agrícolas, los visitantes acuden a la bajada del nivel del pantano de Yesa para revivir lo que era el balneario en unos restos romanos. La falta de agua les ha llevado a lamentar los efectos de la sequía, que ha supuesto un gran problema para los agricultores. Han contemplado de forma inédita que debajo de ese pantano había un puente sobre el río Aragón desparecido hace 63 años.
Los aragoneses que sufrieron aquella política de arrasar pueblos con los embalses tienen un derecho violentado por el Estado. La democracia debería haberles repuesto en el lugar donde nacieron, mucho más allá de su memoria.